Paseando por el campo el otro día mientras buscaba platillos volantes (hay otros que se dedican a hacer el payaso en "casas encantadas": es decir, se van a una casucha en ruinas y dicen que oyen cosas raras o que sienten presencias misteriosas, y cobran por ello), saqué mi microscopio de campo con cámara incorporada que llevo en mi bolso de campo, el mismo en el que llevo llevo la libreta de campo, el grabador de campo, el bolígrafo de campo y la cámara de fotos de campo; me coloqué mi chaleco de campo y saqué una foto -de campo- al azar, y hete aquí que capté un elemento del misterio, una prueba irrefutable de que están aquí, de que no hace falta entrevistar a astrofísicos para dar un barniz de cientificidad a tu mercadería ocultista, sino que están ahí -ya lo he dicho-, por todos lados. He aquí la prueba:
Se trata de un bonito platillo volante originario de Ganímedes, el mismo satélite del que unos pocos vividores aseguraban hasta hace no mucho que procedían sus amiguitos espaciales. ¿A que mola, eh? Este platillo volante está especializado en devorar bacterias, es muy pequeño, y ni siquiera puede abducir estafilínidos ni lombrices, menos aún personas con alteraciones psicológicas influidas por la cultura platillista y azuzados por pseudo-ufólogos sin escrúpulos, de pequeñito que es.
Pero como casi todo tiene explicación -y el que diga lo contrario miente o se aprovecha de la ignorancia que lo rodea- no me quedé satisfecho e indagué. Indagué e indagué, caminé cientos de miles de kilómetros y a la vuelta de la esquina me tropecé con un bioquímico que me cerró la mente y me quitó la bobería. Resulta que no es un platillo volante lo que aquí vemos, amigos del misterio, sino un impresionante virus bacteriófago T4, atacante de la bacteria Escherichia coli.
De hecho, la foto no es foto ni flautas: es un dibujo realizado con técnica puntillista por José María Riol Cimas, director del curso Ciencia y pseudociencias de la ULL, tomado de Wood y Edgar. El que quiera cuentos infantiles que vea Cuatro los domingos por la noche.
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
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3 comentarios:
Yo creo que era este bicho:
http://www.classicjq.com/info/images%5C08_robot.jpg
Con tanto bolsillo ocupado, seguro que la envidia la llevas en una mochila
Desconocía que usted, doctor Campo, fuese capaz de pasear por los campos buscando platillos volantes, conforme ha confesado. Luego critica en otros blogs a los pobres magufos.
Y es que seguramente los ufo-trolls son magufos en el fondo, mal que les pese.
Un saludillo.
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