La serie Escépticos continúa su camino entregando cultura y pensamiento crítico en un escenario, el de los medios de comunicación mayoritarios, donde estas cosas parecen estar tácitamente prohibidas. No hay más que ver, por lo cerca que me toca, el caso de la Televisión Autonómica canaria, donde abundan en los últimos tiempos programas de marujeos y espectáculos espiritistas de los que dan asco, como el de la médium –¡ja!- Marilyn Rossner, que vendrá de nuevo a estas islas próximamente a aligerar el bolsillo de los incautos de la mano de quienes no tienen vergüenza y le siguen el juego. También tenemos en Radio Nacional, con dinero público, un programa donde toda la metralla pseudomisteriosa de grano grueso se presenta de color blanco.
El pasado 17 de octubre le tocó a los platillos volantes aparecer en Escépticos. La primera vez que lo vi, aquella misma noche en Internet, no estaba en condiciones de valorarlo adecuadamente, ya que venía de cervecear con el director del curso Ciencia y pseudociencias después de acabar la primera jornada del segundo módulo. Tenía el juicio nublado ;-), y me habría apetecido una refutación y explicación de toda la casuística nacional, de ese Gran Fraude de los Miles de Kilómetros Recorridos y otras hostias con las que comulgan los creyentes, antiguos y recientes. Pero no, el objetivo del programa era otro, tan legítimo como el citado: mostrar las claves culturales de la leyenda, cosa que consigue plenamente porque le permite al televidente darse cuenta de que los ovnis no tienen nada que ver con los extraterrestres, que son una producción humana, que son ideas que revolotean de mente en mente hasta que, como si fueran los ultracuerpos de la peli, se van instalando y se anclan.
Ayer di mi charla sobre el mito de los platillos volantes, Ovnis: la invasión que nunca llegó, en la decimoprimera edición del Curso Interdisciplinar de la Universidad de La Laguna Ciencia y pseudociencias. Al volver a ver hoy el episodio citado de Escépticos ¿Hay alguien ahí afuera?, compruebo que gran parte de los argumentos allí esgrimidos coinciden con los míos ayer. Es interesante porque demuestra que el mito de los platillos volantes no es patrimonio de charlatanes y profesionales de la tergiversación, sino que es un tema susceptible de estudio racional y de divulgación como puede serlo cualquier otra leyenda mundial; que cualquier otra universidad o cualquier otro medio de comunicación puede acercarse a este mundillo de los misterios del espacio y de las creencias paranormalistas con la misma orientación; que incluso los medios pueden funcionar como un servicio público educativo; que pueden hacer una obra de caridad no contribuyendo a difundir enfoques sensacionalistas, especulaciones absurdas y afirmaciones ridículas sin pruebas entre toda esa gente que, como se dice cerca del final del capítulo, no sabe distinguir entre la ficción y la realidad.
Y aquí tienen el capítulo, que también está disponible en el blog de su presentador, Magonia, y en la web del Círculo Escéptico:
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
jueves, noviembre 03, 2011
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