En la web de Akásico figura este artículo: El ovni de la discordia, que versa sobre el famoso fenómeno observado desde Canarias el 5 de marzo de
1979, cuyo origen fue el lanzamiento de un par de misiles Poseidón al oeste de Canarias. No aparece autor o autores ni referencia, al
margen del año, 2007. La versión en papel debió ser publicada en Año Cero o Enigmas. Me he tomado la molestia de comentar algunas cosas de las
que aparecen en el deficiente artículo on
line. Al final incluyo una petición al lector.
Sus argumentos principales son interpretaciones sesgadas y erróneas,
cuando no estiradas hasta el absurdo. Se trata del habitual embrollo
periodístico cuyo resultado es el aumento de la confusión en toda aquella mente
que no haya revisado las fuentes originales con detalle.
Al referirse a las conclusiones de la
investigación oficial del Ejército del Aire (expediente oficial
desclasificado 790305, desclasificado el 24 de octubre de 1995) se dice:
Lo observado el 5 de marzo fue un Fenómeno Aéreo No
Identificado (FANI), seguido de un Objeto Volante No Identificado (OVNI), y por
lo tanto de origen desconocido. Sin embargo, y ya desde un primer momento, se
indicó –sin pruebas razonables, dicho sea de paso- que lo observado pudo haber
estado producido por un misil intercontinental Polaris, aún a pesar de no
existir –ni ofrecerse- pruebas oficiales que lo avalasen, presuntamente lanzado
a cientos de millas al suroeste del archipiélago.
Para el autor, las numerosas fotografías del fenómeno no son pruebas
razonables de que lo que en ellas se observa son los efectos de los gases de
combustión de un misil. Prefiere mantenerse en la ignorancia interesada. Es de
suponer que tampoco deseó ver el artículo que publiqué en la web de la desaparecida fundación
Anomalía: ¿OVNIs o misiles?: juzgue Vd. mismo, en el que comparo las fotos canarias con una pequeña muestra de fotos
de lanzamientos de misiles desde otros lugares del mundo, pero no cometo la
torpeza –o la burda trampa- de mostrar un misil en el instante de salir a la
superficie del mar al lado de las imágenes de Canarias, sino que los muestro en
etapas semejantes, a gran altura, a decenas de kilómetros sobre la superficie
marina, que es donde se producen esos espectaculares juegos luminosos entre los
productos de la quema de etapas y los rayos solares, en particular cuando el
Sol se halla bajo el horizonte para los observadores en tierra. Esto no es
“prueba oficial”: es sentido común.
A la izquierda, imagen de los efectos gaseosos a gran altura, iluminados por el Sol ya situado bajo el horizonte a nivel del mar, el 5 de marzo de 1979. Imagen captada desde Izaña (Tenerife). A la derecha, efectos idénticos fotografiados desde Kitt Peak, Arizona el 2 de octubre de 1999 de un misil Minuteman II lanzado desde la base de Vandenberg (California).
Otro argumento para descartar la naturaleza balística del caso usado
por el/los autor/es es el del alcance de los misiles Poseidón. Entre otras
posibilidades previas, cita el alcance ya indicado por Ballester Olmos y Campo en
la Revista de Aeronáutica y Astronáutica (marzo 2001) de 4.600 kilómetros ,
pero:
Se hace preciso añadir que partiendo de la distancia
exacta desde donde se efectuaron los supuestos lanzamientos, éstos no habrían
podido llegar al lugar indicado, precipitándose sobre Francia u Holanda, o
entre la frontera entre de Polonia y Bielorrusia respectivamente.
¿A qué información se está refiriendo el autor del artículo? ¿Se
refiere a los cálculos aproximados de lejanía y altura mínimas aportados por
Manuel Borraz en 1992, o a las impresiones que uno de los tripulantes
del submarino Kamehameha ofreció a
Alfonso Ferrer a principios de siglo XXI? (véase “El ‘ovni de Canarias’. Hablan
militares norteamericanos”. Alfonso Ferrer. En: @nomalía, 10, 2009).
Resalta el cinismo del autor al indicar que:
… se jugó con el desconocimiento por parte de la
opinión pública en referencia a las características propias de este tipo de
proyectil para concluir momentáneamente una serie de incidentes cuyas
características observadas en nada tenían que ver con aquello que se indicó.
