El próximo día 6 de noviembre tendrá lugar en Bilbao la segunda edición de la jornada Misterios, a la luz de la ciencia, organizada, entre otras entidades, por el Círculo Escéptico. Éste es el programa:
18.00 horas: Las caras de Bélmez: ¿falsa ciencia o mal periodismo?, por Javier Cavanilles, periodista del diario El Mundo.
18.30 horas: Agua depurativa, por José Carlos Pérez Cobo, biólogo de la UPV.
19.00 horas: Ondas electromagnéticas y salud, por Joseba Zubia, físico de la UPV.
19.30-19.45 horas: Descanso.
19.45 horas: Algunas creencias erróneas sobre nuestro cerebro, por Carlos J. Álvarez, psicólogo de la Universidad de La Laguna.
20.15 horas: Mesa redonda. El Pensamiento mágico en una sociedad desarrollada.
Más detalles en este enlace
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
miércoles, octubre 31, 2007
lunes, octubre 29, 2007
El yeti y otros bichos ¡vaya timo!
El yeti y otros bichos ¡vaya timo!
Carlos Chordá
Editorial Laetoli, Navarra, España, 2007.
En su recomendable introducción a algunas leyendas englobadas bajo el rimbombante nombre de criptozoología, Carlos Chordá comenta con precisión y humor las principales manías que manifiestan aquéllos que se hacen llamar criptozoólogos. Nos explica como, con considerable desfachatez, la criptozoología se ha inventado un pasado propio que existe, pero que no le pertenece. Me refiero, por ejemplo, a la subespecie de mariposa esfinge de Morgan, al okapi y al celacanto, "extraños" animales que fueron descubiertos por investigadores científicos (la mariposa, con larguísima espiritrompa, fue una predicción de Darwin basándose en la longitud del cáliz de una orquídea de Madagascar), no por aficionados al gigantismo animal y a las leyendas de las que no existe prueba científica alguna. Chordá va aclarando perfectamente todas estas cuestiones en su muy entretenido libro.
Y ya que he citado al celacanto, no me resisto a apuntar el glorioso patinazo de la agencia EFE con el citado pez en 2002, reproducido (¡vivan los asesores científicos!) por ese "peaso" de revista científica que es Más allá, al presentar como novedad de última hora su descubrimiento, cuando en realidad había sido pescado en 1939 cerca de las costas de Madagascar. Los 'críptidos', perdón, criptozoólogos, aparecieron luego en una foto en la citada revista. Para troncharse.
El Yeti y otros bichos ¡vaya timo! es un ameno librito para distinguir entre ciencia y paja, entre el trabajo riguroso de los zoólogos de campo y la neurosis criptozoológica. Constantemente se descubren docenas de nuevas especies; sin embargo, los 'criptos' no están implicados nunca. ¿Con qué derecho, por tanto, presentan talles hallazgos como propios en la propaganda criptozoológica? ¿Quizá con la intención de que el público poco informado crea que tal conexión es legítima?; ¿porque realmente se lo creen? Si es así, lean el libro de Chordá y desengáñense.
Con ironía -y un poco de mala leche de vez en cuando- el autor dinamita los débiles cimientos en los que se apoyan las alucinaciones criptozoológicas. Entre los bichos que Chordá reúne -el yeti, Nessie, el dinosaurio mokele-mbembe- no podía faltar un famoso ser cultural, y no me refiero al Homo sapiens, sino al chupacabras. Este simpático e imaginario bicho es un poco todo al mismo tiempo: extraterrestre, resultado de un experimento genético, visitante de una dimensión paralela, etc.; pero, sobre todo, es un ser cultural porque sus apariciones se han circunscrito mayoritariamente al ámbito hispanoamericano. Esto es indicio de su origen artificial y legendario, como cualquiera que no tenga su cerebro infectado por esa magia que crea amplias tragaderas sabe o sospecha de inmediato. Entre sus apariciones, el autor resume sus supuestas andanzas -o de un pariente suyo- en Tenerife en 1979, basándose en un artículo que publiqué en el número 19 (2005) de El Escéptico. No olviden visitar, por cierto, las entradas que Luis Alfonso Gámez dedica a este y otros animalitos imaginarios en su blog Magonia (haciendo una búsqueda por "monstruos").
Recomiendo el libro a todos los aficionados a lo extraño, en particular a los criptozoológos que hacen cripto-investigaciones. Aprenderán un poco y quizá, con suerte, podrán ir quitando el prefijo critpo de sus investigaciones. Éstos deben comenzar por el último capítulo del libro de Chordá, que lleva por título ¿Cripto... zoología?; el resto, que empiece por el principio. Ah, y no se pierdan la simpática dedicatoria, en la que más de uno se reconocerá, sin duda.
