En su último post M. A. Schwarz comenta una respuesta que le envió Juan Sardá, el periodista que escribiera un artículo elogioso en el suplemento La luna de metrópoli del diario El Mundo sobre un magufo parapsicólogo, del sub tipo de los que engordan su currículum con cosas inventadas y totalmente falsas. Schwarz le recriminó a Sardá que, sin informarse adecuadamente, presentara al teleplástido en cuestión como un investigador confiable de lo anómalo, que no lo es, ni mucho menos.
Sardá encajó directo estupendamente, y aceptó la crítica, aunque el estilo flame de Schwarz no fuera de su agrado. Según comenta el mexicano, Sardá ...decidió hacer tres cosas de manera razonable y mesurada: primero, admite el error, cosa que es de gente bien nacida y admirable en estos tiempos; segundo, me reclama mi exceso verbal en mis ataques a su profesionalismo periodístico y, tercero, no permite que esto obste para, con clara honestidad periodística, ofrecer un lugar a la visión crítica de la charlatanería en su espacio periodístico (y honestamente diciendo además, en mensajes privados, que no dejará de preguntarle su opinión a Pedro Amorós [esto es, el de las teleplastias] lo cual me parece natural).
Cito estos comentarios como preámbulo de lo que quiero resaltar a continuación (y porque yo también me hice eco en su momento de la situación). Schwarz continúa así: La reacción de Juan Sardá ha sido ejemplar, sobre todo porque reconoce que el fondo de la crítica tiene solidez y porque no ha permitido que la forma lo obnubile. Por el contrario, en un mensaje privado, que cito con su autorización, me dice que la historia de Amorós le parecía extraña, pero que también le parecía fuerte que alguien fuera capaz de inventarse cosas semejantes. Dicho en buen romance, lo que yo interpreté como complicidad o desaseo periodístico fue, simplemente, la reacción natural ante tales embustes. Periodistas como Juan Sardá, y muchísimas personas inquietas, no pueden concebir los niveles de desfachatez que acostumbran los paranormalólogos.
Esto es lo curioso. Yo sé de tipos que ven marcianos todas las noches, que reciben la comunicación de unas entidades evolucionadas especializadas en derivar hacia el mar la energía sísmica y evitar así terremotos y erupciones volcánicas (como lo oyen) como en Tenerife recientemente (se supone que la noche anterior al terremoto de Ban, en Irán, estas entidades muy evolucionadas debieron estar de borracherra y se les fue el baifo), que se pegan sus viajitos astrales para visitar a mamá Blavatsky, y luego es posible que se pongan corbata y que den el pego de sensatos. Y más que lo dan otros cuando se ponen una cazadora coronel Tapioca con dos millones de bolsillos para guardar la libretita marca Guerrero, el bolígrafo, la cámara de fotos, la brújula y otros adminículos que lo convierten a uno en un investigador que te c..., todo ello para montar el ridículo teatrillo del misterio infatiloide. Sería interesante reflexionar en otra ocasión sobre la imagen popular de ciertos científicos. Ésta, en su vertiente buena, es doble: unos llevan bata blanca, son doctores, y son el arquetipo (con perdón) del sabio contemporáneo (alguno, de tarde en tarde, se echa al monte, emplea palabras en los medios de comunicación de poco uso entre el vulgo, como célula y metabolismo, aseguran haber inventado un curalotodo maravilloshíshimo, pegan pases de pecho a periodistas mansurrones y yo sigo siendo el rey, etc.). Otros se pasan la vida al aire libre, haciendo agujeros por aquí y por allá, buscando restos de todo tipo, tienen la piel curtida y aire aventurero, llevan con derecho propio el nunca bien ponderado chaleco multibolsillos y sufren una enquistada plaga de pseudocientíficos empeñados en ver cosas raras por todos lados, en megalitos, en pirámides y en todo resto arquitectónico que no sea el acueducto de Segovia. En su vertiente mala, practican la Frankenciencia, y forman parte de conspiraciones para ocultar cualquier cosa que a ustedes se les ocurra; suelten su imaginación, déjenla triscar por las zonas más irracionales de su cerebro y encontrarán varios ejemplos.
