Publicado originalmente en Circular Escéptica, 4 (15 de abril de 2009).
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Entrevista a Eduardo Angulo, doctor en Biología y profesor de la Universidad del País Vasco. Su área de investigación es el estudio microscópico de células y tejidos, y su relación con los cambios ambientales. Ha publicado más de cien artículos de investigación en revistas científicas y es autor de los libros «Julio Verne y la cocina: la vuelta al mundo en 80 recetas» y «Monstruos». Es miembro del Círculo Escéptico. Su blog es «La biología estupenda».
Ricardo Campo.- La criptozoología es una de las prácticas pseudocientíficas más hábiles a la hora de camuflarse de ciencia, en este caso ciencia zoológica. ¿Has detectado algún tipo de malestar entre los zoólogos por la divulgación que normalmente hacen los criptozoólogos de sus ideas y especulaciones?
Eduardo Angulo.- No, en realidad la mayoría de los zoólogos ni siquiera conocen la Criptozoología y muchos menos los textos de los criptozoólogos.
R. C.- ¿Se podría decir que la criptozoología es la versión posmoderna de la teratología medieval y renacentista?
E. A.- Tiene una cierta continuidad con la teratología, sobre todo la del siglo XIX, que interesó mucho a los médicos pues ignoraban completamente su causa. Sin embargo, considero, y es mi opinión, que los criptozoólogos pretenden lo contrario. Quieren convertir una leyenda en ciencia, quieren demostrar la realidad, avalada por la ciencia oficial, de algo que, como mucho, es una leyenda popular y más bien materia de antropólogos culturales que de zoólogos.
R. C.- Al comienzo de tu libro «Monstruos» aseguras que Bernard Heuvelmans daba gran valor a los testimonios humanos y que les otorgaba la misma importancia que a las pruebas físicas. ¿Cómo es posible que un científico profesional, un zoólogo, cometiera ese error de perspectiva tan grave? La crítica científica al testimonio humano (en el que se apoyan las leyendas y el folclore), por su escaso o nulo valor probatorio, ya tenía una larga tradición en el momento en que el zoólogo belga se deslizó por la pendiente de la pseudociencia criptozoológica...
E. A.- No sabría contestar a esta pregunta. Nunca he entendido el trayecto que siguió Heuvelmans desde zoólogo hasta criptozoólogo. Quizá recopiló testimonios y no tuvo el valor de negarlos cuando no eran evidencia suficiente por temor a que alguno de esos bichos fabulosos se convirtiera en realidad y tuviera que certificar. Lo poco que he conseguido adivinar de su psicología, y me estoy metiendo en campos que no conozco muy bien, me llevan a pensar en un hombre terco y obstinado, muy seguro de tener razón.
R. C.- Como en otros casos, la criptozoología apela a lo que queda por descubrir, a lo ignorado, en el mundo de las especies (hasta donde sabemos, sólo les interesan los cordados, y sólo los más grandes, y algunos cefalópodos tamaño XXL). Sabemos que existen innumerables especies de artrópodos, por ejemplo, por descubrir, pero ni siquiera a los constantes descubrimientos de esta clase de animales el cripto-aficionado les presta demasiada atención. En algún momento del razonamiento propio e íntimo, el criptozoólogo conecta la enorme variedad de seres vivos por descubrir con la plausible (para él) existencia de seres míticos o quiméricos. ¿Qué falta o qué sobra en la mente de un aficionado habitual que le lleva a no percatarse de ese salto no justificado en el razonamiento?
E. A.- El estudio de las especies de animales, si podemos decirlo así, pequeñas y humildes, necesita de una preparación profunda y de un trabajo minucioso y oscuro de muchos años (Heuvelmans lo sabía muy bien pues había pasado por ello). En cambio, el estudio de los monstruos criptozoólogicos es más sencillo, por la escasez de pruebas que hay, más dado a los fraudes, por la misma razón y por la credibilidad de la mayoría de los criptozoólogos; y, por qué no decirlo, es más divertido y despierta nuestro sentido de la maravilla y nuestro deseo de aventura y exotismo.
R. C.- En pocas palabras: ¿qué tendría que hacer un criptozoólogo para probar alguna de sus extravagantes afirmaciones sobre dinosaurios paseándose por el Congo e innumerables monstruos acuáticos en los grandes lagos del mundo, por ejemplo?
E. A.- Le ofrezco nuestro Laboratorio de Zoología para que nos envíe las pruebas físicas que demuestren su existencia, con un único compromiso, que los resultados obtenidos del estudio de esas pruebas decidamos nosotros dónde y cómo se van a publicar.
R. C.- ¿Por qué los criptozoólogos se han «apropiado» de los calamares gigantes en los últimos años? ¿Tiene sentido tal fijación con un conjunto de especies que se sabe reales pero cuya ecología es poco conocida?
E. A.- Necesitan alguna prueba, aunque sea indirecta e irreal, del contenido científico de su pseudociencia. Con el mismo propósito se han apropiado de otros animales que nada tienen que ver con la criptozoología, como el celacanto y el okapi.
Lago Ness. ¿No lo ven, pero es que no lo ven?
R. C.- ¿Por qué es imposible, ecológicamente, que existan seres como Nessie, el Yeti y otros primos suyos?
E. A.- Ni ecológica ni genéticamente. Desde el punto de vista ecológico, las criaturas criptozoólogicas suelen ser omnívoros o depredadores ubicados en el vértice superior de la pirámide trófica y, por tanto, necesitarían una amplia base de animales y plantas hasta llegar a ellos y eso no ocurre. Por ejemplo, está perfectamente demostrado que el lago Ness no puede alimentar a criaturas del tamaño que se atribuye a Nessie. Desde el punto de vista genético, se necesita, para que sea viable, una población mayor que la que se atribuye a estos monstruos: es curioso, pero nunca se han visto a dos Nessies juntos. Se considera que una población viable desde el punto de vista genético debe tener unos treinta individuos, y para que sea una población con buena salud, unos quinientos individuos. Ningún monstruo llega a tanto; casi siempre son seres solitarios, al estilo del monstruo de Frankenstein.
R. C.- ¿En qué medida el chupacabras se ha convertido en un espécimen criptozoológico más? ¿Tiene algunas connotaciones especiales?
E. A.- No sé mucho del chupacabras, pero nació en los alrededores de la frontera entre México y Estados Unidos, donde ya hay bastantes asesinatos sin necesidad de bichos como éste, pero que, sin embargo, puede servir para encubrirlos aprovechando la credulidad popular.
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
lunes, abril 20, 2009
jueves, abril 02, 2009
9ª edición de Ciencia y pseudociencias
El próximo lunes 13 de abril comienza la 9ª edición de Ciencia y pseudociencias (web pendiente de actualización) En este enlace al Círculo Escéptico tienen la programación completa.
miércoles, abril 01, 2009
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