Carlos Chordá
Editorial Laetoli, Navarra, España, 2007.
En su recomendable introducción a algunas leyendas englobadas bajo el rimbombante nombre de criptozoología, Carlos Chordá comenta con precisión y humor las principales manías que manifiestan aquéllos que se hacen llamar criptozoólogos. Nos explica como, con considerable desfachatez, la criptozoología se ha inventado un pasado propio que existe, pero que no le pertenece. Me refiero, por ejemplo, a la subespecie de mariposa esfinge de Morgan, al okapi y al celacanto, "extraños" animales que fueron descubiertos por investigadores científicos (la mariposa, con larguísima espiritrompa, fue una predicción de Darwin basándose en la longitud del cáliz de una orquídea de Madagascar), no por aficionados al gigantismo animal y a las leyendas de las que no existe prueba científica alguna. Chordá va aclarando perfectamente todas estas cuestiones en su muy entretenido libro.
Y ya que he citado al celacanto, no me resisto a apuntar el glorioso patinazo de la agencia EFE con el citado pez en 2002, reproducido (¡vivan los asesores científicos!) por ese "peaso" de revista científica que es Más allá, al presentar como novedad de última hora su descubrimiento, cuando en realidad había sido pescado en 1939 cerca de las costas de Madagascar. Los 'críptidos', perdón, criptozoólogos, aparecieron luego en una foto en la citada revista. Para troncharse.
El Yeti y otros bichos ¡vaya timo! es un ameno librito para distinguir entre ciencia y paja, entre el trabajo riguroso de los zoólogos de campo y la neurosis criptozoológica. Constantemente se descubren docenas de nuevas especies; sin embargo, los 'criptos' no están implicados nunca. ¿Con qué derecho, por tanto, presentan talles hallazgos como propios en la propaganda criptozoológica? ¿Quizá con la intención de que el público poco informado crea que tal conexión es legítima?; ¿porque realmente se lo creen? Si es así, lean el libro de Chordá y desengáñense.
Con ironía -y un poco de mala leche de vez en cuando- el autor dinamita los débiles cimientos en los que se apoyan las alucinaciones criptozoológicas. Entre los bichos que Chordá reúne -el yeti, Nessie, el dinosaurio mokele-mbembe- no podía faltar un famoso ser cultural, y no me refiero al Homo sapiens, sino al chupacabras. Este simpático e imaginario bicho es un poco todo al mismo tiempo: extraterrestre, resultado de un experimento genético, visitante de una dimensión paralela, etc.; pero, sobre todo, es un ser cultural porque sus apariciones se han circunscrito mayoritariamente al ámbito hispanoamericano. Esto es indicio de su origen artificial y legendario, como cualquiera que no tenga su cerebro infectado por esa magia que crea amplias tragaderas sabe o sospecha de inmediato. Entre sus apariciones, el autor resume sus supuestas andanzas -o de un pariente suyo- en Tenerife en 1979, basándose en un artículo que publiqué en el número 19 (2005) de El Escéptico. No olviden visitar, por cierto, las entradas que Luis Alfonso Gámez dedica a este y otros animalitos imaginarios en su blog Magonia (haciendo una búsqueda por "monstruos").
Recomiendo el libro a todos los aficionados a lo extraño, en particular a los criptozoológos que hacen cripto-investigaciones. Aprenderán un poco y quizá, con suerte, podrán ir quitando el prefijo critpo de sus investigaciones. Éstos deben comenzar por el último capítulo del libro de Chordá, que lleva por título ¿Cripto... zoología?; el resto, que empiece por el principio. Ah, y no se pierdan la simpática dedicatoria, en la que más de uno se reconocerá, sin duda.
lunes, octubre 22, 2007
Los caras de Bélmez en El Mundo-La Gaceta de Canarias
El Mundo-La Gaceta de Canarias incluyó ayer domingo (p. 30) esta entrevista a Javier Cavanilles sobre la publicación de su libro Los caras de Bélmez, junto con Francisco Máñez.
De paso, aprovecho para dejar constancia de dos novedades:
- La última (por ahora) y estúpida manipulación cometida por los inventores de patrañas en torno a la observación de un par de bólidos en pasado sábado (véase también este enlace);
- y la reseña-demolición que Luis R. González ha efectuado del último librejo del personaje que sentó a Jesucristo en el Coliseo romano (no se rían).