A lo que iba, que se me va el hilo: muchos periodistas, y muchos que no son periodistas, no son capaces de imaginar las barbaridades que algunos expertos en humo son capaces de decir de palabra y por escrito. O dicho de otro modo: el nivel de desfachatez de nuestros próceres de lo paranormal supera el umbral de lo que es razonable esperar. En el ámbito de la publicidad, o de la venta de objetos de segunda mano, por ejemplo, siempre es razonable presumir cierto aire enrarecido per se. Siempre sabes que lo están adornando o exagerando, y lo tienes en cuenta; pero en el terreno de lo paranormal y de los misterios, del careto de Marte y de los caretos de Bélmez y otras minucias aptas para que las agencias de prensa engañen sin querer a las empresas periodísticas y, por añadidura, a los lectores, es más difícil detectar la trampa al desconocedor del patio de los enigmas periodísticos. No hay límite, van a saco, la mentira va en bruto, sin valelina, directa a las tragaderas del creyente en el mundo aterciopelado de los enigmas alternativos. A última hora me entero de que a la Universidad de Alicante le han metido un gol. Saben jugar al fútbol estos magufos.
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
lunes, octubre 18, 2004
miércoles, octubre 13, 2004
Siempre negatifo, nunca positifo
Se quejaba Louis Van Gaal, cuando entrenaba a un por entonces semi-pupas Barcelona (la más alta categoría de equipo pupas la sigue teniendo el Atlético) de que los periodistas deportivos eran incapaces de ver nada positifo en su labor, sui géneris pronunciación del término castellano inspirada en su recio idioma nativo. La cantinela de Van Gaal, que acabó siendo popular y muy imitada, me recuerda a una de las quejas habituales del mundillo creyente y magufo dirigidas a los escépticos ante las creencias paranormales, los humanoides extraterrestres y otras criaturas elusivas e imaginarias: siempre negativos, nunca positivos. O en traducción explícita y malsonante: no me toques lo mío y vete a la mierda, que es lo que siente el creyente en maravillas construidas con los ladrillos del descaro, del lucro, de la chulería anti-científica, del plagio de viejas historias ocultistas y de la inspiración refrita en teorías trasnochadas como la de los astronautas de la antigüedad, más o menos de la edad de piedra, o por ahí.
Comentaba hace un poco en un blog magonífero un señor de mente abierta que para qué c... se habrán reunido los escépticos de medio mundo en Italia hace escasos días. Le parecía extraño: Desde luego hay cada cosa por ahí, decía el hombre. Quizá le parezca menos raro que un periodista iniciara un libro de platillos volantes en los años setenta con la pretensión de que había aportado las pruebas de que los extraterrestres nos visitan, y que no se diga, que aquí estoy yo para probarlo, con mi cazadora indianajonesca y mis cc... La verdad es que sí, que tiene razón el amigo, que hay unas cosas más raras por ahí... Caras de moai. Por la dureza, quiero decir.
Luego se hacía estas preguntas, que yo le responderé sobre la marcha para socorrer su desconocimiento: ¿Reuniones de escépticos?; sí, igual que las hay de fabricantes de realidades alternativas y de planificación editorial mensual para vender mejor en papel cuché la última ocurrencia magufa, o el último testimonio del que vio al chupacabras copulando con cuatro gallinas, en cadena, antes de zampárselas. ¿Escépticos respecto a qué?; pues con casi todo, en particular con todos los tópicos paranormales y misteriosos imaginables, y con buena parte de las creencias religiosas que pretenden ganar verosimilitud recurriendo al sello de probado científicamente. Pero lo más importante venía a continuación. El quejón dijo que: Me imagino las palabras más recurrentes allí pronunciadas: no, nunca, jamás, indemostrable, etc. Si es que sois la alegría de la huerta, machos. Esto es el negativismo, cliché un poco tonto que es dirigido hacia los escépticos con frecuencia. Es un cliché, y además es falso, porque los escépticos informados no niegan por negar, sólo ponen en duda, y cuando se halla una explicación plausible a un fenómeno, por mucho que le duela al creyente en su imaginación y al magufo en su cuenta corriente, lo comunica para general conocimiento. Y el sedicente investigador, mientras, pues a mirar para otro lado, a esperar un tiempo y a meter luego la misma morcilla requemada en aceites ocultistas y paranormalófilos docenas de veces a los nuevos creyentes. De los pedruscos del doctor Cabrera a la telita de Turín todo es uno, en el fondo, y todo apesta con el mismo tufo de credulidad y desahogo.
