Por cierto, el martes La Opinión de Tenerife se hizo eco nuevamente de la desaparición de Corzo, insertando una noticia con foto en su página 24. Reproduce unas palabras suyas: "... se mostraba interesado en la divulgación de la ciencia y, sobre todo, en tratar de que la irracionalidad y la superchería sean menos florecientes de lo que son en la actualidad [...] y en difundir el pensamiento crítico de verdad, basado en el análisis de los datos y no en el seguimiento de fervorosos de las beaterías semicientíficas de moda". ¿Entendido?
Hoy, en la tercera jornada del Curso Interdisciplinar del VEU de la ULL Ciencia y pseudociencias, el Rector presentará la charla que habría impartido Corzo sobre los transgénicos, y a continuación se pasará una entrevista grabada a Javier -precisamente sobre el tema de su charla- en el programa Autopista a la ciencia de Radio Campus, la emisora universitaria, todo ello como uno de los homenajes previstos al bioquímico fallecido. De ello se hizo eco ayer La opinión de Tenerife en su página 12.
Sin más, la entrada prometida.
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Los cripto - zoólogos son unas personas que sienten curiosidad por las cosas extrañas y raras del reino animal, más bien de los animalotes, es decir, nada de pequeños insectos, microcrustátecos o anélidos extraños hasta ahora desconocidos, no: cuanto más grandes mejor; un buen Yeti, un buen Moleke-Mbembe, un plesiosaurio imperecedero en un lago escocés... De gran tonelaje, vaya. Las minucias no venden, y la curiosidad desordenada sólo es capaz de enfocarse en lo muy grande, ya sea el rumor de un platillo volante estrellado en un desierto, una leyenda criptozooógica como las citadas, o los bloques de las pirámides egipcias elevados con la "fuerza del pensamiento" de los extraterrestres cabezones que le resolvieron la papeleta a los torpes egipcios. Al mismo tiempo, en ámbitos más académicos que la propaganda en papel cuché y los libros-basura al uso, se detecta desde hace ya bastante tiempo una disminución del tamaño en lo que respecta a las fuerzas psíquico-paranormales, como mostraron Broch y Charpak en su muy recomendable Conviértase en brujo, conviértase en sabio. La desmitificación científica de las supersticiones y los fenómenos paranormales (Ediciones B, Barcelona, 2003): de mover pesados objetos como grandes bloques de piedra en la antigüedad o moais pascuences se pasó a mover mesas y taburetes en el siglo XIX; y luego, a lo largo del siglo XX, dedales, pequeños motores, lápices e hilos; y por último, nos cuentan cosas sobre la micro-psicoquinesis. ¿Para cuándo la microcalifragilística cuántica?
Desgraciadamente, los cripto - zoólogos no han aportado prueba alguna con que sustanciar sus cripto afirmaciones, grandes y desmesuradas como un saurópodo de los que se esconden detrás de un tronco de bambú cuando un zoólogo pasa por sus inmediaciones para no ser descubierto por la ciencia malvada y cerrada de mollera, o de los que no quedan reflejados en película fotográfica porque al inútil criptopersonaje de turno se le quedó enganchada la gorra delante del objetivo de la cámara. Y es que, mientras no haya pruebas, sólo tenemos retórica, rumores y leyendas, y propensión a detectar "revoluciones paleontológicas" donde no hay más que cuentos populares.
¿Y qué pasa con el ADN? Pues pasa una cosa muy importante, por centrarme en este asunto y no citar detalles como las fotografías borrosas, las declaraciones contradictorias y vagas, el celo por ocultarse de estos especímenes, la educación que manifiestan a la hora de no dejar restos orgánicos que puedan delatarlos y otras muchas objeciones críticas que al buen criptozoólogo lo dejan completamente indiferente, como le ocurre a todo portador de una fe.
Los científicos desean fervientemente hallar nuevas especies. Para los zoólogos supone prestigio personal. Pero los requisitos para que un descubrimiento sea aceptado por la comunidad científica son importantes y nada fáciles: el autor del descubrimiento debe publicar un artículo sobre su hallazgo en una revista académica con sistema de arbitraje y debe existir un ejemplar de la especie depositado en un museo u organismo competente a la vista de todos los interesados, o bien un fragmento del organismo original, conformando lo que se denomina el holotipo. A ello hay que añadir en los últimos años las infalibles pruebas de ADN. ¿Dónde está el ADN de Nessie, del Bigfoot o del chupacabras?
