Me permitirán que haga una introducción sobre hipotéticos penes paranormales. Se supone que en el Más Allá, perdón, el más allá (el Más Allá es un panfleto pseudo-cultural) los seres siguen teniendo una personalidad, una decencia y un saber estar. Por eso no tendría sentido que en Bélmez se hubiesen teleplastificado penes. ¡Qué escándalo, en 1971, que en una casa andaluza hubiesen comenzado a aparecer semejantes órganos en la pared! Menos mal que fueron caras, como corresponde a muertos, difuntos o ingresados en el más allá como Dios manda. Hasta los muertos dan la cara. Y es que si hubiesen dado el pene se habrían podido producir situaciones embarazosas (no hagan asociaciones de ideas facilonas, por favor): imagínense que alguna viuda visita la casa en cuestión con los penes ahí colgando en las paredes, cipote que te crió en lugar de la Pava, por poner un ejemplo, y lo reconoce: no puede ser, me recuerda a mi marido. ¡Qué número! Y el alboroto consiguiente contra la dueña de la casa, que a ver por qué aparece el pene de mi marido en su casa, que a ver dónde se ha visto eso, y que ahora me quedo con la duda de la fidelidad de mi marido, y si el muy... le habrá enviado un recuerdo desde el más allá a esta fresca.... Pero no, al final lo que se manifestó, impregnó o teleplastificó con brocha y pincel fueron unos cuantos caretos insulsos. ¡Qué poca imaginación tienen en el más allá, o en la otra dimensión! Semejante bobería viene rodando desde 1971 hasta la actualidad, bien es cierto que con largas temporadas de olvido, resucitado periódicamente por aquellos que no han encontrado mejor forma de estar en el mundo que engañarse a sí mismos y a los demás. Pero ya no rueda mas lo de Bélmez. A Bélmez le han parado los pies, y el maguferío tiembla de rabia.
Las caras de Bélmez eran para mí un curioso pasteleo que me caía lejos, una historia de la que no comprendía por qué no había sido explicada, debunkizada y derribada completamente. Su fama y aureola de misterio clásico lo hacía un bocado especialmente apetecible al que no pude hincar el diente por residir a mil y pico kilómetros. No ocultaré la satisfacción que siento ahora por la aclaración mediática de esta farsa enquistada. Las revelaciones de Pueblo al año siguiente de saltar la historia habían quedado sepultadas en el olvido y por supuesto ningún fabricante de paradojas había vuelto sobre ellas en sus libracos o en los especiales de revistas magufas. En más de una ocasión me lamenté de que el enigma de Bélmez no hubiese sido destripado y explicado completamente, que es el destino natural de los enigmas y misterios de este mundo, a no ser que seas un redomado sinvergüenza y digas en público lo contrario.
Pero ha bastado un mes y pico para tirar por los suelos un misterio con casi 35 años de antigüedad. Pero bueno, tampoco hay que exagerar: Bélmez no ha sido un misterio en su puñetera vida, eso lo sabe hasta el que asó la manteca, si es que tal sujeto tenía dos dedos de frente y no se dejaba camelar por los prestidigitadores de la irracionalidad más pedestre, de los que hacen periodismo de hinbestigasión, cambian el tono de voz en antena o en la tele, ponen musiquitas para acojonar al radioyente y sitúan al mismo nivel al científico y al pelanas de turno. ¡Qué mierda más fraudulenta!
El misterio de Bélmez, el auténtico misterio de Bélmez, era cómo ha podido perdurar semejante majadería durante tantos años en la conciencia colectiva de los aficionados al misterio, cuando habría bastado un poco de tiempo y esfuerzo para pulverizar lo que nuestros próceres de lo paranormal deslizaron en los medios y grabaron, por añadidura, en las mentes "educadas" en las variantes del ocultismo contemporáneo, por obra y gracias de los Jiménez del Oso, los Benítez y demás novelistas, exclusivamente novelistas (con perdón de los novelistas que puedan leer estas líneas).
Un mes y pico de trabajo de gabinete escéptico tipo CSI... No ha hecho falta ir a Bélmez disfrazado con chaleco de cazafantasmas alicantino. Bastó con las sugerencias de Francisco Máñez, y el trabajo colectivo desarrollado en la lista de correo electrónico Charlatanes. De esta lista partió la iniciativa de enviar un escrito de protesta a los medios de comunicación españoles contra la cobertura partidista de lo paranormal. Lo firmaron más de 250 personas y fue suficiente para acabar con la pamplina belmeziana. No les cansaré con otra versión de los hechos: visiten los últimos post de Yamato, de El retorno de los charlatanes, de Razones para dudar de Uno por uno, uno; uno por uno, dos; uno por uno... y el especial de el escéptico digital, y podrán hacerse una idea de lo acontecido estos días. Sabrán cómo se fabricó esta historia y cómo fue demolida por un grupo de personas interesadas en la divulgación del escepticismo, y en que en los medios de comunicación dejen de hacer el ridículo presentando a desahogados como si sus historietas e inventos estuviesen exentos de crítica. Es poco probable que se produzcan deserciones masivas de la religión de lo paranormal en España como consecuencia de lo publicado. De hecho, los figurones mediáticos sabrán recomponer el misterio con el paso del tiempo; ya hay algunos indicios en este sentido, como buenos camaleones, culebras hábiles en zafarse ante la parroquia crédula de la puesta en evidencia total que ha supuesto la publicación en El Mundo de esos importantes artículos para la pequeña historia de lo paranormal en España. Estoy seguro de que todo este revuelo habrá servido, en cambio, para que a algún pibe veinteañero aficionado a los enemas de la ciencia le haya hecho click en su coco la parte relacionada con "no me tomen el pelo, ni crean que soy imbécil; quiero pruebas de lo que usted me está contando; no me adules, mamón". Me conformo con esto. Es de desear que a partir de ahora, y era otro de los objetivos del manifiesto, los medios de información general consulten a fuentes de información críticas antes de dar por buenos ciertos asuntos. Ya tienen las direcciones de correo electrónico de esas fuentes; la ética profesional la tienen que poner ellos.
Tengo un amigo que esta escribiendo un paper para Nature. Intentaré convencerle de que deje de escribir machangadas y que le proponga al editor y a los árbitros un artículo sobre Bélmez, sobre su fabricación, cultivo y desmoronamiento. Portada segura. Para ahorrarle trabajo aquí le dejo las key words:
Bélmez, caras de cemento, caraduras, desfachatez, paranormal, Germán de Argamasa, Bender (¿Hans?), el robot de Futurama, alcaldesa, negociete, Franco, sales de plata, dondedigodijedigoDiego, Milenio3, a-mí-no-me-salpica-esta-mierda, escépticos, CSIC, muentras-en-sobrecito de azúcar, tumbas-sin-nombre, me-desmarco-por-la-tangente, la Preysler, aceite, agua, fregona, denuncias, pa-chulo-yo, chalequito-multibolsillos-con-seip-escrito-en-la-espalda, centro-de-interpretación, El Mundo, gatos-teleplástidos, Cavanilles, el-montaje-de-Bélmez-se-va-a-la-mierda, más-denuncias, charlatanes-a-punta-de-pala...
Que el último apague la luz.
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
viernes, diciembre 03, 2004
viernes, noviembre 19, 2004
Avistamiento XXL en la "alerta ovni"...
Vaya, qué pena que no hubo ningún fabricante de platillos volantes la noche del 24 de junio de 2004, noche de la alerta ovni de Milenio 3 o Tercer milenio o tercera tomadura de pelo o como quiera que se llame el programa que conduce un tal Jiménez, que habla por la radio de cosas raritas, como el Alés en tiempos, pero con glamour y afectación posmodernos. Padre e hijo alerteros, cultivadores de una superstición radiofónica platillista, supositorio 270 mm. de calibre con cubierta de adulación del simplón gusto mayoritario, iniciativa ideológicamente frikie, exitosa mediáticamente porque gana lo estrafalario, lo ridículo y la radio basura, el pienso compuesto paranormal disfrazado de ciencia alternativa.
Digo que qué pena que no hubo fabricantes de platillos volantes pero no debería quejarme, ni manifestar pena ni aflicción, hombre de poca fe, porque los fabricantes de platillos volantes están por todos lados, cada día, en cada libro risible de ovnis publicado desde los años 50 del siglo pasado, exceptuado en España las cosas dichas y escritas por Ares de Blas, Ballester Olmos, Manuel Borraz, el señor de Magonia, las gentes de la Fundación Anomalía y tres o cuatro más por ahí por el mundo. Quitando estos, que son como niños, como niños que destripan un juguete para ver cómo es por dentro (y no se lo perdonan), los demás son fabricantes de platillos; ¡los hay a montones!:
El caso Manises (11/11/79) fue un platillo volante (¿de qué color eran los marcianos que viajaban en las acojonantes llamaradas de Escomb... perdón, en la nave extraterrestre?), no una monumental (y natural) confusión con las emisiones de las chimeneas de la refinería cartagenera de Escombreras, una atmósfera especialmente nítida, unos cuantos estímulos astronómicos, unas contramedidas electrónicas emitidas por un portahelicópteros contra el caza español que fue a inspeccionar la nada, y todo un proceso de creación legendaria por obra y gracia del mago platillista de turno por aquella época;
el 5 de marzo de 1979 los canarios no observaron los efectos en la alta atmósfera del lanzamiento de varios misiles Poseidon de la Armada norteamericana desde submarinos localizados en el Atlántico Norte, sino un petardo extraterrestre que viajaba en el astral, en el ultravioleta o en algún universo multidimensional de los que algún experto en auto-engaños (y en intentar contagiar a los demás) fabrica en su cabeza;
en el barrio de Zurbarán de Bilbao, en agosto de 1976, un poderoso platillo volante se apareció a los del lugar, nada de humo iluminado por los Altos Hornos de Vizcaya y el croar de un sapo partero que interpretó los efectos especiales sonoros, como pusieron de manifiesto Félix Ares, Luis Alfonso Gámez y Jesús Martínez Villaro;
y lo que vio el comandante Lorenzo Torres el 4 de noviembre de 1968 volando sobre la costa oriental española no fue el planeta Venus (a pesar de hallarse localizado justo en el lugar en que se encontraban las misteriosas luces) sino una nave de origen desconocido que realizó varias piruetas alrededor del avión. Es un detalle "sin importancia" que en unas declaraciones efectuadas el año siguiente al suceso el relato del piloto no citase estos detalles y que sus palabras fueras mucho, pero mucho más comedidas que después de pasar por las manos de un conocido fabricante de irracionalidades y patrañas pseudoespirituales;
tampoco la aventura de un grupo de soldados de reemplazo en la playa del Diablito (Gran Canaria) en abril de 1991 fue una invención de un par de famosos correcaminos de los platillos volantes, ni la supuesta acción de reconocimiento efectuada por el Ejército del Aire fue una chapuza, como algunas fuentes militares pusieron de manifiesto (independientemente de la realidad o no de los hechos, que ya es "independencia", por otra parte): lo que realmente ocurrió fue que en la citada playa se vieron unas luces y unas sombras a las que las balas disparadas por los soldados -atención a la película- dejaban indiferentes, mientras el helicóptero en el que se habían desplazado era sobrevolado por las misteriosas luces, que es decir lo mismo que platillos volantes, para qué nos vamos a andar con rodeos... Según uno de los soldados -soldados de reemplazo que fueron llevados a una playa turística a pegar tiros de madrugada durante media hora, gloriosa parida- los Cetmes fueron trucados para que no delataran su uso, y se ordenó boquita cerrada a todo el mundo. Mihterioh de la siensia...