Bien que con estas cosas, con el piropo de que los escépticos somos la tristeza de la huerta en lo relativo a los marcianos y demás alienígenas siempre cuestionados (y es fácil comprobar que hay docenas de razones para ello), se pueda estar manifestando un cierto malestar existencial por la presencia de los escépticos en los medios de comunicación; que es entendible que te moleste que alguien te espete que no existe ni una sóla prueba de la presencia de extraterrestres en este planeta, cuando es una creencia íntima que albergas, en la que piensas a menudo y que te gustaría ver confirmada, que probablemente se acerca bastante a un vago sentimiento religioso, porque las humanidades del cosmos nos sacarían, es de suponer, de este puto aburrimiento. Lo entiendo, sobre todo lo del aburrimiento, pero para no aburrirme yo leo a Lovecraft, no a sinvergüenzas de la pseudo-cultura que se aprovechan de ese mi -tuyo, quiero decir- sentimiento religioso o necesidad cósmica. ¡Cuántas cosas interesantes, positivas, enriquecedoras, desafiantes y entretenidas en el terreno del conocimiento se pierden los creyentes convencidos de lo paranormal y de los misterios casi en abstracto, por no ser capaces, o no querer poner en duda lo que no es más que una creencia sin fundamento, más cuando, según ellos, ese fundamento existe en la naturaleza y podrían exigir la presentación de esas pruebas a quien dice poseerlas. Quizá sea mucho pedir porque, por desgracia, estamos en un terreno donde por pruebas se entiende algo realmente distinto a lo que es habitual en el campo de la ciencia. Las creencias previas son inamovibles y sólo desean hallar indicios, señales y causalidades que las confirmen y fortalezcan. No me molesten con revisiones, me basta lo que yo creo, lo que yo quiero creer, lo que yo entiendo que es una prueba o una confirmación avalada por la palabra de una pretendida autoridad. Estos pueden ser los criterios usados en este mundo de lo alternativo y paranormal.
Pero al final el creyente la caga, con perdón, cuando dice: Con vosotros [los escépticos] todavía seguiríamos en las cavernas. Para poder avanzar es necesario imaginarse que algo en principio imposible puede llegar a ser posible. Si fuese por vosotros, todavía andaríamos tirando del carro. Te vas a una librería, te compras un librito de historia de la ciencia y te lo estudias; ¿de acuerdo?
Comentaba hace un poco en un blog magonífero un señor de mente abierta que para qué c... se habrán reunido los escépticos de medio mundo en Italia hace escasos días. Le parecía extraño: Desde luego hay cada cosa por ahí, decía el hombre. Quizá le parezca menos raro que un periodista iniciara un libro de platillos volantes en los años setenta con la pretensión de que había aportado las pruebas de que los extraterrestres nos visitan, y que no se diga, que aquí estoy yo para probarlo, con mi cazadora indianajonesca y mis cc... La verdad es que sí, que tiene razón el amigo, que hay unas cosas más raras por ahí... Caras de moai. Por la dureza, quiero decir.
Luego se hacía estas preguntas, que yo le responderé sobre la marcha para socorrer su desconocimiento: ¿Reuniones de escépticos?; sí, igual que las hay de fabricantes de realidades alternativas y de planificación editorial mensual para vender mejor en papel cuché la última ocurrencia magufa, o el último testimonio del que vio al chupacabras copulando con cuatro gallinas, en cadena, antes de zampárselas. ¿Escépticos respecto a qué?; pues con casi todo, en particular con todos los tópicos paranormales y misteriosos imaginables, y con buena parte de las creencias religiosas que pretenden ganar verosimilitud recurriendo al sello de probado científicamente. Pero lo más importante venía a continuación. El quejón dijo que: Me imagino las palabras más recurrentes allí pronunciadas: no, nunca, jamás, indemostrable, etc. Si es que sois la alegría de la huerta, machos. Esto es el negativismo, cliché un poco tonto que es dirigido hacia los escépticos con frecuencia. Es un cliché, y además es falso, porque los escépticos informados no niegan por negar, sólo ponen en duda, y cuando se halla una explicación plausible a un fenómeno, por mucho que le duela al creyente en su imaginación y al magufo en su cuenta corriente, lo comunica para general conocimiento. Y el sedicente investigador, mientras, pues a mirar para otro lado, a esperar un tiempo y a meter luego la misma morcilla requemada en aceites ocultistas y paranormalófilos docenas de veces a los nuevos creyentes. De los pedruscos del doctor Cabrera a la telita de Turín todo es uno, en el fondo, y todo apesta con el mismo tufo de credulidad y desahogo.