De paso, aprovecho para dejar constancia de dos novedades:
- La última (por ahora) y estúpida manipulación cometida por los inventores de patrañas en torno a la observación de un par de bólidos en pasado sábado (véase también este enlace);
- y la reseña-demolición que Luis R. González ha efectuado del último librejo del personaje que sentó a Jesucristo en el Coliseo romano (no se rían).
lunes, octubre 08, 2007
Los caras de Bélmez
Publicado originalente en este enlace (Círculo Escéptico).
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Yo no sé si al lector le satisface y divierte contemplar como los misterios S.A. se derrumban por obra y gracia de un autor capaz de enfrentarse a la farándula paranormalista. A mí sí; por eso me alegré especialmente cuando supe que Javier Cavanilles y Francisco Máñez estaban escribiendo un libro sobre el episodio más absurdo de hispano-paranormalandia, las caras de Bélmez, una historia que venía coleando desde 1971. El asunto fue prácticamente olvidado entonces, pero en 1996 se celebró un congreso en Bélmez para conmemorar los 25 años del fenómeno, que dio paso en 2004 a la manipulación de los hechos por parte de la prensa ocultista hasta convertirse en un desmadre no igualado en la pequeña historia de los misterios comerciales de España. El libro de Cavanilles y Máñez, que lleva el irónico y acertado título de Los caras de Bélmez, ha sido recientemente publicado, para satisfacción de todos aquellos que procuramos que no nos den gato por liebre.
El caso de las caras de Bélmez fue desde sus inicios tan absurdo, tan obvia su naturaleza fraudulenta, que ni siquiera las principales obras de divulgación parapsicológica lo han recogido en estas últimas tres décadas; así de desacreditado quedó tras el estallido inicial. Al margen de ello, sólo los ocultistas locales han pregonado que allí, en ese pueblo de Jaén, residía el mayor misterio parapsicológico de Europa; ahí es nada.
La obra rompe con el escenario típico de Paranormalandia. Es ajena a los variados intereses -no sólo económicos- presentes en el marcado español de lo enigmático; no les sigue el juego; no se adapta a la última corriente de interés mediático por un tema exprimido durante décadas, sino que analiza a todos los protagonistas desde fuera implacablemente, sin concesiones. Un meritorio trabajo de recopilación informativa y de interpretación. Por todo ello, el trabajo de Cavanilles y Máñez no será reseñado en las revistas paranormalistas.
Los autores ponen de manifiesto las absurdas historietas y maniobras ejecutadas desde principios del actual siglo por los periodistas, hipnólogos y espiritistas que han intentado mamar de la teta belmeciana. Las distintas versiones de lo ocurrido, totalmente contradictorias y ridículas, son pasto para el rumiante consumidor de ocultismo barato. No deja de sorprender, ni al crítico más acostumbrado, en qué poca consideración tiene este gremio a sus clientes; quizá porque saben que de ellos no va surgir crítica ni cuestionamiento alguno, por muy anormal y chocante que sea lo que se les transmite. Las falsedades llegaron a asociarse a hechos históricos como el famoso asedio al Santuario de la Virgen de la Cabeza durante la Guerra Civil española. El mamoneo paranormal también quiso explotar este episodio de la historia de España a favor de las imaginaciones teleplásticas.
Intercalados a lo largo de libro aparecen significativos episodios de la historia de la parapsicología, como el fraude infantil de las hadas de Cottingley o las investigaciones de Rhine, así como unas clarificadoras biografías de Hans Bender y Germán de Argumosa, uno de esos ridículamente ditirambizados pseudoinvestigadores, a quien ponen en su sitio: un simple espiritista con corbata antes que un parapsicólogo (lo de "profesor" lo dejo para que el lector descubra por sí mismo la realidad de esta atribución). Ambos, con background académico el alemán y una etiqueta espiritista de anís El Mono el español, son dos creyentes en los fenómenos que decían investigar. La participación del cántabro en Bélmez, que se paseó por el lugar en 1971 como una estrella, podría ser calificada de patética. Por su parte, Bender aprovechó para hacer un poco de turismo cuando estuvo en la zona.
Cavanilles y Máñez salpican su libro de atinadas muestras de humor, como cuando en la página 74 escriben que el parapsicólogo "Uttama Sitkari" (¿por qué serán tan cursis los paranormalistas a la hora de elegir pseudónimos?) se refería a que la mente de María (la dueña de la casa en la que habían aparecido las caras) era la que provocaba la aparición de rostros mediante una especie de proyección telepática involuntaria llamada psicorragia. "Sólo le faltó alistar a la difunta en la Patrulla X", aseguran los autores. Pero, por favor, no se pierdan, en el contexto del juicio celebrado tras la demanda presentada por Pedro Amorós contra El Mundo y los autores del libro, lo de la 'tentativa inidónea' en el momento de intentar demostrar su fantasmagórico currículum... (pp. 334-335).
