Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
miércoles, agosto 24, 2005
Escépticamente circular
Ayer daba Magonia la noticia del nacimiento de una nueva asociación española, el Círculo Escéptico, interesada en las cosas del maguferío universal (es de suponer que los alienígenas tienen también su colectivo magufo, y deben saber que también a ellos le pediremos cuentas, si les da por aparecer por la Tierra). A la ya veterana ARP-SAPC se une ahora el Círculo en la labor de llevar un poco de sentido común a los medios de comunicación, a la de la divulgación del pensamiento crítico y a la refutación de las patrañas que los autoproclamados investigadores de misterios fabrican y reciclan programa tras programa, libro tras libro y revista tras revista.
Hay que aprender a dudar, lector, hay que hacer preguntas a quien hace afirmaciones que se refieren a fenómenos extraños; hay que protestar públicamente por la falta de opiniones opuestas en los medios de comunicación cuando se refieren a estas historias de la paranormalidad; hay que usar el turno de preguntas, y si no hay turno, lo inventa uno mismo; hay que pensar y volver a pensar; hay que descubrir el truco; hay que sentir la mosca detrás de la oreja; hay que cerrar la boca cuando a uno le dan a comulgar una plaza de toros; hay que preguntar ¿pero cómo va a ser eso?; hay que pensar mal, que casi siempre se acierta; hay que sentir un cosquilleo de insatisfacción cuando el desahogado de turno suelta su parida radiofónica de madrugada; hay que bullir en preguntas, en réplicas, en escenarios alternativos y sencillos ideados frente a lo extraño, y ponerlos a prueba; hay que descubrir las falacias del razonamiento paranormal; hay que mostrar el escepticismo como una opción elemental y prioritaria; hay que destruir los estúpidos argumentos fideístas esgrimidos por los vividores de lo oculto, por los que causan daño intelectual y moral a quienes contemplan el escepticismo como una obsesión compulsiva mala de solemnidad; hay que vociferar por la libertad de inquirir por una explicación; hay que fomentar el deseo de hallar respuestas racionales basadas en el trabajo previo de gentes capacitadas y en la propia habilidad para hallarlas; hay que oponerse a la mutilación de la realidad que causa lo enigmático de diseño; hay que ver Los Simpson una vez y otra...
Y le pido más: hay que contrastar las versiones de los amantes de lo oculto; hay que hablar con las fuentes que pueden destruir una fabricación ocultista; hay que darse el gusto de explicar, de aclarar, de hacer luz, de poner a trabajar las neuronas, de engrasar el intelecto y destripar el juguete como cuando éramos niños, abrirlo completamente y estudiar su mecanismo interno; hay que ser como niños, y por qué, y por qué, y por qué, y por qué, y volver a preguntar por qué, hasta que nos den una respuesta satisfactoria, y si no, hallarla nosotros, y presentarla a la opinión pública, y busquen y comparen. Hay que revolver lo viejo, airear y recordar las viejas historias, los relatos de miedo que, sin el más mínimo pudor, veteranos artífices de lo para soltaban en los medios, a sus anchas completamente, sin que una voz escéptica o crítica concienciada manifestase las naturales reservas, porque aún no se había formado un núcleo escéptico en nuestro país. Hay que leer a Lovecraft y ver que buena parte de las majaderías sobre los extraterrestres, en particular, ya estaban escritas en sus relatos, de una forma mil veces más amena e inteligente que en los libracos de los que ahora se disfrazan de investigadores y fingen estar descubriendo la pólvora. Que no te la den con queso, amante de los misterios. Aprende a dudar y a hacer preguntas incómodas sobre las afirmaciones extrañas. Los que formamos parte del Círculo Escéptico llevamos algunos años haciéndolas; visita la web y échanos una mano.
jueves, agosto 11, 2005
Fallece Philip J. Klass
Me enteré a través del portal crítico Perspectivas en su sección de noticias de la muerte de Philip J. Klass, el conocido ufólogo escéptico norteamericano. Quiero dedicarle un modesto recuerdo, para ejemplo de quienes deseen iniciarse en este supermercado de lo extraño y paranormal, en la sección de misterios espaciales. Quizá así pierdan un poco menos el tiempo leyendo basura crédula y fabricaciones sensacionalistas, si no es con ánimo refutador, escéptico y divertido, como es natural y lógico abordar todo lo que en los medios de comunicación pasa por ser el no va más de los enigmas de la ciencia contemporánea, entre otros muchos ejemplos. ¿No les dará vergüenza hacer el ridículo de semejante manera?
Lamentablemente, la obra de Klass no fue traducida al castellano, al contrario que la de otro relevante escéptico, Robert Sheaffer, con su Veredicto OVNI, examen de la evidencia. Klass fue uno de los fundadores del CSICOP, y era el encargado de la gestión del comité dedicado a los platillos volantes, comité para el que no era necesario saber nada de ingeniería aerospacial, ya que los mitos no van soldados con tuercas y tornillos ni funcionan con microprocesadores, sino con el pegamento de las leyendas y el abono de los periodistas que viven del cuento. Su otra profesión, periodista científico especializado en temas aerospaciales (era ingeniero eléctrico), la ejerció como editor durante 35 años de la prestigiosa revista Aviation Week & Space Technology Magazine. Hasta hace unos pocos años editaba el boletín Skeptic UFO Newsletter. Parte de su colección es accesible en este link. Desde esas hojas escépticas hacía oír su voz en la desquiciada ufología norteamericana, donde destaca su labor clarificadora en torno a Roswell y los amaños documentales fraudulentos de Majestic-12. Fue uno de los ufólogos más destacados al poner de manifiesto incansablemente la relevancia de las explicaciones prosaicas (astronómicas, aeronáuticas, fraudulentas, etc.) de la mayoría de las observaciones ufológicas (papel que en España representan Vicente Juan Ballester Olmos, Manuel Borraz y Félix Ares de Blas, entre otros), a lo que añadía la importante conclusión de que aquellos casos no explicados no proporcionaban evidencia alguna que apoye la hipótesis de que naves espaciales de otros mundos hayan visitado la Tierra, como reza el octavo de sus diez principios de la investigación ufológica, compendio de sentido común.