¿Y qué decir del Dr. Padrón y sus extraterrestres con mono rojo dentro de una esfera traslúcida de 30 metros de diámetro el 22 de junio de 1976 en Gáldar (Gran Canaria)? Pues eso, nada de los efectos de otro misil aberrantemente percibidos por el citado médico, un testigo convenientemente trabajado por unos cuantos ocultólogos, paranormalistas, nuevaeristas de saldo y alérgicos al sentido común. Entre centenares de testigos fue el único que describió semejantes imaginaciones, pero como suele ser habitual su testimonio se convirtió en el más citado y reproducido.
Bueno, otro día sigo con la lista, que es casi interminable; he apuntado los primeros episodios que me han venido a la mente, ejemplos del enema número 1 de la ciencia contemporánea, el "misterio" por excelencia, el no va más de los investigadores de campo y playa, la farsa mediática más ordeñada del siglo XX, la leyenda urbana solidificada, el rumor de granito, el fósil viviente de un monstruo surgido a mediados del siglo pasado. Volvamos con Magonia.
Lo interesante, lo bueno, es que a pesar de todas las batallitas en los días anteriores a la alerta, de todas estas afirmaciones pro-platillistas y de las réplicas escépticas, hubo avistamientos, concretamente un mega-avistamiento (sic), según informó una fuente anónima en Magonia, añadiendo que lo que fuese aquello no se sabe, pero fenómenos extraños se vieron en el cielo esa noche, y, por suerte, no fueron obra de ningún escéptico ocioso. De una cosa estamos seguros: no fue obra de escépticos, ni ociosos ni atareados (al menos ninguno declaró haber confeccionado platillo volante alguno); pero de lo que no estamos seguros los escépticos es de que fuera un fenómeno extraño lo que supuestamente se vio la noche del 24 de junio dentro de la alerta ovni (que es como decir "¡miren al cielo de noche, se pueden ver platillos volantes!"). ¿Por qué fue un fenómeno extraño? Pues porque lo dicen los hipotéticos testigos y los feligreses se lo creen; se lo creen porque sí, porque les da la gana, sin pruebas. No las necesitan. El misterio existe, les basta el "testimonio".
El mismo que declaró solemnemente sobre la presencia de algo raro en los cielos nocturnos de la alerta fue el que a continuación soltó que claro, claro. Lo que pasa es que el escepticismo está condenado al fracaso, porque nunca jamás va a lograr demostrar la inexistencia de fenómenos paranormales, UFOs, teleplastias, etc., etc., etc. y mil etcéteras más. ¿Creen ustedes que esta sandez fue escrita así? Pues no, he corregido seis faltas de ortografía en la versión original; pero la idea se cogía, estaba clara: son los mihterioh de la siensia. Demostrar la inexistencia de algo es difícil; es como si yo pretendiese demostrar que no existe el hombre del saco. ¿No será que lo que hay que probar es que algo existe por parte de quien lo cree? Hala, a pensar, humanoides...
El proyecto Magonia no funcionó respecto a la fabricación de platillos volantes, pero sí en lo relativo a no ponérselo fácil a los tradicionales estafadores de la cultura. El cabreo, los insultos, las falacias, los estúpidos clichés de siempre escuchados y leídos los días anteriores a la romería platillista apta para las nuevas generaciones de crédulos, fueron prueba de que el experimento sociológico-barsimpsoniano de Magonia tuvo un tanto por ciento de éxito. Yo me conformo, en esta primera edición magonífera, con que algún interesado en los pseudomisterios radiofónicos se diera cuenta de que todo esto es algo que hay que tomárselo a coña. En cierto sentido, el proyecto fue la puesta en práctica de aquello de que vale más una carcajada que mil tercermileniadas...
Digo que qué pena que no hubo fabricantes de platillos volantes pero no debería quejarme, ni manifestar pena ni aflicción, hombre de poca fe, porque los fabricantes de platillos volantes están por todos lados, cada día, en cada libro risible de ovnis publicado desde los años 50 del siglo pasado, exceptuado en España las cosas dichas y escritas por Ares de Blas, Ballester Olmos, Manuel Borraz, el señor de Magonia, las gentes de la Fundación Anomalía y tres o cuatro más por ahí por el mundo. Quitando estos, que son como niños, como niños que destripan un juguete para ver cómo es por dentro (y no se lo perdonan), los demás son fabricantes de platillos; ¡los hay a montones!:
El caso Manises (11/11/79) fue un platillo volante (¿de qué color eran los marcianos que viajaban en las acojonantes llamaradas de Escomb... perdón, en la nave extraterrestre?), no una monumental (y natural) confusión con las emisiones de las chimeneas de la refinería cartagenera de Escombreras, una atmósfera especialmente nítida, unos cuantos estímulos astronómicos, unas contramedidas electrónicas emitidas por un portahelicópteros contra el caza español que fue a inspeccionar la nada, y todo un proceso de creación legendaria por obra y gracia del mago platillista de turno por aquella época;
el 5 de marzo de 1979 los canarios no observaron los efectos en la alta atmósfera del lanzamiento de varios misiles Poseidon de la Armada norteamericana desde submarinos localizados en el Atlántico Norte, sino un petardo extraterrestre que viajaba en el astral, en el ultravioleta o en algún universo multidimensional de los que algún experto en auto-engaños (y en intentar contagiar a los demás) fabrica en su cabeza;
en el barrio de Zurbarán de Bilbao, en agosto de 1976, un poderoso platillo volante se apareció a los del lugar, nada de humo iluminado por los Altos Hornos de Vizcaya y el croar de un sapo partero que interpretó los efectos especiales sonoros, como pusieron de manifiesto Félix Ares, Luis Alfonso Gámez y Jesús Martínez Villaro;
y lo que vio el comandante Lorenzo Torres el 4 de noviembre de 1968 volando sobre la costa oriental española no fue el planeta Venus (a pesar de hallarse localizado justo en el lugar en que se encontraban las misteriosas luces) sino una nave de origen desconocido que realizó varias piruetas alrededor del avión. Es un detalle "sin importancia" que en unas declaraciones efectuadas el año siguiente al suceso el relato del piloto no citase estos detalles y que sus palabras fueras mucho, pero mucho más comedidas que después de pasar por las manos de un conocido fabricante de irracionalidades y patrañas pseudoespirituales;
tampoco la aventura de un grupo de soldados de reemplazo en la playa del Diablito (Gran Canaria) en abril de 1991 fue una invención de un par de famosos correcaminos de los platillos volantes, ni la supuesta acción de reconocimiento efectuada por el Ejército del Aire fue una chapuza, como algunas fuentes militares pusieron de manifiesto (independientemente de la realidad o no de los hechos, que ya es "independencia", por otra parte): lo que realmente ocurrió fue que en la citada playa se vieron unas luces y unas sombras a las que las balas disparadas por los soldados -atención a la película- dejaban indiferentes, mientras el helicóptero en el que se habían desplazado era sobrevolado por las misteriosas luces, que es decir lo mismo que platillos volantes, para qué nos vamos a andar con rodeos... Según uno de los soldados -soldados de reemplazo que fueron llevados a una playa turística a pegar tiros de madrugada durante media hora, gloriosa parida- los Cetmes fueron trucados para que no delataran su uso, y se ordenó boquita cerrada a todo el mundo. Mihterioh de la siensia...
¿Y qué decir del Dr. Padrón y sus extraterrestres con mono rojo dentro de una esfera traslúcida de 30 metros de diámetro el 22 de junio de 1976 en Gáldar (Gran Canaria)? Pues eso, nada de los efectos de otro misil aberrantemente percibidos por el citado médico, un testigo convenientemente trabajado por unos cuantos ocultólogos, paranormalistas, nuevaeristas de saldo y alérgicos al sentido común. Entre centenares de testigos fue el único que describió semejantes imaginaciones, pero como suele ser habitual su testimonio se convirtió en el más citado y reproducido.
Bueno, otro día sigo con la lista, que es casi interminable; he apuntado los primeros episodios que me han venido a la mente, ejemplos del enema número 1 de la ciencia contemporánea, el "misterio" por excelencia, el no va más de los investigadores de campo y playa, la farsa mediática más ordeñada del siglo XX, la leyenda urbana solidificada, el rumor de granito, el fósil viviente de un monstruo surgido a mediados del siglo pasado. Volvamos con Magonia.