Por el lado de los defectos, hay que apuntar que los errores tipográficos son más frecuentes de lo deseable, como si hubiesen carecido de tiempo para una revisión; algunas referencias están traspapeladas y falta parte de las del capítulo titulado "Tres tristes tigres"; e, incomprensiblemente, no figura la numeración de páginas en el índice. Y por pedir, pediría un índice onomástico, que habría facilitado mucho la labor de una segunda lectura más específica de algunos aspectos destacados. Esperemos que todos estos detalles sean subsanados en una posible segunda edición.
Una de las conclusiones más significativas que puede extraer el lector, en particular de la actualización del tema a partir de 2004, es el proceder y la dinámica interna típica de algunas asociaciones pro-misterios: ausencia de legalidad, funcionamiento rígidamente piramidal, rápida segregación del disidente, campañas de difamación contra quien ha revelado el entramado de fantasías en que se basan los figurones de lo paranormal, etc. Y es que el conocimiento y la verdad les importa un pimiento a todos estos avispados mercachifles del ocultismo...
Espero y deseo que la publicación de obras como Los caras de Bélmez no sea una excepción en el mercado editorial español. Hacen falta libros como éste, libros refutadores e informativos, libros que caigan en manos de adolescentes curiosos, interesados en las cosas raras, que, o bien les quiten las ganas de prestar atención a Paranormalandia y su tráfago pseudo-religioso mercantilista, o bien les inste a profundizar en estos temas de su interés con un cuchillo entre los dientes, en sentido figurado.
¿Cuál podría ser una frase que resumiese la historia del misterio ocultista con más caspa de España? ¿Qué le parece ésta, de los propios autores?: "Desde todos los puntos de vista, y desde el primer día, las caras de Bélmez de la Moraleda fueron un timo" (p. 123). Seguramente, algún humorista las volverá a colocar dentro de unos años en su lista de enigmas favoritos. Mientras, pasen un buen rato leyendo Los caras de Bélmez.
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Yo no sé si al lector le satisface y divierte contemplar como los misterios S.A. se derrumban por obra y gracia de un autor capaz de enfrentarse a la farándula paranormalista. A mí sí; por eso me alegré especialmente cuando supe que Javier Cavanilles y Francisco Máñez estaban escribiendo un libro sobre el episodio más absurdo de hispano-paranormalandia, las caras de Bélmez, una historia que venía coleando desde 1971. El asunto fue prácticamente olvidado entonces, pero en 1996 se celebró un congreso en Bélmez para conmemorar los 25 años del fenómeno, que dio paso en 2004 a la manipulación de los hechos por parte de la prensa ocultista hasta convertirse en un desmadre no igualado en la pequeña historia de los misterios comerciales de España. El libro de Cavanilles y Máñez, que lleva el irónico y acertado título de Los caras de Bélmez, ha sido recientemente publicado, para satisfacción de todos aquellos que procuramos que no nos den gato por liebre.
El caso de las caras de Bélmez fue desde sus inicios tan absurdo, tan obvia su naturaleza fraudulenta, que ni siquiera las principales obras de divulgación parapsicológica lo han recogido en estas últimas tres décadas; así de desacreditado quedó tras el estallido inicial. Al margen de ello, sólo los ocultistas locales han pregonado que allí, en ese pueblo de Jaén, residía el mayor misterio parapsicológico de Europa; ahí es nada.
La obra rompe con el escenario típico de Paranormalandia. Es ajena a los variados intereses -no sólo económicos- presentes en el marcado español de lo enigmático; no les sigue el juego; no se adapta a la última corriente de interés mediático por un tema exprimido durante décadas, sino que analiza a todos los protagonistas desde fuera implacablemente, sin concesiones. Un meritorio trabajo de recopilación informativa y de interpretación. Por todo ello, el trabajo de Cavanilles y Máñez no será reseñado en las revistas paranormalistas.
Los autores ponen de manifiesto las absurdas historietas y maniobras ejecutadas desde principios del actual siglo por los periodistas, hipnólogos y espiritistas que han intentado mamar de la teta belmeciana. Las distintas versiones de lo ocurrido, totalmente contradictorias y ridículas, son pasto para el rumiante consumidor de ocultismo barato. No deja de sorprender, ni al crítico más acostumbrado, en qué poca consideración tiene este gremio a sus clientes; quizá porque saben que de ellos no va surgir crítica ni cuestionamiento alguno, por muy anormal y chocante que sea lo que se les transmite. Las falsedades llegaron a asociarse a hechos históricos como el famoso asedio al Santuario de la Virgen de la Cabeza durante la Guerra Civil española. El mamoneo paranormal también quiso explotar este episodio de la historia de España a favor de las imaginaciones teleplásticas.