Bien que con estas cosas, con el piropo de que los escépticos somos la tristeza de la huerta en lo relativo a los marcianos y demás alienígenas siempre cuestionados (y es fácil comprobar que hay docenas de razones para ello), se pueda estar manifestando un cierto malestar existencial por la presencia de los escépticos en los medios de comunicación; que es entendible que te moleste que alguien te espete que no existe ni una sóla prueba de la presencia de extraterrestres en este planeta, cuando es una creencia íntima que albergas, en la que piensas a menudo y que te gustaría ver confirmada, que probablemente se acerca bastante a un vago sentimiento religioso, porque las humanidades del cosmos nos sacarían, es de suponer, de este puto aburrimiento. Lo entiendo, sobre todo lo del aburrimiento, pero para no aburrirme yo leo a Lovecraft, no a sinvergüenzas de la pseudo-cultura que se aprovechan de ese mi -tuyo, quiero decir- sentimiento religioso o necesidad cósmica. ¡Cuántas cosas interesantes, positivas, enriquecedoras, desafiantes y entretenidas en el terreno del conocimiento se pierden los creyentes convencidos de lo paranormal y de los misterios casi en abstracto, por no ser capaces, o no querer poner en duda lo que no es más que una creencia sin fundamento, más cuando, según ellos, ese fundamento existe en la naturaleza y podrían exigir la presentación de esas pruebas a quien dice poseerlas. Quizá sea mucho pedir porque, por desgracia, estamos en un terreno donde por pruebas se entiende algo realmente distinto a lo que es habitual en el campo de la ciencia. Las creencias previas son inamovibles y sólo desean hallar indicios, señales y causalidades que las confirmen y fortalezcan. No me molesten con revisiones, me basta lo que yo creo, lo que yo quiero creer, lo que yo entiendo que es una prueba o una confirmación avalada por la palabra de una pretendida autoridad. Estos pueden ser los criterios usados en este mundo de lo alternativo y paranormal.
Pero al final el creyente la caga, con perdón, cuando dice: Con vosotros [los escépticos] todavía seguiríamos en las cavernas. Para poder avanzar es necesario imaginarse que algo en principio imposible puede llegar a ser posible. Si fuese por vosotros, todavía andaríamos tirando del carro. Te vas a una librería, te compras un librito de historia de la ciencia y te lo estudias; ¿de acuerdo?
miércoles, octubre 06, 2004
Cartitas para los medios
Me apetece citar el penúltimo post de ese Terminator :-) del escepticismo que es Mauricio José-Schwartz, en el que nos pone sobre aviso, de nuevo, sobre un magufo con delirios de grandeza, que es casi como decir que alguien ha visto un caballo que relincha. Se queja el citado -el magufo no, Mauricio; el magufo, en este contexto, sólo puede quejarse de padecer galileocidad, es decir, aquella sintomatología que define el complejo de Galileo- de un artículo elogioso, casi besucón, sobre el parapsicólogo aparecido en el semanario La luna de metrópoli del periódico El Mundo. Parece que el autor del artículo no tuvo el más mínimo interés en documentarse un poco antes de redactar sus líneas. Quizá porque todo quedaba en casa, y hay que hacer publicidad de los engendros nautilescos. (Por cierto, para que no se diga, yo también hago publicidad: les recomiendo vivamente el libro Ciencia y pseudociencia: realidades y mitos Equipo Sirius colección Milenium, Madrid, 2004).