Si se quieren enterar con mayor detalle de cómo se procede en la ciencia para dar a conocer hallazgos o publicar réplicas y comentarios, les recomiendo que se pasen por la charla del astrofísico Ramón García López en el Curso Ciencia y pseudociencias el próximo día 6 de abril a las 19:00 horas, La comunicación de los resultados científicos. Aprenderán a distinguir entre publicar y segregar paridas aptas sólo para el papel cuché multicolor que no pasan más filtro que la previsión de ventas.
La última novedad crítica en el campo de la criptozoología es Bigfoot Exposed: An Anthropologist Examines Americas´s Enduring Legend, un ensayo del antropólogo David J. Daegling del que Benjamin Radford publica una reseña en el antepenúltimo número de Skeptical Inquirer (Vol. 29, No 6, November/December 2005).
Daegling se refiere a la baja calidad de las "evidencias" existentes del bicho peludo antropomorfo, y expone las principales falacias de los abogados del Bigfoot, entre ellas la sobrevaloración de los testimonios, esa piedra contra la que tropiezan una vez tras otra los fabricantes de leyendas, las sospechosas huellas, la filmación Patterson (sobre la que el mismo Daegling publicó un clarificador artículo en SI, Vol. 23, No 3, May/June 1999 ) y la ausencia de parientes en el registro fósil. Al contrario que en otras áreas de investigación, el conocimiento de estos presuntos fenómenos o apariciones apenas ha mejorado en los últimos cincuenta años.
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La obra fue declarada "mejor libro escéptico de criptozoología" en 2004 por la publicación The Anomalist, pero, con lógica, Radford se pregunta por la razón última de estas clasificaciones (escéptico y no escéptico): ¿acaso se puede ser no escéptico a la hora de tratar seriamente una de estas leyendas?, ¿o es que queremos convencer al público lector para que trague en ausencia de pruebas?
Por cierto, ¿podemos considerar al hombre del saco un espécimen criptozoológico? Probablemente, muchos niños llegaron a vislumbrarlo, y no existe la más mínimo indicio de su existencia, no hay fotos, ni descripciones concordantes, claras y precisas. ¿Qué?, ¿que eso es suficiente para descartarlo de la realidad como leyenda o simple creencia fomentada culturalmente?; hombre, no me joda: abra usted su mente y deje entrar las nuevas realidades alternativas, la conexión cósmica con el más allá. Vislumbre el envés de la trama (no me refiero al desvergonzado afán de lucro de los papanatas del misterio); enamórese de los enigmas socializados; sienta la magia y deje que sus neuronas sean agitadas por el viento facilón de los paranormaleríos aduladores de la condición humana; seleccione las "evidencias" que le interesan para construir su mundo personal autosuficiente; no deje que ningún crítico le venda la moto del examen implacable de sus inmediaciones vitales y de sus pajillas mentales; lea sólo devocionarios del misterio; adore a los soplagaitas del astral; sea un heterodoxo de pacotilla, un romántico de cartón piedra, un Werther de charanga y pandereta; créase todo lo que le cuenten, siempre y cuando encaje con sus esquemas previos y proceda de acrisolados divulgadores de la cultura paralela, de lo alternativo prefabricado, de la mitología ranciognóstica rediviva (o recidiva, más bien). En definitiva, créase lo que le digo porque lo digo yo, y basta, no lo ponga en duda; yo tengo un carisma y usted sabe que lo que digo es verdad, lo siente así, sabe en su intimidad que es así; nadie tiene que venir a cuestionar esta particular relación que hemos establecido entre usted (y otros quinientos millones) y yo, que soy el del carisma, no lo dude. Trague sin masticar, iníciese en las nuevas realidades, compre, compre, compre. No sea pesimista, ni crítico, ni se indigne cuando yo, el del carisma, tenga un mal momento y diga alguna gilipollez más grande de la cuenta (es decir, lo que esos malditos escépticos comeniños creen que es una chorrada estúpida); si no, ¿cuándo iría usted a comprar, comprar, comprar las exquisitas producciones salidas del magín de Coelho, de Chopra o de alguno de los misteriólogos españoles? Tenga fe y comulgue, coño! Dude un poco, pero no mucho. Dude cuando le quieran vender como nuevo un coche con los asientos rajados y con ruidos extraños, pero no cuando alguien le comunique que el chupacabras se merendó siete ovejas en las afueras de su pueblo, o cuando un tipo le cuente que viaja en el "astral" y ve cosas maravillosas. No se pase de listo...
Cripto saludos.