Lo interesante, lo bueno, es que a pesar de todas las batallitas en los días anteriores a la alerta, de todas estas afirmaciones pro-platillistas y de las réplicas escépticas, hubo avistamientos, concretamente un mega-avistamiento (sic), según informó una fuente anónima en Magonia, añadiendo que lo que fuese aquello no se sabe, pero fenómenos extraños se vieron en el cielo esa noche, y, por suerte, no fueron obra de ningún escéptico ocioso. De una cosa estamos seguros: no fue obra de escépticos, ni ociosos ni atareados (al menos ninguno declaró haber confeccionado platillo volante alguno); pero de lo que no estamos seguros los escépticos es de que fuera un fenómeno extraño lo que supuestamente se vio la noche del 24 de junio dentro de la alerta ovni (que es como decir "¡miren al cielo de noche, se pueden ver platillos volantes!"). ¿Por qué fue un fenómeno extraño? Pues porque lo dicen los hipotéticos testigos y los feligreses se lo creen; se lo creen porque sí, porque les da la gana, sin pruebas. No las necesitan. El misterio existe, les basta el "testimonio".
El mismo que declaró solemnemente sobre la presencia de algo raro en los cielos nocturnos de la alerta fue el que a continuación soltó que claro, claro. Lo que pasa es que el escepticismo está condenado al fracaso, porque nunca jamás va a lograr demostrar la inexistencia de fenómenos paranormales, UFOs, teleplastias, etc., etc., etc. y mil etcéteras más. ¿Creen ustedes que esta sandez fue escrita así? Pues no, he corregido seis faltas de ortografía en la versión original; pero la idea se cogía, estaba clara: son los mihterioh de la siensia. Demostrar la inexistencia de algo es difícil; es como si yo pretendiese demostrar que no existe el hombre del saco. ¿No será que lo que hay que probar es que algo existe por parte de quien lo cree? Hala, a pensar, humanoides...
El proyecto Magonia no funcionó respecto a la fabricación de platillos volantes, pero sí en lo relativo a no ponérselo fácil a los tradicionales estafadores de la cultura. El cabreo, los insultos, las falacias, los estúpidos clichés de siempre escuchados y leídos los días anteriores a la romería platillista apta para las nuevas generaciones de crédulos, fueron prueba de que el experimento sociológico-barsimpsoniano de Magonia tuvo un tanto por ciento de éxito. Yo me conformo, en esta primera edición magonífera, con que algún interesado en los pseudomisterios radiofónicos se diera cuenta de que todo esto es algo que hay que tomárselo a coña. En cierto sentido, el proyecto fue la puesta en práctica de aquello de que vale más una carcajada que mil tercermileniadas...
viernes, noviembre 12, 2004
Tratamiento equitativo de lo "paranormal"
Lo paranormal, los ovnis y demás cosas raras parecen estar exentos del tratamiento normal que en los medios de comunicación se dispensa a otros aspectos de la actividad humana. Y digo humana, sí, tratándose de paranormalidades y de ovnis. Ese tratamiento normal es el que presenta las dos caras de la moneda, los pros y los contra, el que le da un espacio equivalente a los que están a favor y a los que están en contra, en particular en programas informativos como los telediarios. Recientemente tuvimos el enésimo ejemplo de tratamiento, no ya desigual, sino en sí mismo partidista, incompleto y desinformativo con la tontería esa de las caras de Bélmez, que mira que han ordeñado la cosa desde 1971. Me ahorraré contarles la historia, pues ya está perfectamente detallada en otros blogs como este y este.
La asepsia informativa no es habitual; lo frecuente es que lo paranormal o cualquier invento criptozoológico, platillesco o de embrutecimiento, perdón, de cambio de la conciencia para jóvenes y entidades cándidas que se administran su dosis de basurrilla mensual en papel cuché multicolor aparezca como Pedro por su casa en los medios de comunicación, sin que al reportero de turno parezca sonarle raro lo que está oyendo, como si lo que le está contando el patán acientífico de turno fuera un género en sí mismo, una perspectiva, una posibilidad, de tal forma que alguien, imbuido de una versión fallida del concepto de libertad de expresión podría llegar a ver con malos ojos la crítica o la refutación de la parida misteriófila que acaba de escuchar. Esto es lo que permite que cosas tan chuscas como los caretos de Bélmez aparecieran en los telediarios con el mismo mimo, tiempo y relevancia que si se hubiese ajustado al 100% la causa de la extinción de los dinosaurios. Y si en este caso es de suponer que los científicos hablarían de posibilidades confirmadas (los pros) y muy probablemente -habría sido lo correcto- habrían entrevistado a voces críticas de la explicación total (los contras), en el caso de Bélmez no ocurrió así: el paquete va entero, sin voces discordantes, sin "quisiera apuntar otras posibilidades menos fantásticas que las de los paranormalistas", sin que los periodistas televisivos se preguntaran en ningún momento si no estarían colándole un gol a la audiencia, es decir engañándola con una absurda representación en la que un señor con un boli en la mano y rodeado de una penumbra ad hoc señalaba algo en el piso, mientras desbarraba un rato sobre los acojonantes misterios que rodean el pueblo jiennense. Me pareció estar viendo una parodia de los Simpson...
Para remediar un poco la situación ventajista de que los señores del misterio industrial gozan en los medios de comunicación se está gestando una iniciativa hasta donde sé pionera en España, surgida de la lista de correo electrónico Charlatanes y promovida inicialmente por Mauricio José Schwarz. El próximo día 20 de noviembre se difundirá a todos los medios nacionales y extranjeros acreditados en España un dossier crítico sobre Bélmez, con el que se espera conseguir que los periodistas adquieran la sana e ineludible costumbre de consultar a fuentes opuestas sobre los temas paranormales y misteriosillos, platillos volantes estrellados, luces populares (¿se referirán a las de las verbenas?), Yetis, vírgenes que lloran sangre y otros efectos especiales, viajes astrales y un laaaaaargo etcétera, además de, por supuesto, las pinturas belmecianas en el cemento.
¿Qué podemos hacer mientras? Podemos firmar antes del día 20 el breve texto que acompañará el dossier citado, que reproduzco a continuación. Para firmar debe ir a esta dirección web y cumplimentar las casillas que aparecen en la parte inferior.
POR EL DERECHO A UNA INFORMACIÓN CRÍTICA EN TEMAS CIENTÍFICOS
Desde principios de octubre, los medios informativos españoles han dedicado gran cantidad de tiempo a difundir como un hecho la afirmación de que ciertas manchas presentes en una casa en Bélmez de la Moraleda, Jaén, son rostros humanos producidos de forma paranormal, afirmación que se extiende a la primera casa en la que se pueden ver estas caras desde 1971.
La única fuente informativa citada en todos los casos es una asociación relacionada con la explotación económica del fenómeno durante los últimos años y que carece de toda representatividad y rigor científico, y que no está acreditada en modo alguno, llamada SEIP, Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas, a cuyos integrantes se ha presentado como "científicos" sin serlo y "expertos" sin sustentarlo.
Los medios no han mostrado interés alguno en acudir a otras fuentes para contrastar estas extravagantes afirmaciones. Desde hace 31 años, al publicitarse por primera vez este caso, se han ofrecido explicaciones al fenómeno y éstas han sido difundidas por organizaciones como ARP-SAPC (Alternativa Racional a las Pseudociencias-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico) que reúne, entre otros, a destacados científicos y miembros del mundo académico español. Numerosos sitios en Internet, publicaciones, análisis, estudios críticos y otras fuentes ponen en duda tanto la explicación paranormal de las caras de Bélmez como la seriedad y credibilidad de la SEIP y de sus dirigentes.
Quienes suscribimos la presente consideramos que esta situación vulnera lo dispuesto en el artículo 20.1.d) de la Constitución Española, que garantiza el derecho A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión, ya que la información al respecto ha sido tendenciosa, sesgada, sin contrastar y en general desaseada y amarillista, en modo alguno veraz.
Igualmente consideramos que la presentación de esta información seudocientífica sin contrastarla y sin dar espacio a una visión equilibrada de tal información propicia la difusión de las supersticiones, promueve el ocultismo, va a contracorriente de los esfuerzos educativos esenciales para la sociedad española y se opone al pensamiento crítico que es la esencia de toda sociedad libre y democrática.
Por ello, de manera atenta pero enérgica solicitamos que se tenga en consideración el dossier que se ha preparado sobre el caso, que resume la visión crítica sobre el siempre sospechoso caso de las caras de Bélmez, y esperamos que se le dé una difusión similar, en cuanto a atención, espacio y tiempo, a la que se le concedió en las semanas anteriores a la publicidad de la SEIP y del Ayuntamiento de Bélmez de la Moraleda.
Atentamente
La asepsia informativa no es habitual; lo frecuente es que lo paranormal o cualquier invento criptozoológico, platillesco o de embrutecimiento, perdón, de cambio de la conciencia para jóvenes y entidades cándidas que se administran su dosis de basurrilla mensual en papel cuché multicolor aparezca como Pedro por su casa en los medios de comunicación, sin que al reportero de turno parezca sonarle raro lo que está oyendo, como si lo que le está contando el patán acientífico de turno fuera un género en sí mismo, una perspectiva, una posibilidad, de tal forma que alguien, imbuido de una versión fallida del concepto de libertad de expresión podría llegar a ver con malos ojos la crítica o la refutación de la parida misteriófila que acaba de escuchar. Esto es lo que permite que cosas tan chuscas como los caretos de Bélmez aparecieran en los telediarios con el mismo mimo, tiempo y relevancia que si se hubiese ajustado al 100% la causa de la extinción de los dinosaurios. Y si en este caso es de suponer que los científicos hablarían de posibilidades confirmadas (los pros) y muy probablemente -habría sido lo correcto- habrían entrevistado a voces críticas de la explicación total (los contras), en el caso de Bélmez no ocurrió así: el paquete va entero, sin voces discordantes, sin "quisiera apuntar otras posibilidades menos fantásticas que las de los paranormalistas", sin que los periodistas televisivos se preguntaran en ningún momento si no estarían colándole un gol a la audiencia, es decir engañándola con una absurda representación en la que un señor con un boli en la mano y rodeado de una penumbra ad hoc señalaba algo en el piso, mientras desbarraba un rato sobre los acojonantes misterios que rodean el pueblo jiennense. Me pareció estar viendo una parodia de los Simpson...
