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Por favor, mantengan a los criptos lejos de mí...
En puridad, los criptozoólogos no deberían ni mirar para estos seres, porque se trata de entes naturales y reales, no quimeras ni productos de la imaginación de una serie de maniáticos inmunes a cualquier crítica o consideración ecológica sobre la imposibilidad de la existencia de seres como el Bigfoof, Nessi o algún dinosaurio perdido por las selvas africanas. Supongo que cada vez que aparece un cefalópodo un poco más grande de los que comemos troceados en bocadillo a los criptos les viene a la imaginación el kraken.
¡Por favor, llamen a un criptozoólogo!
A veces pienso que en la mente de los eternos rumiadores de posibilidades imposibles debe haber algún tipo de desorden, alguna disonancia en su curiosidad natural que les lleva a extender e igualar en su nivel existencial a seres reales y a seres míticos, o a simples rumores nacidos del miedo a lo desconocido y de las sospechas basadas en la ignorancia de la biología de los grandes vertebrados. Quizá también influya el afán por simular ser los Indiana Jones de la biología, y el sacarse unas perrillas de paso vendiendo monstruos, demonios y maravillas.
Por último, algunas recomendaciones bibliográficas:
El yeti y otros bichos ¡vaya timo! Carlos Chordá
Monstruos. Eduardo Angulo.
Y también Tracking the Chupacabra, de Benjamin Radford, que espero poder comentar próximamente.