Intercalados a lo largo de libro aparecen significativos episodios de la historia de la parapsicología, como el fraude infantil de las hadas de Cottingley o las investigaciones de Rhine, así como unas clarificadoras biografías de Hans Bender y Germán de Argumosa, uno de esos ridículamente ditirambizados pseudoinvestigadores, a quien ponen en su sitio: un simple espiritista con corbata antes que un parapsicólogo (lo de "profesor" lo dejo para que el lector descubra por sí mismo la realidad de esta atribución). Ambos, con background académico el alemán y una etiqueta espiritista de anís El Mono el español, son dos creyentes en los fenómenos que decían investigar. La participación del cántabro en Bélmez, que se paseó por el lugar en 1971 como una estrella, podría ser calificada de patética. Por su parte, Bender aprovechó para hacer un poco de turismo cuando estuvo en la zona.
Cavanilles y Máñez salpican su libro de atinadas muestras de humor, como cuando en la página 74 escriben que el parapsicólogo "Uttama Sitkari" (¿por qué serán tan cursis los paranormalistas a la hora de elegir pseudónimos?) se refería a que la mente de María (la dueña de la casa en la que habían aparecido las caras) era la que provocaba la aparición de rostros mediante una especie de proyección telepática involuntaria llamada psicorragia. "Sólo le faltó alistar a la difunta en la Patrulla X", aseguran los autores. Pero, por favor, no se pierdan, en el contexto del juicio celebrado tras la demanda presentada por Pedro Amorós contra El Mundo y los autores del libro, lo de la 'tentativa inidónea' en el momento de intentar demostrar su fantasmagórico currículum... (pp. 334-335).
Por el lado de los defectos, hay que apuntar que los errores tipográficos son más frecuentes de lo deseable, como si hubiesen carecido de tiempo para una revisión; algunas referencias están traspapeladas y falta parte de las del capítulo titulado "Tres tristes tigres"; e, incomprensiblemente, no figura la numeración de páginas en el índice. Y por pedir, pediría un índice onomástico, que habría facilitado mucho la labor de una segunda lectura más específica de algunos aspectos destacados. Esperemos que todos estos detalles sean subsanados en una posible segunda edición.
Una de las conclusiones más significativas que puede extraer el lector, en particular de la actualización del tema a partir de 2004, es el proceder y la dinámica interna típica de algunas asociaciones pro-misterios: ausencia de legalidad, funcionamiento rígidamente piramidal, rápida segregación del disidente, campañas de difamación contra quien ha revelado el entramado de fantasías en que se basan los figurones de lo paranormal, etc. Y es que el conocimiento y la verdad les importa un pimiento a todos estos avispados mercachifles del ocultismo...
Espero y deseo que la publicación de obras como Los caras de Bélmez no sea una excepción en el mercado editorial español. Hacen falta libros como éste, libros refutadores e informativos, libros que caigan en manos de adolescentes curiosos, interesados en las cosas raras, que, o bien les quiten las ganas de prestar atención a Paranormalandia y su tráfago pseudo-religioso mercantilista, o bien les inste a profundizar en estos temas de su interés con un cuchillo entre los dientes, en sentido figurado.
¿Cuál podría ser una frase que resumiese la historia del misterio ocultista con más caspa de España? ¿Qué le parece ésta, de los propios autores?: "Desde todos los puntos de vista, y desde el primer día, las caras de Bélmez de la Moraleda fueron un timo" (p. 123). Seguramente, algún humorista las volverá a colocar dentro de unos años en su lista de enigmas favoritos. Mientras, pasen un buen rato leyendo Los caras de Bélmez.
lunes, octubre 01, 2007
Pablo Francescutti en El País Semanal
Ayer domingo Pablo Francescutti publicó una rápida historia de los platillos volantes en El País Semanal. Le quedó un poco apretujada, por enorme cantidad de temas que cita, pero está bien para hacerse una idea general del mito, y para darse cuenta de que, a pesar de los desahogados que hablaron del mito número 1 de la ciencia contempóránea (sin que se tenga constancia de que se les haya caído la cara de la vergüenza), lo de los ovnis es, en gran medida, un cuento chino, perdón, nortemericano. Al margen, claro, de su claro potencial científico para antropólogos y sociólogos (como Francescutti), psicólogos y folcloristas.
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