Para remediar un poco la situación ventajista de que los señores del misterio industrial gozan en los medios de comunicación se está gestando una iniciativa hasta donde sé pionera en España, surgida de la lista de correo electrónico Charlatanes y promovida inicialmente por Mauricio José Schwarz. El próximo día 20 de noviembre se difundirá a todos los medios nacionales y extranjeros acreditados en España un dossier crítico sobre Bélmez, con el que se espera conseguir que los periodistas adquieran la sana e ineludible costumbre de consultar a fuentes opuestas sobre los temas paranormales y misteriosillos, platillos volantes estrellados, luces populares (¿se referirán a las de las verbenas?), Yetis, vírgenes que lloran sangre y otros efectos especiales, viajes astrales y un laaaaaargo etcétera, además de, por supuesto, las pinturas belmecianas en el cemento.
¿Qué podemos hacer mientras? Podemos firmar antes del día 20 el breve texto que acompañará el dossier citado, que reproduzco a continuación. Para firmar debe ir a esta dirección web y cumplimentar las casillas que aparecen en la parte inferior.
POR EL DERECHO A UNA INFORMACIÓN CRÍTICA EN TEMAS CIENTÍFICOS
Desde principios de octubre, los medios informativos españoles han dedicado gran cantidad de tiempo a difundir como un hecho la afirmación de que ciertas manchas presentes en una casa en Bélmez de la Moraleda, Jaén, son rostros humanos producidos de forma paranormal, afirmación que se extiende a la primera casa en la que se pueden ver estas caras desde 1971.
La única fuente informativa citada en todos los casos es una asociación relacionada con la explotación económica del fenómeno durante los últimos años y que carece de toda representatividad y rigor científico, y que no está acreditada en modo alguno, llamada SEIP, Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas, a cuyos integrantes se ha presentado como "científicos" sin serlo y "expertos" sin sustentarlo.
Los medios no han mostrado interés alguno en acudir a otras fuentes para contrastar estas extravagantes afirmaciones. Desde hace 31 años, al publicitarse por primera vez este caso, se han ofrecido explicaciones al fenómeno y éstas han sido difundidas por organizaciones como ARP-SAPC (Alternativa Racional a las Pseudociencias-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico) que reúne, entre otros, a destacados científicos y miembros del mundo académico español. Numerosos sitios en Internet, publicaciones, análisis, estudios críticos y otras fuentes ponen en duda tanto la explicación paranormal de las caras de Bélmez como la seriedad y credibilidad de la SEIP y de sus dirigentes.
Quienes suscribimos la presente consideramos que esta situación vulnera lo dispuesto en el artículo 20.1.d) de la Constitución Española, que garantiza el derecho A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión, ya que la información al respecto ha sido tendenciosa, sesgada, sin contrastar y en general desaseada y amarillista, en modo alguno veraz.
Igualmente consideramos que la presentación de esta información seudocientífica sin contrastarla y sin dar espacio a una visión equilibrada de tal información propicia la difusión de las supersticiones, promueve el ocultismo, va a contracorriente de los esfuerzos educativos esenciales para la sociedad española y se opone al pensamiento crítico que es la esencia de toda sociedad libre y democrática.
Por ello, de manera atenta pero enérgica solicitamos que se tenga en consideración el dossier que se ha preparado sobre el caso, que resume la visión crítica sobre el siempre sospechoso caso de las caras de Bélmez, y esperamos que se le dé una difusión similar, en cuanto a atención, espacio y tiempo, a la que se le concedió en las semanas anteriores a la publicidad de la SEIP y del Ayuntamiento de Bélmez de la Moraleda.
Atentamente
lunes, octubre 18, 2004
Mauricio José Schwarz(enegger) corrige el tiro (o sobre el umbral de la desfachatez)
En su último post M. A. Schwarz comenta una respuesta que le envió Juan Sardá, el periodista que escribiera un artículo elogioso en el suplemento La luna de metrópoli del diario El Mundo sobre un magufo parapsicólogo, del sub tipo de los que engordan su currículum con cosas inventadas y totalmente falsas. Schwarz le recriminó a Sardá que, sin informarse adecuadamente, presentara al teleplástido en cuestión como un investigador confiable de lo anómalo, que no lo es, ni mucho menos.
Sardá encajó directo estupendamente, y aceptó la crítica, aunque el estilo flame de Schwarz no fuera de su agrado. Según comenta el mexicano, Sardá ...decidió hacer tres cosas de manera razonable y mesurada: primero, admite el error, cosa que es de gente bien nacida y admirable en estos tiempos; segundo, me reclama mi exceso verbal en mis ataques a su profesionalismo periodístico y, tercero, no permite que esto obste para, con clara honestidad periodística, ofrecer un lugar a la visión crítica de la charlatanería en su espacio periodístico (y honestamente diciendo además, en mensajes privados, que no dejará de preguntarle su opinión a Pedro Amorós [esto es, el de las teleplastias] lo cual me parece natural).
Cito estos comentarios como preámbulo de lo que quiero resaltar a continuación (y porque yo también me hice eco en su momento de la situación). Schwarz continúa así: La reacción de Juan Sardá ha sido ejemplar, sobre todo porque reconoce que el fondo de la crítica tiene solidez y porque no ha permitido que la forma lo obnubile. Por el contrario, en un mensaje privado, que cito con su autorización, me dice que la historia de Amorós le parecía extraña, pero que también le parecía fuerte que alguien fuera capaz de inventarse cosas semejantes. Dicho en buen romance, lo que yo interpreté como complicidad o desaseo periodístico fue, simplemente, la reacción natural ante tales embustes. Periodistas como Juan Sardá, y muchísimas personas inquietas, no pueden concebir los niveles de desfachatez que acostumbran los paranormalólogos.
Esto es lo curioso. Yo sé de tipos que ven marcianos todas las noches, que reciben la comunicación de unas entidades evolucionadas especializadas en derivar hacia el mar la energía sísmica y evitar así terremotos y erupciones volcánicas (como lo oyen) como en Tenerife recientemente (se supone que la noche anterior al terremoto de Ban, en Irán, estas entidades muy evolucionadas debieron estar de borracherra y se les fue el baifo), que se pegan sus viajitos astrales para visitar a mamá Blavatsky, y luego es posible que se pongan corbata y que den el pego de sensatos. Y más que lo dan otros cuando se ponen una cazadora coronel Tapioca con dos millones de bolsillos para guardar la libretita marca Guerrero, el bolígrafo, la cámara de fotos, la brújula y otros adminículos que lo convierten a uno en un investigador que te c..., todo ello para montar el ridículo teatrillo del misterio infatiloide. Sería interesante reflexionar en otra ocasión sobre la imagen popular de ciertos científicos. Ésta, en su vertiente buena, es doble: unos llevan bata blanca, son doctores, y son el arquetipo (con perdón) del sabio contemporáneo (alguno, de tarde en tarde, se echa al monte, emplea palabras en los medios de comunicación de poco uso entre el vulgo, como célula y metabolismo, aseguran haber inventado un curalotodo maravilloshíshimo, pegan pases de pecho a periodistas mansurrones y yo sigo siendo el rey, etc.). Otros se pasan la vida al aire libre, haciendo agujeros por aquí y por allá, buscando restos de todo tipo, tienen la piel curtida y aire aventurero, llevan con derecho propio el nunca bien ponderado chaleco multibolsillos y sufren una enquistada plaga de pseudocientíficos empeñados en ver cosas raras por todos lados, en megalitos, en pirámides y en todo resto arquitectónico que no sea el acueducto de Segovia. En su vertiente mala, practican la Frankenciencia, y forman parte de conspiraciones para ocultar cualquier cosa que a ustedes se les ocurra; suelten su imaginación, déjenla triscar por las zonas más irracionales de su cerebro y encontrarán varios ejemplos.
A lo que iba, que se me va el hilo: muchos periodistas, y muchos que no son periodistas, no son capaces de imaginar las barbaridades que algunos expertos en humo son capaces de decir de palabra y por escrito. O dicho de otro modo: el nivel de desfachatez de nuestros próceres de lo paranormal supera el umbral de lo que es razonable esperar. En el ámbito de la publicidad, o de la venta de objetos de segunda mano, por ejemplo, siempre es razonable presumir cierto aire enrarecido per se. Siempre sabes que lo están adornando o exagerando, y lo tienes en cuenta; pero en el terreno de lo paranormal y de los misterios, del careto de Marte y de los caretos de Bélmez y otras minucias aptas para que las agencias de prensa engañen sin querer a las empresas periodísticas y, por añadidura, a los lectores, es más difícil detectar la trampa al desconocedor del patio de los enigmas periodísticos. No hay límite, van a saco, la mentira va en bruto, sin valelina, directa a las tragaderas del creyente en el mundo aterciopelado de los enigmas alternativos. A última hora me entero de que a la Universidad de Alicante le han metido un gol. Saben jugar al fútbol estos magufos.
Sardá encajó directo estupendamente, y aceptó la crítica, aunque el estilo flame de Schwarz no fuera de su agrado. Según comenta el mexicano, Sardá ...decidió hacer tres cosas de manera razonable y mesurada: primero, admite el error, cosa que es de gente bien nacida y admirable en estos tiempos; segundo, me reclama mi exceso verbal en mis ataques a su profesionalismo periodístico y, tercero, no permite que esto obste para, con clara honestidad periodística, ofrecer un lugar a la visión crítica de la charlatanería en su espacio periodístico (y honestamente diciendo además, en mensajes privados, que no dejará de preguntarle su opinión a Pedro Amorós [esto es, el de las teleplastias] lo cual me parece natural).
Cito estos comentarios como preámbulo de lo que quiero resaltar a continuación (y porque yo también me hice eco en su momento de la situación). Schwarz continúa así: La reacción de Juan Sardá ha sido ejemplar, sobre todo porque reconoce que el fondo de la crítica tiene solidez y porque no ha permitido que la forma lo obnubile. Por el contrario, en un mensaje privado, que cito con su autorización, me dice que la historia de Amorós le parecía extraña, pero que también le parecía fuerte que alguien fuera capaz de inventarse cosas semejantes. Dicho en buen romance, lo que yo interpreté como complicidad o desaseo periodístico fue, simplemente, la reacción natural ante tales embustes. Periodistas como Juan Sardá, y muchísimas personas inquietas, no pueden concebir los niveles de desfachatez que acostumbran los paranormalólogos.
