Sánchez Dragó repitió el argumento de la antigüedad para justificar estas prácticas. Parece que por el hecho de que las cosas sean viejas funcionan más y mejor (no es el momento de hacer bromas). Además el argumento es falso, como saben los astrólogos. Lo interesante es que, de pasada, citó que en el siglo XX en algunos países como Alemania también se usaba la homeopatía, y que estaba reconocida oficialmente. Sí, supongo que se estaría refiriendo a la Alemania nacionalsocialista. Como recoge Rosa Sala Rose en su estupendo Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo (voz Paracelso):
En 1934 se inauguró en Dresde el Hospital Rudolf Hess, el primer hospital enteramente dedicado a la práctica de las terapias alternativas que se conoce, en el que el naturismo se complementaba con la hidroterapia, la talasoterapia, la homeopatía, el vegetarianismo, el nudismo, entre otros. En él se trató de trazar un puente entre la medicina ortodoxa y la alternativa invitando a los médicos a venerar las fuerzas curativas presentes en la naturaleza -en palabras del responsable de medicina del Reich- y a reducir el empleo de medicamentos.
No es la única semejanza existente entre el magma contemporáneo de lo oculto, lo alternativo y lo esotérico y la cosmovisión nacionalsocialista. Al margen de factores ideológicos más concretos, hay que señalar la sobrevaloración nazi de lo natural frente a lo artificial y tecnológico, de lo intuido frente a lo pensado racionalmente, y de la emotividad primordial frente al intelectualismo burgués, en este caso el de los médicos, gremio en el que, como señala Rosa Sala, abundaban los judíos de carácter liberal en la Alemania de entreguerras. Por supuesto, no quiero decir que los promotores contemporáneos de las especulaciones ocultistas se identifiquen con la ideología del Tercer Reich -aunque hay excepciones-, sino que ambos beben en fuentes similares en una medida que está por valorar adecuadamente.
El inspirador de esta constelación de ideas médicas alternativas, tanto para el régimen hitleriano como para los heterodoxos previos y posteriores es, entre otros, Aureolus Philipus Theophrastus Bombastus von Hohenheim, más conocido por Paracelso, y que, como se podrán imaginar, no era una versión paranormalista de Celso, el autor de la diatriba del siglo II Discurso verdadero contra los cristianos, sino un médico alemán renacentista, imbuido a partes más o menos iguales de simbolismo mágico-esotérico neoplatónico y de la ciencia, en cuanto crítica de una tradición heredada, que por entonces empezaba a adquirir la forma que siglos después la llevaría al éxito explicativo del mundo. Ferviente partidario de la naturopatía, herborizaba con frecuencia y tomaba nota de los remedios médicos tradicionales que se encontraba en las zonas rurales de su patria y en sus correrías por el resto de Europa, algo que los niños de Adolf harían con fruición cuatro siglos más tarde.
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Paracelso
Como indica Javier Puerto en su muy recomendable biografía de este médico alquimista (Paracelso. El hombre en llamas. Nivola Ediciones, Madrid, 2001), su método de conocimiento era la unión íntima de nuestro intelecto superior con la esencia o núcleo espiritual de todas las cosas, realización cognitiva total posible gracias a una de las creencias fundamentales de todo el esoterismo y de no pocas especulaciones contemporáneas como las sincronicidades y las causalidades ocultas: la doctrina de las correspondencias entre el macrocosmos y el microcosmos. ¿Les suena? A muchos alternativos actuales debe darles la impresión de que sus "vanguardistas" creencias están basadas en descubrimientos de la noche pasada. Que se vayan desengañando.