Mi opinión, y la de otros muchos investigadores, es que quienes jugaron
con el desconocimiento de la opinión pública fueron aquéllos que se empeñaron
en mantener que los fenómenos respondieron a causas extrañas o misteriosas,
siempre sin aportar pruebas a la altura de tales afirmaciones, contentándose
con remarcar la existencia de unos pocos testimonios extravagantes que no se
conformaban con la mayoría, algo usual cuando se produce un fenómeno luminoso a
gran altura con miles de testigos potenciales, como es el caso de los bólidos,
las reentradas de chatarra espacial y los lanzamientos de misiles balísticos
desde submarinos o bases en tierra.
Por supuesto, al contrario de lo que indica el/los autor/es, ni los
testigos entrevistados en la época ni los que en 1999 –año al que se refiere el
periodista- llevan a pensar que “los presuntos artefactos militares se
encontraran justo encima de las islas”. Al contrario, si se contrastan las
declaraciones aparecidas a los pocos días de ocurrir el suceso, observamos que
una parte de los testigos de las diferentes islas tomaban como referencia para
situar el espectáculo celeste alguna de las islas situadas al oeste respecto de
aquella en la que se hallaban, pero ningún
testigo de El Hierro o de La Palma indicó que se localizara sobre La Gomera,
Tenerife o Fuerteventura, sino en dirección al mar, al oeste del archipiélago.
Esta sencilla comprobación no fue realizada, al parecer, por el autor del lioso
artículo.
Se indica a continuación que, “según el análisis objetivo de los datos
realizado por nuestro equipo” (sic), “teniéndose en cuenta que en este
incidente son miles los testigos que coinciden en indicar esa serie de
cuestiones anómalas”. Esto quiere decir, en realidad, que las cuestiones
básicas de psicología de la percepción, el temor, la subjetividad y las fallas
ineluctables del testimonio humano deben ser obviadas, confiar porque sí y dar
por buenos aquellos detalles que coincidan con mis ideas preconcebidas sobre
las maravillas ufo-paranormales de que vivimos rodeados. Porque es que: “¡El
fenómeno tuvo una envergadura sorprendente!” y además se produjeron “cambios de
trayectoria, estacionamientos y deceleraciones, unas maniobras imposibles de
efectuar por un misil de las características que se pretende”. Se trata de las
mismas simplezas interesadas aptas únicamente para quien de antemano decidió
asimilar un escenario anómalo diseñado por periodistas practicantes de la
pseudo-ufología con décadas de experiencia y nula credibilidad. La inmensa
mayoría de los testimonios no se refirió a esos detalles “anómalos”, que se
debieron a la interpretación subjetiva y deformada de unos pocos testigos: lo
esperable en un suceso como este.
Un estudio “llevado a cabo en uno de los lugares exactos desde donde se
obtuvieron varias de las famosas fotografías” permitió a los autores (escriben
en plural pero en el enlace de Internet no aparece autor alguno y no consta tal
estudio) “comprobar in situ que muchos de los datos recopilados por el Ejército
del Aire en el informe desclasificado son ciertos, evidenciándose ante todo que
el fenómeno era incluso mayor que lo que se ha venido describiendo hasta el
momento”. Es de lo poco sensato que hay en el artículo. Ciertamente, el
fenómeno tuvo unas dimensiones mucho mayores que las que el juez instructor del
caso le asignó; en realidad, el ahora coronel Pedro Ortega no llegó a saber en
ningún momento la causa del fenómeno, motivo por el cual lo dejó sin explicar
como Fenómeno Aéreo No Identificado (FANI) y ovni en una segunda etapa.
El resumen de las dimensiones
obtenidas en el citado “estudio” vuelve a pecar por defecto: 10 kilómetros de
altura sobre el nivel del mar y 200 kilómetros de distancia a las islas. Los
datos numéricos que figuran a continuación parecen quedarse cortos, pero
empiezan a dar una idea de la magnitud real del fenómeno; a pesar de ello, no llevó al autor o autores a sospechar la auténtica
naturaleza del caso, que prefirió mantenerse en un ficticio escenario
misterioso:
- La gigantesca
campana de luz quedó estacionada durante un tiempo indeterminado, alcanzando
una altura aproximada de 70 Km .
- En su mayor
magnitud la citada campana alcanzó 70 Km . de sección.
- Con un área que
ofrecía la sorprendente cifra de 3.500 Km2.