Esto es lo curioso. Yo sé de tipos que ven marcianos todas las noches, que reciben la comunicación de unas entidades evolucionadas especializadas en derivar hacia el mar la energía sísmica y evitar así terremotos y erupciones volcánicas (como lo oyen) como en Tenerife recientemente (se supone que la noche anterior al terremoto de Ban, en Irán, estas entidades muy evolucionadas debieron estar de borracherra y se les fue el baifo), que se pegan sus viajitos astrales para visitar a mamá Blavatsky, y luego es posible que se pongan corbata y que den el pego de sensatos. Y más que lo dan otros cuando se ponen una cazadora coronel Tapioca con dos millones de bolsillos para guardar la libretita marca Guerrero, el bolígrafo, la cámara de fotos, la brújula y otros adminículos que lo convierten a uno en un investigador que te c..., todo ello para montar el ridículo teatrillo del misterio infatiloide. Sería interesante reflexionar en otra ocasión sobre la imagen popular de ciertos científicos. Ésta, en su vertiente buena, es doble: unos llevan bata blanca, son doctores, y son el arquetipo (con perdón) del sabio contemporáneo (alguno, de tarde en tarde, se echa al monte, emplea palabras en los medios de comunicación de poco uso entre el vulgo, como célula y metabolismo, aseguran haber inventado un curalotodo maravilloshíshimo, pegan pases de pecho a periodistas mansurrones y yo sigo siendo el rey, etc.). Otros se pasan la vida al aire libre, haciendo agujeros por aquí y por allá, buscando restos de todo tipo, tienen la piel curtida y aire aventurero, llevan con derecho propio el nunca bien ponderado chaleco multibolsillos y sufren una enquistada plaga de pseudocientíficos empeñados en ver cosas raras por todos lados, en megalitos, en pirámides y en todo resto arquitectónico que no sea el acueducto de Segovia. En su vertiente mala, practican la Frankenciencia, y forman parte de conspiraciones para ocultar cualquier cosa que a ustedes se les ocurra; suelten su imaginación, déjenla triscar por las zonas más irracionales de su cerebro y encontrarán varios ejemplos.
A lo que iba, que se me va el hilo: muchos periodistas, y muchos que no son periodistas, no son capaces de imaginar las barbaridades que algunos expertos en humo son capaces de decir de palabra y por escrito. O dicho de otro modo: el nivel de desfachatez de nuestros próceres de lo paranormal supera el umbral de lo que es razonable esperar. En el ámbito de la publicidad, o de la venta de objetos de segunda mano, por ejemplo, siempre es razonable presumir cierto aire enrarecido per se. Siempre sabes que lo están adornando o exagerando, y lo tienes en cuenta; pero en el terreno de lo paranormal y de los misterios, del careto de Marte y de los caretos de Bélmez y otras minucias aptas para que las agencias de prensa engañen sin querer a las empresas periodísticas y, por añadidura, a los lectores, es más difícil detectar la trampa al desconocedor del patio de los enigmas periodísticos. No hay límite, van a saco, la mentira va en bruto, sin valelina, directa a las tragaderas del creyente en el mundo aterciopelado de los enigmas alternativos. A última hora me entero de que a la Universidad de Alicante le han metido un gol. Saben jugar al fútbol estos magufos.
miércoles, octubre 13, 2004
Siempre negatifo, nunca positifo
Se quejaba Louis Van Gaal, cuando entrenaba a un por entonces semi-pupas Barcelona (la más alta categoría de equipo pupas la sigue teniendo el Atlético) de que los periodistas deportivos eran incapaces de ver nada positifo en su labor, sui géneris pronunciación del término castellano inspirada en su recio idioma nativo. La cantinela de Van Gaal, que acabó siendo popular y muy imitada, me recuerda a una de las quejas habituales del mundillo creyente y magufo dirigidas a los escépticos ante las creencias paranormales, los humanoides extraterrestres y otras criaturas elusivas e imaginarias: siempre negativos, nunca positivos. O en traducción explícita y malsonante: no me toques lo mío y vete a la mierda, que es lo que siente el creyente en maravillas construidas con los ladrillos del descaro, del lucro, de la chulería anti-científica, del plagio de viejas historias ocultistas y de la inspiración refrita en teorías trasnochadas como la de los astronautas de la antigüedad, más o menos de la edad de piedra, o por ahí.
Comentaba hace un poco en un blog magonífero un señor de mente abierta que para qué c... se habrán reunido los escépticos de medio mundo en Italia hace escasos días. Le parecía extraño: Desde luego hay cada cosa por ahí, decía el hombre. Quizá le parezca menos raro que un periodista iniciara un libro de platillos volantes en los años setenta con la pretensión de que había aportado las pruebas de que los extraterrestres nos visitan, y que no se diga, que aquí estoy yo para probarlo, con mi cazadora indianajonesca y mis cc... La verdad es que sí, que tiene razón el amigo, que hay unas cosas más raras por ahí... Caras de moai. Por la dureza, quiero decir.
Luego se hacía estas preguntas, que yo le responderé sobre la marcha para socorrer su desconocimiento: ¿Reuniones de escépticos?; sí, igual que las hay de fabricantes de realidades alternativas y de planificación editorial mensual para vender mejor en papel cuché la última ocurrencia magufa, o el último testimonio del que vio al chupacabras copulando con cuatro gallinas, en cadena, antes de zampárselas. ¿Escépticos respecto a qué?; pues con casi todo, en particular con todos los tópicos paranormales y misteriosos imaginables, y con buena parte de las creencias religiosas que pretenden ganar verosimilitud recurriendo al sello de probado científicamente. Pero lo más importante venía a continuación. El quejón dijo que: Me imagino las palabras más recurrentes allí pronunciadas: no, nunca, jamás, indemostrable, etc. Si es que sois la alegría de la huerta, machos. Esto es el negativismo, cliché un poco tonto que es dirigido hacia los escépticos con frecuencia. Es un cliché, y además es falso, porque los escépticos informados no niegan por negar, sólo ponen en duda, y cuando se halla una explicación plausible a un fenómeno, por mucho que le duela al creyente en su imaginación y al magufo en su cuenta corriente, lo comunica para general conocimiento. Y el sedicente investigador, mientras, pues a mirar para otro lado, a esperar un tiempo y a meter luego la misma morcilla requemada en aceites ocultistas y paranormalófilos docenas de veces a los nuevos creyentes. De los pedruscos del doctor Cabrera a la telita de Turín todo es uno, en el fondo, y todo apesta con el mismo tufo de credulidad y desahogo.
Bien que con estas cosas, con el piropo de que los escépticos somos la tristeza de la huerta en lo relativo a los marcianos y demás alienígenas siempre cuestionados (y es fácil comprobar que hay docenas de razones para ello), se pueda estar manifestando un cierto malestar existencial por la presencia de los escépticos en los medios de comunicación; que es entendible que te moleste que alguien te espete que no existe ni una sóla prueba de la presencia de extraterrestres en este planeta, cuando es una creencia íntima que albergas, en la que piensas a menudo y que te gustaría ver confirmada, que probablemente se acerca bastante a un vago sentimiento religioso, porque las humanidades del cosmos nos sacarían, es de suponer, de este puto aburrimiento. Lo entiendo, sobre todo lo del aburrimiento, pero para no aburrirme yo leo a Lovecraft, no a sinvergüenzas de la pseudo-cultura que se aprovechan de ese mi -tuyo, quiero decir- sentimiento religioso o necesidad cósmica. ¡Cuántas cosas interesantes, positivas, enriquecedoras, desafiantes y entretenidas en el terreno del conocimiento se pierden los creyentes convencidos de lo paranormal y de los misterios casi en abstracto, por no ser capaces, o no querer poner en duda lo que no es más que una creencia sin fundamento, más cuando, según ellos, ese fundamento existe en la naturaleza y podrían exigir la presentación de esas pruebas a quien dice poseerlas. Quizá sea mucho pedir porque, por desgracia, estamos en un terreno donde por pruebas se entiende algo realmente distinto a lo que es habitual en el campo de la ciencia. Las creencias previas son inamovibles y sólo desean hallar indicios, señales y causalidades que las confirmen y fortalezcan. No me molesten con revisiones, me basta lo que yo creo, lo que yo quiero creer, lo que yo entiendo que es una prueba o una confirmación avalada por la palabra de una pretendida autoridad. Estos pueden ser los criterios usados en este mundo de lo alternativo y paranormal.
Pero al final el creyente la caga, con perdón, cuando dice: Con vosotros [los escépticos] todavía seguiríamos en las cavernas. Para poder avanzar es necesario imaginarse que algo en principio imposible puede llegar a ser posible. Si fuese por vosotros, todavía andaríamos tirando del carro. Te vas a una librería, te compras un librito de historia de la ciencia y te lo estudias; ¿de acuerdo?
Comentaba hace un poco en un blog magonífero un señor de mente abierta que para qué c... se habrán reunido los escépticos de medio mundo en Italia hace escasos días. Le parecía extraño: Desde luego hay cada cosa por ahí, decía el hombre. Quizá le parezca menos raro que un periodista iniciara un libro de platillos volantes en los años setenta con la pretensión de que había aportado las pruebas de que los extraterrestres nos visitan, y que no se diga, que aquí estoy yo para probarlo, con mi cazadora indianajonesca y mis cc... La verdad es que sí, que tiene razón el amigo, que hay unas cosas más raras por ahí... Caras de moai. Por la dureza, quiero decir.
