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Que Tarnas intente convencer al lector de que los planetas del Sistema Solar influyen en los acontecimientos humanos no debe sorprendernos en cuanto averiguamos en la Wikipedia que trabajó diez años en el Instituto Esalen (California), una de las mecas de la New Age desde los años 70. Por eso dice Tarnas en la reseña periodística que "... sólo ha podido embarcarse en este proyecto por enseñar en esa zona (que no se indica), donde hay menos prejuicios académicos". Vamos, quiere decir que en Esalen no le pidieron nunca una demostración científica de sus mega-extraordinarias afirmaciones. ¡Qué bien habría quedado un artículo sintético de sus revolucionarias propuestas en Nature, en Science o en Astrophysical Journal! Pero claro, estas son unas revistas llenas de prejuicios académicos, conservadoras, donde las ideas atrevidas están prohibidas, y donde se limitan a un permanente recordatorio de lo evidente, como si de escolásticos que adoran a Aristóteles se tratara.
Un ambiente progresista y aperturista, en cambio, te permite asegurar que
.. el día que Jimi Hendrix arrasó ante las multitudes con su forma heterodoxa de tocar la guitarra y el día que Viena se rindió a los pies de Beethoven por la hondura de sus conciertos de piano los planetas estaban alineados de la misma manera.
Y yo me pregunto: ¿fue un solo día el tiempo que arrasó Hendrix y su guitarra? ¿Podríamos encontrar alguna aparente relación cuantitativa entre los acontecimientos citados y el número de moscas cazadas por arañas en la Selva Negra? ¿Y entre los días de triunfo en concierto de Hendrix y el aumento de goles en la siguiente jornada de la liga de fútbol española? Ustedes pueden seguir haciendo preguntas similares...
Esta forma de relación que Tarnas detecta no es causal, sino
... una manera distinta de ver las cosas que nos permita reconciliarnos con la naturaleza.
Bien, nunca hemos dejado de estar reconciliados con la naturaleza. Somos producto de ella, y no podemos, so pena de dejar de ser humanos, dejar de estar conciliados con ella. Compartimos la bioquímica fundamental con los robles, las jirafas y los paramecios. Somos naturaleza. Otra cosa es que nuestro modelo de desarrollo tecnológico esté afectando a la biosfera, pero introducir una falsa creencia, mayoritariamente abandonada, en nuestra vida no nos va a ayudar a reconducir la situación.
En la contraportada del libro podemos leer:
Presenta un coherente desafío a la hipótesis de fondo de la visión moderna de un mundo inanimado e inconsciente, vacío de todo propósito y sentido, donde lo real es sólo aquello que puede ser cuantificado. Tarnas demuestra las contradicciones de esta visión restrictiva del mundo y presenta una perspectiva "cualitativa" y arquetípica
Como si de un René Guénon redivivo se tratara, Tarnas recupera el discurso de la philosophia perennis como salvavidas del desorden y la falta de sentido. Pero no se vayan, que ahora viene el segundo plato:
Señala una correlación entre los movimientos planetarios del cosmos y las experiencias arquetípicas del ser humano.
Como postre, les valdrá la cita de C. G. Jung que abre el libro:
Nuestra psique está formada en armonía con la estructura del universo y lo que sucede en el macrocosmos sucede igualmente en los rincones infinitesimales y más subjetivos de la psique
En: Recuerdos, sueños, pensamientos
Ahora, hagan la digestión. Si se les hace pesada, aquí tiene un poco de bicarbonato.
Estas supuestas novedades que Tarnas presenta en su libro son tan viejas como las más antiguas especulaciones cosmológicas. Son pensamiento esotérico o mágico. La relación entre el cosmos y el ser humano es uno de los mitologemas básicos del esoterismo, según las herramientas heurísticas que Antoine Faivre (1) propuso para introducir algo de orden en estudio de las tradiciones cosmológicas y antropológicas pre-modernas. En este caso se trata de la creencia en las correspondencias entre todas las partes del universo, entre lo pequeño y lo grande. Todo se convierte en símbolo, en misterio que guarda una revelación que puede ser decodificada y comprendida. Tanto Jung (arquetipos y sincronicidades) como ahora Tarnas han hecho suya esta creencia. En el caso de la Astrología, la correspondencia tiene lugar entre los planetas y los seres humanos o las sociedades.
Esta correspondencia tiene su fundamento en la noción estoica de la heimarmene (Fatalidad, Destino, Hado). El mundo es uno y material (monismo materialista), para los estoicos antiguos (Zenón, Cleantes..., s. III a.C.) y está más allá de nuestra capacidad de influir en él, aunque las leyes divinas que lo gobiernan pueden ser racionalmente entendidas. Entre ellas, la de causalidad es fundamental para explicar el cosmos. Nada es sin una causa, cada acontecimiento se halla causalmente conectado a otro, y por cuanto el universo es uno, todo tiene relación con todo. Esta relación estructural, ineludible, es la heimarmene, la clave que explica la regularidad del cosmos entendido como sistema dinámico de fuerzas, semejante al de un organismo vivo y autoconsciente (ésta sería otra de las facetas del pensamiento esotérico: la naturaleza viva, omnipresente en los discursos nuevaerísticos, y que Tarnas parece sugerir cuando nos aconseja una nueva relación con el universo animado y con sentido basada en el conocimiento de la conexión cósmica como solución para los problemas medioambientales).
En definitiva, todo parece indicar que Richard Tarnas nos presenta una vieja superstición empaquetada en términos posmodernos (aunque la cosmovisión de Tarnas no sería posmoderna desde que nos habla de un sentido, una orientación fuerte y crea un gran relato de interpretación global) tomados de la psicología transpersonal y de la semi-religión jungiana como si fuera el desvelamiento definitivo que nos orientará en este siglo. Y todo en 824 páginas que valen 37,98 euros; nada menos.
El editor nos amenaza con la próxima publicación de la traducción de una obra previa del mismo autor.
(1) Véase la introducción a Modern Esoteric Spirituality. Antoine Faivre y Jacob Needleman (eds.). Crossroad, New York, 1992.