José G. González insertó, en una de sus recopilaciones de sobre ovnis en Tenerife (1992), un relato que, según su criterio, cae bajo la citada categoría, aunque no aparecen por ningún lado platillos volantes, naves nodriza o algún otro artefacto volador de los que el folclore ufológico maneja con aparente conocimiento de causa.
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