Antonio Ribera pasa por ser uno de los padres de la ufología española, lo que quiere decir que
fue uno de los primeros en reunir recortes de prensa sobre platillos volantes y
expresar por escrito su interpretación personal de una noticia de prensa que
transmite la interpretación personal de un periodista que transmite la
interpretación de un testigo de un supuesto fenómeno (o lo que fuera) que
habría percibido con sus sentidos. Para algunos esto son pruebas.
Ribera es uno de esos autores que
sigue siendo relativamente conocido entre los aficionados de cierta edad a la
divulgación científica y en particular a las cosas del espacio, la astronáutica,
la vida en el cosmos y otros temas de la misma familia, como he comprobado en
varias ocasiones. En su faceta de padre
de la ufología española ignoro si realmente estuvo satisfecho de serlo (viendo
lo que vino después, en gran parte) o más bien sentía la misma sensación que
experimenta un padre ante un hijo que es un chorizo. Porque si en este caso el padre
fue un hombre creyente en las visitas alienígenas a bordo de platillos volantes
y en general reacio a las explicaciones naturalistas de los testimonios pero
honrado, su supuesta y mayoritaria progenie no creyó más que en el dinero, en
fardar y en dispersar chorradas platillistas. Malos periodistas, periodistillas
y periodistuchos, hinbestigadores, contactados y frikazos al por mayor: éstas
son las etiquetas con las que identificar a la peña del platillo nacional. Las
ovejas negras de todo este rebaño crearon Cuadernos de Ufología y fundaron la fundación Anomalía (Íkaros al final),
entre otras cosas de mérito.
Como creyente en las visitas
espaciales, Ribera mostró cierto grado de conspiranoia, lo cual es normal; si
no, la creencia se desvanece, y no es cuestión… Hay diversos ejemplos en este
sentido en su clásico El gran enigma de
los platillos volantes, del que estos días releo algunas partes (en su
edición de 1975, Plaza y Janés, Barcelona). En la página 14 el autor se refiriere
al escepticismo con que las Fuerzas Aéreas norteamericanas acogieron desde el
principio la marea de observaciones de platillos volantes al mismo tiempo que
creó diversos proyectos de estudio:
Son también los millones de dólares invertidos por el Gobierno
norteamericano en la creación y mantenimiento de diversas comisiones de
encuesta, creadas en el seno de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos con el
único y exclusivo propósito de estudiar los elusivos discos… algo inexistente,
según sus propias declaraciones. ¿Cabe mayor paradoja?
¿Era realmente el objeto de esas
comisiones el estudio de “los elusivos discos” (proyectos Sign,
Grudge y Blue Book)?
¿O más bien los informes sobre los
elusivos discos? El autor descubre una paradoja donde no la hay. En realidad,
lamenta que la conclusión no fuera lo que muchos deseaban de antemano: el
reconocimiento de que nos visitan seres extraterrestres. No llegaron a esta
conclusión de antemano; de haber sido así sí habría resultado paradójico
destinar fondos a esa posibilidad. Pero ese dictamen fue posterior, así que no
estaban investigando algo inexistente según sus propias declaraciones. De todas
formas, este razonamiento funciona entre los lectores menos críticos porque es
conspirativo. Sin conspiración no hay platillos volantes, ni ovnis, ni
caballería andante que se enfrenta al Ejército que oculta las pruebas que yo sé que existen, porque he hecho
tropecientos mil kilómetros disfrazado de periodista y me lo han contado. Pero
¿es sorprendente acaso que dedicaran tiempo y recursos económicos antes de
llegar a esa conclusión? Los misteriófilos pretenden que los científicos (esos
señores aburridos y prosaicos a los que acuden cada vez que pueden para que
avalen por simpatía sus elucubraciones y montajes mediáticos) se impliquen en
el estudio de los ovnis pero cuando lo han hecho y las conclusiones han sido
escépticas o muy prudentes sugieren extrañas manipulaciones de la verdad.
Después de Ribera, y no sólo en
el terreno de la ufología, la gran mayoría del colectivo ufo-paranormal español
se fue alejando de cualquier mínimo atisbo de pensamiento crítico y se dedicó a
perseverar en el pseudo periodismo de charanga y pandereta misteriosa y
enigmática. El aficionado tragaba y sigue tragando sin pensar en esa comida
basura que le sirven.
Las obras contemporáneas sobre
misterios, las revistas mensuales porno-paranormales y las webs horrendas de
colores incómodos y chillones están plagadas de razonamientos similares al
ejemplo de Ribera, y aun mucho peores. Si está usted interesado en leer libros y
revistas sobre estas cosillas hágalo desde un punto de vista crítico: tenga en
cuenta que la gran mayoría de lo que le plantean son simples falsedades o bien
interpretaciones delirantes de personajes que se sienten como en casa en la
zona de la pseudociencia hard. Juegue a detectar falacias, a encontrar puntos
débiles; sorpréndase descubriendo una presunción inasumible disfrazada de
posibilidad o mente abierta, o dicho de otra forma, percátese de cómo los
pseudoperiodistas del misterio intentan que usted se meta la rueda de un molino
en la boca a modo de comunión. Y todo con una sonrisa en la jeta, chorreando
buen rollo y vendiéndose como científicos adelantados, o codeándose con los que, medio despistados e ignorantes de lo que se cuece en los media, sirven como
legitimadores de la parafernalia semanal de los misterios de cosecha propia.
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