Al final el autor apunta dos posibilidades para tratar de corregir un poco la metedura de pata: enviarle un correo al elogiador del magufo detallándole sus antecedentes o bien preguntarle a la dirección de El Mundo qué pretende con este tipo de reportajes. Esto de quejarse a los medios por ciertas cosas, entre ellas las magufas, es una sana costumbre, que algunos confunden interesadamente con el entorpecimiento de la libertad de expresión. No les queda nada... Y me acordé -me acuerdo casi todas las semanas- de una recomendación del debunker Robert Sheaffer, que en 1986 escribió en Veredicto OVNI. Examen de la evidencia (esta traducción española es de ediciones Tikal, Gerona, 1994) lo siguiente. Se refiere en particular a los ovnis, pero es igualmente válido para cualquier otro tópico misterioso, anómalo o de la quinta dimensión:
Si usted estudia con ojo crítico un incidente ovni en particular y descubre un error grave en la información, o comprueba que la misma ha sido manipulada por selección u omisión, ¡intervenga! Escriba una carta al periódico o al productor del programa de televisión; conozco unos cuantos casos en los que las personas que señalaron tales errores fueron invitados a participar para aclarar el tema. Si los responsables de los medios se muestran irracionales y no le hacen caso, tal vez le interese presentar una queja al director de la cadena o del periódico, o tal vez quiera someter su opinión acerca del tratamiento informativo a las revistas de crítica periodística.
He seguido el consejo de Sheaffer en unas cuantas ocasiones, igual que otros elementos del colectivo escéptico canario aun sin haberlo leído probablemente (esto no es nada paranormal, creo), siempre que nos topamos con actividad magufa por encima del nivel basal. Por ejemplo, una charla sobre el universo multidimensional, unas jornadas sobre misterios de la ciencia o sobre un presunto psicólogo que regresa a los que engatusa a sus vidas pasadas, variedades de ocultismo contemporáneo. Algunas de estas cartas eran accesibles en Internet en la web Magufomedia, actualmente desactivada. Espero que tales escritos estén pronto disponibles en la red para que sirvan de modelo o inspiración a los interesados en ejercer el derecho a réplica ante las afirmaciones extraordinarias, misteriosas y diversos cuentos de la vieja/o majadera/o.
Al final el autor apunta dos posibilidades para tratar de corregir un poco la metedura de pata: enviarle un correo al elogiador del magufo detallándole sus antecedentes o bien preguntarle a la dirección de El Mundo qué pretende con este tipo de reportajes. Esto de quejarse a los medios por ciertas cosas, entre ellas las magufas, es una sana costumbre, que algunos confunden interesadamente con el entorpecimiento de la libertad de expresión. No les queda nada... Y me acordé -me acuerdo casi todas las semanas- de una recomendación del debunker Robert Sheaffer, que en 1986 escribió en Veredicto OVNI. Examen de la evidencia (esta traducción española es de ediciones Tikal, Gerona, 1994) lo siguiente. Se refiere en particular a los ovnis, pero es igualmente válido para cualquier otro tópico misterioso, anómalo o de la quinta dimensión:
Si usted estudia con ojo crítico un incidente ovni en particular y descubre un error grave en la información, o comprueba que la misma ha sido manipulada por selección u omisión, ¡intervenga! Escriba una carta al periódico o al productor del programa de televisión; conozco unos cuantos casos en los que las personas que señalaron tales errores fueron invitados a participar para aclarar el tema. Si los responsables de los medios se muestran irracionales y no le hacen caso, tal vez le interese presentar una queja al director de la cadena o del periódico, o tal vez quiera someter su opinión acerca del tratamiento informativo a las revistas de crítica periodística.
He seguido el consejo de Sheaffer en unas cuantas ocasiones, igual que otros elementos del colectivo escéptico canario aun sin haberlo leído probablemente (esto no es nada paranormal, creo), siempre que nos topamos con actividad magufa por encima del nivel basal. Por ejemplo, una charla sobre el universo multidimensional, unas jornadas sobre misterios de la ciencia o sobre un presunto psicólogo que regresa a los que engatusa a sus vidas pasadas, variedades de ocultismo contemporáneo. Algunas de estas cartas eran accesibles en Internet en la web Magufomedia, actualmente desactivada. Espero que tales escritos estén pronto disponibles en la red para que sirvan de modelo o inspiración a los interesados en ejercer el derecho a réplica ante las afirmaciones extraordinarias, misteriosas y diversos cuentos de la vieja/o majadera/o.
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