- Con un diámetro
de la línea amarilla interior observada en las instantáneas de 65Km. En otras
palabras, la campana luminosa casi duplicaría la superficie de la isla de
Tenerife.
- Según informes
oficiales, el diámetro de la galaxia [así llama metafóricamente al fenómeno de
las estelas y el objeto central] fue de unos 100 Km . de envergadura.
- Sin embargo
obtuvimos datos mayores, pues llegamos a constatar que ésta alcanzó
aproximadamente 283 Km .
Estos datos son producto de las mediciones realizadas desde un lugar de
Gran Canaria no indicado basándose en una de las fotos obtenidas aquel
anochecer de 1979. Son simples tentativas que se aproximan a las dimensiones
reales de un fenómeno completamente artificial. Pero el proceso de realización
de esas mediciones no consta en el enlace de Internet; es posible que fuera
publicado en la edición impresa de la revista y eliminado de la versión digital.
A continuación se aleja de nuevo de la evidencia disponible al apuntar
que al proyectar esos datos sobre cartas náuticas y planos militares del
archipiélago “… tenemos en cuenta que el fenómeno se estima a unos 223 Km . de Izaña (Tenerife)
comprobamos que los extremos del mismo casi rozan El Hierro y La Palma”. No hay
testimonio alguno, o conjunto de éstos, que permita pensar que alguna etapa del
suceso se desarrollara sobre el extremo occidental de Canarias. En cuanto a la
distancia, esos 223 Km .
se quedan cortísimos, como planteó Manuel Borraz en Los gigantes de Gáldar y los avistamientos canarios, ensayo que es
de imaginar conoce el autor o autores del artículo (http://www.ikaros.org.es/galdar.pdf).
Cualquier investigador guiado por la lógica y el interés en explicar
los misterios llegaría a la conclusión, a partir de las aproximaciones mínimas
de Borraz citadas y las que ahora presenta el autor del artículo de Internet, que
el fenómeno, efectivamente, tuvo su origen en, al menos, un lanzamiento
balístico desde un submarino al oeste de Canarias, porque ésas son las
dimensiones que sus sucesivas etapas alcanzan, y también porque es
prácticamente idéntico al espectáculo visual observado en muchas otras
ocasiones previas y posteriores; pero no: su “primera gran conclusión” es que un
misil de las características que se pretende no puede alcanzar semejante
magnitud, ni siquiera en el momento de mayor apogeo. No se razona el por qué de
esta afirmación, que choca con la evidencia empírica de no pocas ocasiones
prácticamente idénticas. Tampoco tiene especial relevancia para el autor o
autores que Alfonso Ferrer localizase vía Internet a varios de los tripulantes
de los submarinos responsables de los lanzamientos observados desde Canarias y
que confirmaran, al mostrarle las fotografías del 5/3/79, que efectivamente se
trataba de un fenómeno muy conocido para ellos. Para el autor del artículo,
“las declaraciones eran confusas y sin proporcionar pruebas fehacientes que
permitieran corroborar sus afirmaciones”. Obviamente, las dudas que surgen a
raíz del testimonio obtenido por Ferrer del militar Robert Boice nacen de la
autenticidad de la fuente y de si se refiere concretamente a la fecha en
cuestión. Pero sería sorprendente, más sin conocer a Ferrer, que un presunto militar
retirado confirmara los hechos planteados por el citado de no ser más que un
tipo sin relación profesional alguna con estas pruebas balísticas. En este
caso, lo lógico habría sido hacer caso omiso a sus preguntas por correo
electrónico. Las respuestas
obtenidas son, además, bastante coherentes con el escenario general del
acontecimiento, aunque inexactas.
Por otro lado, las argumentaciones del artículo pueden ser igualmente
vueltas en su contra por razones semejantes: ¿por qué tenemos que aceptar que,
a partir de “nuestras recientes indagaciones”, los datos apuntan a que los
submarinos zarparon de Rota pero con dirección no a Canarias sino a la
República Federal de Alemania para incorporarse a unas maniobras de la
OTAN? Y si fue así en algunas ocasiones,
¿cómo sabe que también ocurrió lo mismo el 5 de marzo de 1979? “¿Fue Ferrer
víctima de una confusión por parte de su informante o de una maniobra intoxicadora?”,
pregunta el autor anónimo. Por mi parte, prefiero reservarme la opinión de
quién intoxica realmente, y quiénes lo han hecho históricamente, aunque
seguramente el lector lo adivinará.