La revista chilena La Nave de los Locos tuvo la excelente idea de dedicar un monográfico a Klass en agosto de 2001, que se abre con una biografía y entrevista a cargo de Gary P. Posner y contiene diversos artículos sobre los citados principios ufológicos, así como opiniones de diversos ufólogos (algunas dan pena) y escépticos que conocieron bien a la persona, bien a su obra.
Los habitantes de ovnilandia acusaron siempre a Klass de ser un debunker y un negativista. Semejantes boberías dicen más de quien las profiere que de aquél a quien van dirigidas. No nos engañemos: estamos tratando con una gran leyenda con muchos apoyos lingüísticos: fenómeno, investigación de campo, investigación de gabinete, sin explicación, secreto, misterio y otras muchas son palabras que esconden, en la gran mayoría de los que las emplean, poco más que una desvergüenza y un desahogo curtido en años de uso que clama al cielo. El debunker y el negativista no son otros que quienes se cuestionan la realidad objetiva o empírica de lo que para la inmensa mayoría de la iglesia de la ufología son evidencias y pruebas de que los platillos volantes están sobre nosotros, o bien estrellados debido a unos frenos defectuosos, es de suponer. Esta diferente valoración e importancia otorgada a las pruebas (a los rumores y presuposiciones, en realidad) es lo que delata el razonamiento esotérico: por muchas pruebas en contra, por muchas explicaciones razonadas, los creyentes manifestarán una férrea confianza en la extrañeza e insolubilidad de unos supuestos hechos, en realidad el relato de un recuerdo de un señor de provincias, en la mayoría de las ocasiones. De la misma forma, la milagrería católica, las apariciones marianas, pinturas del siglo XIV convertidas en sudarios de la primera década de nuestra era, los cuerpos incorruptos, los brazos amojamados, las sangres licuadas y los prepucios divinos conservados en diversas partes del mundo son inmunes al examen crítico, y todos aquéllos que los pongan en duda o muestren que son fuegos artificiales para almas sensibleras, se convierten en amigos del maligno, herejes y anti clericales acérrimos, es decir, debunkers y negativistas. No hay más, ésta es la clave.
Klass no fue invitado, cosa que a nadie extraña, al sesgado Panel Sturrock, una reunión formal de científicos a los que en 1998 un grupo de ocho ufólogos creyentes suministraron información sobre los mejores y más extraños casos ufológicos (Mansfield, Ohio, 1973; Cahs-Landrum, 1980, Trans-en-Provence, 1981, etc.), algunos de ellos explicados por el propio Klass. La desagradable conclusión de los científicos fue que no estamos convencidos de que alguna de las evidencias presentadas implique la intervención de procesos físicos actualmente desconocidos o apunte hacia la participación de una inteligencia extraterrestre. ¿Se puede decir más claro? La conclusión no era ni siquiera novedosa, como habían mostrado Condon y otros proyectos anteriores. Pero los buenos creyentes no deben desalentarse jamás. Klass publicó un artículo sobre el empeño de Sturrock en el número 53, septiembre de 1998 de Skeptic UFO Newsletter. Hay traducción al español en número 11, septiembre 2001 de La Nave de los Locos y en el número 2 de El Escéptico, aunque no accesible desde Internet en ninguno de los dos casos. También se preocupó de cómo los medios de comunicación han abordado históricamente el tema de los ovnis, y como han ignorado las evidencias que contradicen las creencias pro-extraterrestres.
Sobre Roswell, la tontería del platillo volante estrellado, puede leerse una reseña de su libro The Real Roswell Crashed-Saucer Coverup aquí firmada por Dave E. Thomas.
Algunos le echaron en cara que en ocasiones apelara a explicaciones no justificadas adecuadamente, como en el caso de Socorro, que según el ufólogo ahora fallecido habría sido un simple fraude con la intención de atraer el turismo a una zona deprimida. Bueno, quizá no acertara, pero la verdad es que no deja de tener su lógica: en la Edad Media los obispos promovían la publicidad de reliquias sagradas prefabricadas para atraer creyentes a sus pueblos y mejorar su economía (léase sábana santa de Turín); resultaría irónico que una autoridad civil contemporánea intentase aprovecharse de otro conjunto de dogmas y creencias para atraer el dinero fácil. ¿Acaso no ocurre algo parecido con el Museo de Roswell? ¿Y con los parques etnográficos piramidales y pseudocientíficos?
Valdría la pena que las principales revistas ufológicas y escépticas reprodujeran algunos de los mejores artículos de Philip Klass, a modo de homenaje póstumo. Get Skeptical!
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