martes, abril 17, 2012

El padre Ribera y sus hijos


Antonio Ribera pasa por ser uno de los padres de la ufología española, lo que quiere decir que fue uno de los primeros en reunir recortes de prensa sobre platillos volantes y expresar por escrito su interpretación personal de una noticia de prensa que transmite la interpretación personal de un periodista que transmite la interpretación de un testigo de un supuesto fenómeno (o lo que fuera) que habría percibido con sus sentidos. Para algunos esto son pruebas.

Ribera es uno de esos autores que sigue siendo relativamente conocido entre los aficionados de cierta edad a la divulgación científica y en particular a las cosas del espacio, la astronáutica, la vida en el cosmos y otros temas de la misma familia, como he comprobado en varias ocasiones. En su faceta de padre de la ufología española ignoro si realmente estuvo satisfecho de serlo (viendo lo que vino después, en gran parte) o más bien sentía la misma sensación que experimenta un padre ante un hijo que es un chorizo. Porque si en este caso el padre fue un hombre creyente en las visitas alienígenas a bordo de platillos volantes y en general reacio a las explicaciones naturalistas de los testimonios pero honrado, su supuesta y mayoritaria progenie no creyó más que en el dinero, en fardar y en dispersar chorradas platillistas. Malos periodistas, periodistillas y periodistuchos, hinbestigadores, contactados y frikazos al por mayor: éstas son las etiquetas con las que identificar a la peña del platillo nacional. Las ovejas negras de todo este rebaño crearon Cuadernos de Ufología y fundaron la fundación Anomalía (Íkaros al final), entre otras cosas de mérito.

Como creyente en las visitas espaciales, Ribera mostró cierto grado de conspiranoia, lo cual es normal; si no, la creencia se desvanece, y no es cuestión… Hay diversos ejemplos en este sentido en su clásico El gran enigma de los platillos volantes, del que estos días releo algunas partes (en su edición de 1975, Plaza y Janés, Barcelona). En la página 14 el autor se refiriere al escepticismo con que las Fuerzas Aéreas norteamericanas acogieron desde el principio la marea de observaciones de platillos volantes al mismo tiempo que creó diversos proyectos de estudio:

Son también los millones de dólares invertidos por el Gobierno norteamericano en la creación y mantenimiento de diversas comisiones de encuesta, creadas en el seno de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos con el único y exclusivo propósito de estudiar los elusivos discos… algo inexistente, según sus propias declaraciones. ¿Cabe mayor paradoja?

¿Era realmente el objeto de esas comisiones el estudio de “los elusivos discos” (proyectos Sign, Grudge y Blue Book)? ¿O más bien los informes sobre los elusivos discos? El autor descubre una paradoja donde no la hay. En realidad, lamenta que la conclusión no fuera lo que muchos deseaban de antemano: el reconocimiento de que nos visitan seres extraterrestres. No llegaron a esta conclusión de antemano; de haber sido así sí habría resultado paradójico destinar fondos a esa posibilidad. Pero ese dictamen fue posterior, así que no estaban investigando algo inexistente según sus propias declaraciones. De todas formas, este razonamiento funciona entre los lectores menos críticos porque es conspirativo. Sin conspiración no hay platillos volantes, ni ovnis, ni caballería andante que se enfrenta al Ejército que oculta las pruebas que yo sé que existen, porque he hecho tropecientos mil kilómetros disfrazado de periodista y me lo han contado. Pero ¿es sorprendente acaso que dedicaran tiempo y recursos económicos antes de llegar a esa conclusión? Los misteriófilos pretenden que los científicos (esos señores aburridos y prosaicos a los que acuden cada vez que pueden para que avalen por simpatía sus elucubraciones y montajes mediáticos) se impliquen en el estudio de los ovnis pero cuando lo han hecho y las conclusiones han sido escépticas o muy prudentes sugieren extrañas manipulaciones de la verdad.

Después de Ribera, y no sólo en el terreno de la ufología, la gran mayoría del colectivo ufo-paranormal español se fue alejando de cualquier mínimo atisbo de pensamiento crítico y se dedicó a perseverar en el pseudo periodismo de charanga y pandereta misteriosa y enigmática. El aficionado tragaba y sigue tragando sin pensar en esa comida basura que le sirven.

Las obras contemporáneas sobre misterios, las revistas mensuales porno-paranormales y las webs horrendas de colores incómodos y chillones están plagadas de razonamientos similares al ejemplo de Ribera, y aun mucho peores. Si está usted interesado en leer libros y revistas sobre estas cosillas hágalo desde un punto de vista crítico: tenga en cuenta que la gran mayoría de lo que le plantean son simples falsedades o bien interpretaciones delirantes de personajes que se sienten como en casa en la zona de la pseudociencia hard. Juegue a detectar falacias, a encontrar puntos débiles; sorpréndase descubriendo una presunción inasumible disfrazada de posibilidad o mente abierta, o dicho de otra forma, percátese de cómo los pseudoperiodistas del misterio intentan que usted se meta la rueda de un molino en la boca a modo de comunión. Y todo con una sonrisa en la jeta, chorreando buen rollo y vendiéndose como científicos adelantados, o codeándose con los que, medio despistados e ignorantes de lo que se cuece en los media, sirven como legitimadores de la parafernalia semanal de los misterios de cosecha propia.

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