Luego se hacía estas preguntas, que yo le responderé sobre la marcha para socorrer su desconocimiento: ¿Reuniones de escépticos?; sí, igual que las hay de fabricantes de realidades alternativas y de planificación editorial mensual para vender mejor en papel cuché la última ocurrencia magufa, o el último testimonio del que vio al chupacabras copulando con cuatro gallinas, en cadena, antes de zampárselas. ¿Escépticos respecto a qué?; pues con casi todo, en particular con todos los tópicos paranormales y misteriosos imaginables, y con buena parte de las creencias religiosas que pretenden ganar verosimilitud recurriendo al sello de probado científicamente. Pero lo más importante venía a continuación. El quejón dijo que: Me imagino las palabras más recurrentes allí pronunciadas: no, nunca, jamás, indemostrable, etc. Si es que sois la alegría de la huerta, machos. Esto es el negativismo, cliché un poco tonto que es dirigido hacia los escépticos con frecuencia. Es un cliché, y además es falso, porque los escépticos informados no niegan por negar, sólo ponen en duda, y cuando se halla una explicación plausible a un fenómeno, por mucho que le duela al creyente en su imaginación y al magufo en su cuenta corriente, lo comunica para general conocimiento. Y el sedicente investigador, mientras, pues a mirar para otro lado, a esperar un tiempo y a meter luego la misma morcilla requemada en aceites ocultistas y paranormalófilos docenas de veces a los nuevos creyentes. De los pedruscos del doctor Cabrera a la telita de Turín todo es uno, en el fondo, y todo apesta con el mismo tufo de credulidad y desahogo.
Bien que con estas cosas, con el piropo de que los escépticos somos la tristeza de la huerta en lo relativo a los marcianos y demás alienígenas siempre cuestionados (y es fácil comprobar que hay docenas de razones para ello), se pueda estar manifestando un cierto malestar existencial por la presencia de los escépticos en los medios de comunicación; que es entendible que te moleste que alguien te espete que no existe ni una sóla prueba de la presencia de extraterrestres en este planeta, cuando es una creencia íntima que albergas, en la que piensas a menudo y que te gustaría ver confirmada, que probablemente se acerca bastante a un vago sentimiento religioso, porque las humanidades del cosmos nos sacarían, es de suponer, de este puto aburrimiento. Lo entiendo, sobre todo lo del aburrimiento, pero para no aburrirme yo leo a Lovecraft, no a sinvergüenzas de la pseudo-cultura que se aprovechan de ese mi -tuyo, quiero decir- sentimiento religioso o necesidad cósmica. ¡Cuántas cosas interesantes, positivas, enriquecedoras, desafiantes y entretenidas en el terreno del conocimiento se pierden los creyentes convencidos de lo paranormal y de los misterios casi en abstracto, por no ser capaces, o no querer poner en duda lo que no es más que una creencia sin fundamento, más cuando, según ellos, ese fundamento existe en la naturaleza y podrían exigir la presentación de esas pruebas a quien dice poseerlas. Quizá sea mucho pedir porque, por desgracia, estamos en un terreno donde por pruebas se entiende algo realmente distinto a lo que es habitual en el campo de la ciencia. Las creencias previas son inamovibles y sólo desean hallar indicios, señales y causalidades que las confirmen y fortalezcan. No me molesten con revisiones, me basta lo que yo creo, lo que yo quiero creer, lo que yo entiendo que es una prueba o una confirmación avalada por la palabra de una pretendida autoridad. Estos pueden ser los criterios usados en este mundo de lo alternativo y paranormal.
Pero al final el creyente la caga, con perdón, cuando dice: Con vosotros [los escépticos] todavía seguiríamos en las cavernas. Para poder avanzar es necesario imaginarse que algo en principio imposible puede llegar a ser posible. Si fuese por vosotros, todavía andaríamos tirando del carro. Te vas a una librería, te compras un librito de historia de la ciencia y te lo estudias; ¿de acuerdo?
miércoles, octubre 06, 2004
Cartitas para los medios
Me apetece citar el penúltimo post de ese Terminator :-) del escepticismo que es Mauricio José-Schwartz, en el que nos pone sobre aviso, de nuevo, sobre un magufo con delirios de grandeza, que es casi como decir que alguien ha visto un caballo que relincha. Se queja el citado -el magufo no, Mauricio; el magufo, en este contexto, sólo puede quejarse de padecer galileocidad, es decir, aquella sintomatología que define el complejo de Galileo- de un artículo elogioso, casi besucón, sobre el parapsicólogo aparecido en el semanario La luna de metrópoli del periódico El Mundo. Parece que el autor del artículo no tuvo el más mínimo interés en documentarse un poco antes de redactar sus líneas. Quizá porque todo quedaba en casa, y hay que hacer publicidad de los engendros nautilescos. (Por cierto, para que no se diga, yo también hago publicidad: les recomiendo vivamente el libro Ciencia y pseudociencia: realidades y mitos Equipo Sirius colección Milenium, Madrid, 2004).
Al final el autor apunta dos posibilidades para tratar de corregir un poco la metedura de pata: enviarle un correo al elogiador del magufo detallándole sus antecedentes o bien preguntarle a la dirección de El Mundo qué pretende con este tipo de reportajes. Esto de quejarse a los medios por ciertas cosas, entre ellas las magufas, es una sana costumbre, que algunos confunden interesadamente con el entorpecimiento de la libertad de expresión. No les queda nada... Y me acordé -me acuerdo casi todas las semanas- de una recomendación del debunker Robert Sheaffer, que en 1986 escribió en Veredicto OVNI. Examen de la evidencia (esta traducción española es de ediciones Tikal, Gerona, 1994) lo siguiente. Se refiere en particular a los ovnis, pero es igualmente válido para cualquier otro tópico misterioso, anómalo o de la quinta dimensión:
Si usted estudia con ojo crítico un incidente ovni en particular y descubre un error grave en la información, o comprueba que la misma ha sido manipulada por selección u omisión, ¡intervenga! Escriba una carta al periódico o al productor del programa de televisión; conozco unos cuantos casos en los que las personas que señalaron tales errores fueron invitados a participar para aclarar el tema. Si los responsables de los medios se muestran irracionales y no le hacen caso, tal vez le interese presentar una queja al director de la cadena o del periódico, o tal vez quiera someter su opinión acerca del tratamiento informativo a las revistas de crítica periodística.
He seguido el consejo de Sheaffer en unas cuantas ocasiones, igual que otros elementos del colectivo escéptico canario aun sin haberlo leído probablemente (esto no es nada paranormal, creo), siempre que nos topamos con actividad magufa por encima del nivel basal. Por ejemplo, una charla sobre el universo multidimensional, unas jornadas sobre misterios de la ciencia o sobre un presunto psicólogo que regresa a los que engatusa a sus vidas pasadas, variedades de ocultismo contemporáneo. Algunas de estas cartas eran accesibles en Internet en la web Magufomedia, actualmente desactivada. Espero que tales escritos estén pronto disponibles en la red para que sirvan de modelo o inspiración a los interesados en ejercer el derecho a réplica ante las afirmaciones extraordinarias, misteriosas y diversos cuentos de la vieja/o majadera/o.
Al final el autor apunta dos posibilidades para tratar de corregir un poco la metedura de pata: enviarle un correo al elogiador del magufo detallándole sus antecedentes o bien preguntarle a la dirección de El Mundo qué pretende con este tipo de reportajes. Esto de quejarse a los medios por ciertas cosas, entre ellas las magufas, es una sana costumbre, que algunos confunden interesadamente con el entorpecimiento de la libertad de expresión. No les queda nada... Y me acordé -me acuerdo casi todas las semanas- de una recomendación del debunker Robert Sheaffer, que en 1986 escribió en Veredicto OVNI. Examen de la evidencia (esta traducción española es de ediciones Tikal, Gerona, 1994) lo siguiente. Se refiere en particular a los ovnis, pero es igualmente válido para cualquier otro tópico misterioso, anómalo o de la quinta dimensión:
Si usted estudia con ojo crítico un incidente ovni en particular y descubre un error grave en la información, o comprueba que la misma ha sido manipulada por selección u omisión, ¡intervenga! Escriba una carta al periódico o al productor del programa de televisión; conozco unos cuantos casos en los que las personas que señalaron tales errores fueron invitados a participar para aclarar el tema. Si los responsables de los medios se muestran irracionales y no le hacen caso, tal vez le interese presentar una queja al director de la cadena o del periódico, o tal vez quiera someter su opinión acerca del tratamiento informativo a las revistas de crítica periodística.
He seguido el consejo de Sheaffer en unas cuantas ocasiones, igual que otros elementos del colectivo escéptico canario aun sin haberlo leído probablemente (esto no es nada paranormal, creo), siempre que nos topamos con actividad magufa por encima del nivel basal. Por ejemplo, una charla sobre el universo multidimensional, unas jornadas sobre misterios de la ciencia o sobre un presunto psicólogo que regresa a los que engatusa a sus vidas pasadas, variedades de ocultismo contemporáneo. Algunas de estas cartas eran accesibles en Internet en la web Magufomedia, actualmente desactivada. Espero que tales escritos estén pronto disponibles en la red para que sirvan de modelo o inspiración a los interesados en ejercer el derecho a réplica ante las afirmaciones extraordinarias, misteriosas y diversos cuentos de la vieja/o majadera/o.
miércoles, septiembre 29, 2004
Compendio escéptico-divulgativo
Como es sabido y evidente el mercado editorial de lo alternativo y misterioso publica mucha mierda: teologías posmodernas en formato caballos de trolas, conspiraciones sobre el atentado del 11 de septiembre de 2001, paridas imaginadas por los caras de Bélmez que no hay quien se crea y otras muchas de tipos que se dedican a reescribir la historia como si los historiadores contrastados fueran unos inútiles y unos zoquetes que no habían percibido la conexión oculta de tal o cual acontecimiento histórico. Es posible trazar una línea que una los engendros citados con toda esa numerosísima quincalla de libritos de cambio de conciencia, angelitos que nos protegen, maestros ascendidos, reencarnaciones y otras píldoras de auto-engaño. Precisamente el auto-engaño es lo que hace posible, de entrada, apercibirse de esa conexión; pero no sólo eso: es más importante la vinculación que se produce en el universo ideológico que todos ellos comparten en mayor o menor medida: cambios de paradigma, apertura mental, negativismo, escepticismocomolepranefanda, etc. Esto da para mucho, porque es entrar en el mundo de pensamiento mágico, gran solar parcelado en el que habitan desde los cazadores de marcianos con ademán de estar de vuelta de todas las batallas magufas hasta el tarotista televisivo, espiritista y amanerado, todo ello al mismo tiempo. Pero no es el momento de cerrar la mente a todas estas vergüenzas sino de abrirla a tope para hacer unos breves comentarios sobre una novedad editorial: CIENCIA Y PSEUDOCIENCIAS: REALIDADES Y MITOS, editorial Sirius, Colección Mileniun, 2004). Sus editores científicos son Inés Rodríguez Hidalgo Instituto de Astrofísica de Canarias/Departamento de Astrofísica de la Facultad de Física de la ULL; Luis Díaz Vilela, del Departamento de Psicología Cognitiva, Social y Organizacional de la ULL; Carlos Álvarez González, colega de Departamento del anterior; y José María Riol Cimas, del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la ULL.