Es difícil que el tripulante del submarino recordara la fecha exacta
del suceso, pero, sin embargo, pareció resultarle familiar, y reconocer
perfectamente lo que quedó registrado en las fotos, independientemente de que
fuera testigo de este caso concreto o de otros semejantes; fotos que son las enemigas número 1 de todos los especuladores
gratuitos de este caso, ya que son objetivas y delatan, ante cualquiera que no
desee seguir engañándose a sí mismo y a los demás, que toda aquella performance (perdóneseme el barbarismo)
fue debida a un par de misiles Poseidón lanzados por la armada de los EE.UU.
Por otro lado, no parece lógico pensar, como indica de pasada el autor, que se
tratara de un día rutinario, como cualquier otro, lo que haría difícil que su
recuerdo se ajustara a la realidad concreta de aquel día. El autor también
realiza otras preguntas carentes de sentido: “¿Cuántos disparos podría
presenciar desde dentro de una mole de
acero en al menos diez años de servicios”? Por algún motivo desconocido, los
tripulantes de un submarino norteamericano no podían saber qué efectos produce
en la alta atmósfera el lanzamiento de los misiles que llevan en la nave que
pilotan… “¿Por qué iba a recordar algo que no pudo ver por estar dentro de la
nave y cuya repercusión admitió desconocer?”. Es una pregunta semejante a la
anterior, y la respuesta también es semejante. Tampoco es difícil de imaginar
que ninguno de los tripulantes del submarino norteamericano Kamehameha comprara los días siguientes El Día o el Diario de Avisos en un kiosco de la plaza de España de Santa Cruz
de Tenerife para enterarse de la repercusión social del fenómeno observado el
atardecer del 5 de marzo.
Tal y como de desprende de nuestras simulaciones
realizadas a partir de muchos de los datos obtenidos tanto en 1979 como a día
de hoy, las versiones balísticas propuestas despojadas de sus engañosos
gráficos e hipótesis un tanto sospechosas apenas soportan un sencillo análisis.
Más bien al contrario, pues precisamente estudios recientes vienen a demostrar
algo muy distinto a lo que desde determinados sectores se ha afirmado durante
años sin pruebas contundentes, y lo que es peor, despreciando un elemento
importante dentro de todos los incidentes OVNI: en este caso el testimonio
ofrecido por miles de canarios que ponen en tela de juicio la veracidad –y las
intenciones- de los que abogan por la tesis del Poseidón C-3.
En verdad que estoy deseoso de conocer esas simulaciones a partir de “muchos
datos”; también estoy deseoso de conocer por qué esas hipótesis balísticas son
“un tanto engañosas”, y también ardo en deseos de conocer esos “estudios
recientes” que, hasta ahora, no he visto por parte alguna, a pesar de que, al
parecer, demuestran que el fenómeno fue algo…, no sé, ¿raro?; ¿paranormal?;
“¿ufo-misterioso?; ¿extraterrestre?; ¿chiripitifláutico?
El último párrafo incide en una vieja trampa: comparar el fenómeno del
5/3/79 con la salida del mar de un misil para descartar que el primero pudiese
tratarse del citado artefacto. Presumo que ésta es la absurda comparación que
se pretende establecer porque no figura imagen alguna en la web. De ahí dictamina el autor que “en
absoluto puede ser el referido y mil veces citado Poseidón C-3, incapaz de generar tales efectos”. Es sorprendente el
desconocimiento que muestra el autor, más cuando parece haber indagado en el
suceso –dando palos de ciego, no obstante-, aunque ello no le ha permitido descubrir
y observar las múltiples instantáneas que existen en todo el mundo de fenómenos
idénticos al del caso canario reconocidos como lanzamientos balísticos por las
potencias responsables. Así se mantiene el falso misterio: ignorando los hechos
evidentes y evitando cualquier interpretación económica al respecto.
------------------
PETICIÓN AL LECTOR:
¿Podría el lector aportar copia íntegra
de la versión publicada en la revista Año
Cero o Enigmas de este artículo http://www.xn--revistaaocero-pkb.com/secciones/ovnis-vida-extraterrestre/ovni-discordia reproducido
en la web de Akásico, incluyendo referencia completa?
¿Incluye la versión en papel alguno de
los “estudios” a los que se refiere en el texto? Si no, ¿dónde fueron
publicados? ¿Son accesibles en algún web
o blog?