La obra está escrita por 26 autores y basada en la segunda edición (2002) del curso Interdisciplinar Ciencia y pseudocencias: realidades y mitos de la ULL, del que tendremos quinta edición el próximo año.
Tengo la suerte de haber vivido de cerca el proceso de gestación de la obra, desde que surgió la idea de plasmar por escrito la citada segunda edición del Curso de la ULL hasta su presencia final en las librerías, pasando por la laboriosa tarea de edición de los originales y el contacto con los autores para sugerirles cambios y mejoras. Felicidades a los cuatro editores: han producido una obra inédita y por tanto pionera en España en lo que a la divulgación del escepticismo se refiere y a la divulgación de los principales campos científicos contemporáneos, que son las dos grandes partes del libro. Entre ambos terrenos existe, pensamos, una relación simbiótica, aunque cada uno frecuente una trinchera u otra con más frecuencia. Espero que sirva de ejemplo y en los próximos años veamos ensayos y monografías en el mercado editorial español que empiecen a compensar la abrumadora presencia de los delincuentes culturales especializados en dar gato por liebre libraco tras libraco. Y si alguien cree que esto es una falta de respeto a la libertad de opinión y publicación de no sé quién pues que se tome dos tazas de este caldo...
Otra suerte paralela a la anterior, paralela pero de esta dimensión, no paralela por multidimensional, como el universo por donde revolotean los astralófilos, es la de tener a un buen número de amigos entre los autores, escépticos, activamente escépticos, tinerfeños la mayoría, que viven aquí quiero decir, colegas de vasilón y tar... Todos del frente anti-magufos, y que no decaiga, cual chatarra espacial, que hay mucho por hacer, muchas charlas que dar en institutos de Secundaria, en la ULL, en Ayuntamientos, muchos artículos que escribir, muchas refutaciones, muchas cartas de protesta, muchos programas de radio, muchas mentes que abrir escépticamente, mucha difusión de la cultura, de toda, sin adjetivos, porque esta es la mejor arma contra el engaño publicitario convertido en costumbre. Después de todo, la crítica al mundo prefabricado de ciertos medios de comunicación especializados en suministrar pienso mágico y alternativo para mentes abiertas y flotantes no es más que un paso previo para la necesaria revuelta total contra el mundo dado. Quizá la batalla final se dirima en este siglo. Pero ahora, a la mano, estamos ante un libro que trata de cultura, de una buena selección de temas de cultura (con permiso de uno de los editores, la cultura emerge por encima de los cerebros) que le permitirá echar un vistazo amplio a la ciencia y a un puñado de extendidas creencias, desde lo cerradamente irracional al amago de ciencia, es decir, pseudociencia. El prólogo es del conocido divulgador científico Manuel Toharia y la adecuada introducción justifica la existencia del libro sobradamente.
En la página web del Curso Interdisciplinar pueden acceder al índice de la obra: en la parte inferior de la portada está el link. También El lobo rayado ha subido algunos comentarios a su blog.
Por último, dos avisos:
El jueves 7 de octubre de 2004, a las 20:00 horas, tendrá lugar en el salón de actos del Centro Cultural Cajacanarias (junto al monumento al chicharro) en Santa Cruz de Tenerife la presentación del libro, con la presencia del Rector de la ULL, Ángel Gutiérrez (también participante en las ediciones posteriores del curso), y de los editores científicos.
Y el jueves 28 de octubre de 2004, a las 19:30 horas, se presentará en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con la asistencia por confirmar de Manuel Toharia, de Manuel Calvo Hernando, presidente de la Asociación Española de Periodismo Científico, y de Jorge Ruiz, director de la editorial, así como de los editores científicos.
Otro día, con un poco de tiempo, subo una reseña más ortodoxa.
La obra está escrita por 26 autores y basada en la segunda edición (2002) del curso Interdisciplinar Ciencia y pseudocencias: realidades y mitos de la ULL, del que tendremos quinta edición el próximo año.
Tengo la suerte de haber vivido de cerca el proceso de gestación de la obra, desde que surgió la idea de plasmar por escrito la citada segunda edición del Curso de la ULL hasta su presencia final en las librerías, pasando por la laboriosa tarea de edición de los originales y el contacto con los autores para sugerirles cambios y mejoras. Felicidades a los cuatro editores: han producido una obra inédita y por tanto pionera en España en lo que a la divulgación del escepticismo se refiere y a la divulgación de los principales campos científicos contemporáneos, que son las dos grandes partes del libro. Entre ambos terrenos existe, pensamos, una relación simbiótica, aunque cada uno frecuente una trinchera u otra con más frecuencia. Espero que sirva de ejemplo y en los próximos años veamos ensayos y monografías en el mercado editorial español que empiecen a compensar la abrumadora presencia de los delincuentes culturales especializados en dar gato por liebre libraco tras libraco. Y si alguien cree que esto es una falta de respeto a la libertad de opinión y publicación de no sé quién pues que se tome dos tazas de este caldo...
Otra suerte paralela a la anterior, paralela pero de esta dimensión, no paralela por multidimensional, como el universo por donde revolotean los astralófilos, es la de tener a un buen número de amigos entre los autores, escépticos, activamente escépticos, tinerfeños la mayoría, que viven aquí quiero decir, colegas de vasilón y tar... Todos del frente anti-magufos, y que no decaiga, cual chatarra espacial, que hay mucho por hacer, muchas charlas que dar en institutos de Secundaria, en la ULL, en Ayuntamientos, muchos artículos que escribir, muchas refutaciones, muchas cartas de protesta, muchos programas de radio, muchas mentes que abrir escépticamente, mucha difusión de la cultura, de toda, sin adjetivos, porque esta es la mejor arma contra el engaño publicitario convertido en costumbre. Después de todo, la crítica al mundo prefabricado de ciertos medios de comunicación especializados en suministrar pienso mágico y alternativo para mentes abiertas y flotantes no es más que un paso previo para la necesaria revuelta total contra el mundo dado. Quizá la batalla final se dirima en este siglo. Pero ahora, a la mano, estamos ante un libro que trata de cultura, de una buena selección de temas de cultura (con permiso de uno de los editores, la cultura emerge por encima de los cerebros) que le permitirá echar un vistazo amplio a la ciencia y a un puñado de extendidas creencias, desde lo cerradamente irracional al amago de ciencia, es decir, pseudociencia. El prólogo es del conocido divulgador científico Manuel Toharia y la adecuada introducción justifica la existencia del libro sobradamente.
En la página web del Curso Interdisciplinar pueden acceder al índice de la obra: en la parte inferior de la portada está el link. También El lobo rayado ha subido algunos comentarios a su blog.
Por último, dos avisos:
El jueves 7 de octubre de 2004, a las 20:00 horas, tendrá lugar en el salón de actos del Centro Cultural Cajacanarias (junto al monumento al chicharro) en Santa Cruz de Tenerife la presentación del libro, con la presencia del Rector de la ULL, Ángel Gutiérrez (también participante en las ediciones posteriores del curso), y de los editores científicos.
Y el jueves 28 de octubre de 2004, a las 19:30 horas, se presentará en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con la asistencia por confirmar de Manuel Toharia, de Manuel Calvo Hernando, presidente de la Asociación Española de Periodismo Científico, y de Jorge Ruiz, director de la editorial, así como de los editores científicos.
Otro día, con un poco de tiempo, subo una reseña más ortodoxa.
miércoles, septiembre 15, 2004
Pic-nic ufológico
En la nota anterior me referí, al final, a algunos epítetos que A.J. Gevaerd dedicó a Kentaro Mori y a Ceticismo Aberto al rechazar la propuesta de someter un solo caso ovni al examen de una comisión científica independiente (una iniciativa, en mi opinión, a medio camino entre el Panel Sturrock y el Proyecto Magonia, je, je). Junto al de que no Gevaerd le pegó un pase de pecho a Mori, Kentaro, tal que así: ... um amontoado de céticos que pesquisam Ufologia de gabinete (esquentação de poltrona e clicação de mouse), que, en traducción literal, viene a querer decir que no me toquen los ufos; que te vayas a tu gabinete o al salón de tu choza a sentarte en tu poltrona (o butaca escéptica) delante del ordenador; y que no jodas la marrana haciendo click con el ratón y destripando los casos de platillos volantes que yo me he currado a pie de obra para beneficio de la humanidad.
Luis Ruiz Noguez, científico mexicano, ufólogo experto en casos ovni fotográficos y frecuentador de butacas o poltronas escépticas (voy a preguntar en Ikea), de los que hacen todo el día click con el mouse y también vecino en la lista Anomalist, de la Fundación Anomalía, hizo un par de comentarios, que reproduzco a continuación:
Aunque esto es general en todos los ufólogos, en este caso particular Gevaerd y Werner afirman que ellos sí investigan, mientras que los escépticos no. Cuando mucho conceden que los escépticos hacen investigación de gabinete. En estos términos para ellos la investigación de gabinete, o no es investigación o es una investigación de segunda. Independientemente de que eso no es así (muchos de nosotros hemos salido al terreno a entrevistar, analizar, medir, cronometrar...). En su gran mayoría los ufólogos no tienen ni idea de lo que es una investigación. No saben lo que es una prueba en periodismo, en abogacía, mucho menos científica (ahí esta Gevaerd proponiendo demostrar la negación). Ellos piensan que investigar es ir a tomarse la foto con el abducido en turno; hipnotizarlo; transcribir sus notas y publicar un reportaje o aparecer en la radio o televisión mostrando que las suelas de sus zapatos son prueba irrefutable de que ellos sí investigan. Se han tomado muy a pecho aquello de que son investigadores. Ya ni a ellos les gusta que les llamen ufólogos. Eso de investigadores, por lo menos en México, salió después de que en los programas de TV nos presentaban como escépticos. Ellos quisieron que los presentaran como "investigadores". Pero que yo sepa, el antónimo de escéptico no es ni ufólogo ni investigador. La palabra correcta es "crédulo".
Yo firmo esto, claro. A continuación reproduzco un pequeño fragmento de un librito que saldrá próximamente a la luz, si mi editor lo tiene a bien (ya daré noticias). Fue escrito en 1997 y pasó unos cuantos años en un oscuro rincón de mi disco duro hasta que lo desempolvé. Si usted tiene 20 años y es aficionado a los Mihterioh de la Siensia es probable que le venga bien leerlo.
Una de las falacias más asentadas en la Ovnilandia española (jocoso término que empleo como traducción del equivalente Ufoland, introducido por Robert Sheaffer en Veredicto OVNI, Examen de la evidencia, Tikal Ediciones, Gerona, 1994, para referirse al mare mágnun de creyentes acérrimos, fabricantes de misterios y otras subespecies de la fauna ufológica) es la separación entre ufólogos de campo y de gabinete, a menudo denominados peyorativamente de salón. Según soy capaz de imaginar -porque nadie ha ofrecido nunca una definición precisa de lo que ambas expresiones significan- el ufólogo de campo es aquel que infaliblemente entrevista a pie de terreno al que divisó el ovni y recaba su valioso testimonio. El de gabinete sería aquel que no entrevista personalmente a los testigos y que se limita a dar opiniones basadas en los datos obtenidos por los primeros (desde tal perspectiva yo podría considerarme botánico o entomólogo si me dedicase unos cuantos meses a recoger plantas e insectos practicando la genuina investigación de campo, aunque nunca haya estudiado formalmente esas ciencias ni tenga interés en elaborar estudios anatómicos, comparativos, etc., de gabinete, con los ejemplares recolectados). De entrada es necesario aclarar que no es posible separar ambas facetas de la investigación, excepto en los casos de observaciones nocturnas y lejanas, en las que, de hecho, es suficiente en muchas ocasiones echar un vistazo a las efemérides planetarias correspondientes para determinar la causa de la confusión. Creo que, si bien no existe un sólo ufólogo de gabinete exclusivamente, sí existen ufólogos (o algo parecido) únicamente campestres; son como un entomólogo que captura mariposas por el simple placer de darse un paseo por el campo, sin ningún interés posterior por analizar, en su laboratorio o gabinete, los ejemplares obtenidos. Ciertamente tal proceder tiene bien poco de científico -lo cual a algunos importa bien poco- y debe ser relegado al terreno de las aficiones intrascendentes e inútiles.
Tal clasificación, ilógica y artificiosa, sirve para perpetuar el tradicional enfoque aberrante y superficial de la ufología, hasta tal punto que los que se arrogan el calificativo de investigadores de campo no son más que alegres cultivadores de la creencia en extraterrestres, escritores de ufología-ficción o pintorescos convocantes de alertas ovni. Al mismo tiempo ha servido para el intento, nada oculto, de segregar de la comunidad de investigadores a los que desde sus inicios se caracterizaban por no seguir modas y por plantear críticamente todos los contenidos positivos de la ufología. Al contrario de la creencia habitual, los investigadores que han sido acusados de no realizar jamás investigación de campo no sólo la han realizado, sino que se han preocupado de mostrar las pautas básicas de la encuesta ufológica en el terreno de cara a futuros interesados. La ufología platillista no suele dejar pasar la ocasión de colgar algún sambenito al ufólogo crítico, con la intención de que la masa de crédulos se mantenga alejada de un análisis imparcial y aséptico. Humorísticamente, Manuel Borraz definió tal actitud como la ufología para quien la trabaja, es decir, para el excursionista aventurero disfrazado de Indiana Jones que persigue ovnis y recoge testimonios sin método alguno, sólo para satisfacer el apetito mágico de la mayoría y generar sub-productos para el sector más consumista de lo paranormal.
Si miramos hacia los ovnis con ojos etnólogo -y es una manera muy productiva de mirar- no podemos por menos que valorar en su justa medida la recogida de datos in situ. Existen numerosos manuales en los cuales se sistematizan están técnicas, básicas cuando lo que se pretende estudiar son relatos orales de testigos de hipotéticos fenómenos anómalos. Pero, ¿queda ahí la labor del etnólogo? ¿Es éste un mero transmisor del folclore autóctono y además lo interpreta al pie de la letra? ¿O lo valora de acuerdo con su posicionamiento ideológico y estrategia de investigación, lo compara con otros hallazgos y establece conclusiones sobre las causas de los comportamientos y creencias?
_______________________________
Añado un comentario para cerrar esta nota.
Es conveniente poner en evidencia esta retórica mema y crédula, no sólo por el prurito de quien, como yo, suele pasear de vez en cuando por los barrios de Paranormalandia, sino por los jóvenes interesados que puedan albergar cierto interés científico por estas cuestiones: cuanto antes aprendan a distinguir entre investigación científica y el teatrillo de los misterios y a hacer uso de las armas del razonamiento crítico, antes sabrán valorar justamente creencias como los platillos volantes, los caretos marcianos, belmezianos y sindonológicos y otras mandangas. Por supuesto, esto no quita para que el interés sociológico o antropológico por todas estas creencias irracionales esté más que justificado. El programa televisivo Planeta encantado es el cadáver de un asesinado: es necesario que un equipo del CSI lo abra, analice los restos de sangre y otros fluidos, identifique los necrófagos, halle curiosos fragmentos que relacionen la muerte violenta con presuntos sospechosos teósofos, dänikenianos, pauwlesitas y bergiersitas, que lo embalsame para posteriores análisis... Así trabajan los forenses, pero también los antropólogos y todo aquel que se dedique a la ciencia de la interpretación. Destripar "misterios", como los niños, que destripan sus juguetes para ver cómo son por dentro. Ruego por los magufos, que me dan alimento espiritual.
Luis Ruiz Noguez, científico mexicano, ufólogo experto en casos ovni fotográficos y frecuentador de butacas o poltronas escépticas (voy a preguntar en Ikea), de los que hacen todo el día click con el mouse y también vecino en la lista Anomalist, de la Fundación Anomalía, hizo un par de comentarios, que reproduzco a continuación:
Aunque esto es general en todos los ufólogos, en este caso particular Gevaerd y Werner afirman que ellos sí investigan, mientras que los escépticos no. Cuando mucho conceden que los escépticos hacen investigación de gabinete. En estos términos para ellos la investigación de gabinete, o no es investigación o es una investigación de segunda. Independientemente de que eso no es así (muchos de nosotros hemos salido al terreno a entrevistar, analizar, medir, cronometrar...). En su gran mayoría los ufólogos no tienen ni idea de lo que es una investigación. No saben lo que es una prueba en periodismo, en abogacía, mucho menos científica (ahí esta Gevaerd proponiendo demostrar la negación). Ellos piensan que investigar es ir a tomarse la foto con el abducido en turno; hipnotizarlo; transcribir sus notas y publicar un reportaje o aparecer en la radio o televisión mostrando que las suelas de sus zapatos son prueba irrefutable de que ellos sí investigan. Se han tomado muy a pecho aquello de que son investigadores. Ya ni a ellos les gusta que les llamen ufólogos. Eso de investigadores, por lo menos en México, salió después de que en los programas de TV nos presentaban como escépticos. Ellos quisieron que los presentaran como "investigadores". Pero que yo sepa, el antónimo de escéptico no es ni ufólogo ni investigador. La palabra correcta es "crédulo".
Yo firmo esto, claro. A continuación reproduzco un pequeño fragmento de un librito que saldrá próximamente a la luz, si mi editor lo tiene a bien (ya daré noticias). Fue escrito en 1997 y pasó unos cuantos años en un oscuro rincón de mi disco duro hasta que lo desempolvé. Si usted tiene 20 años y es aficionado a los Mihterioh de la Siensia es probable que le venga bien leerlo.
Investigación de campo-investigación de gabinete: un enfrentamiento ficticio
Una de las falacias más asentadas en la Ovnilandia española (jocoso término que empleo como traducción del equivalente Ufoland, introducido por Robert Sheaffer en Veredicto OVNI, Examen de la evidencia, Tikal Ediciones, Gerona, 1994, para referirse al mare mágnun de creyentes acérrimos, fabricantes de misterios y otras subespecies de la fauna ufológica) es la separación entre ufólogos de campo y de gabinete, a menudo denominados peyorativamente de salón. Según soy capaz de imaginar -porque nadie ha ofrecido nunca una definición precisa de lo que ambas expresiones significan- el ufólogo de campo es aquel que infaliblemente entrevista a pie de terreno al que divisó el ovni y recaba su valioso testimonio. El de gabinete sería aquel que no entrevista personalmente a los testigos y que se limita a dar opiniones basadas en los datos obtenidos por los primeros (desde tal perspectiva yo podría considerarme botánico o entomólogo si me dedicase unos cuantos meses a recoger plantas e insectos practicando la genuina investigación de campo, aunque nunca haya estudiado formalmente esas ciencias ni tenga interés en elaborar estudios anatómicos, comparativos, etc., de gabinete, con los ejemplares recolectados). De entrada es necesario aclarar que no es posible separar ambas facetas de la investigación, excepto en los casos de observaciones nocturnas y lejanas, en las que, de hecho, es suficiente en muchas ocasiones echar un vistazo a las efemérides planetarias correspondientes para determinar la causa de la confusión. Creo que, si bien no existe un sólo ufólogo de gabinete exclusivamente, sí existen ufólogos (o algo parecido) únicamente campestres; son como un entomólogo que captura mariposas por el simple placer de darse un paseo por el campo, sin ningún interés posterior por analizar, en su laboratorio o gabinete, los ejemplares obtenidos. Ciertamente tal proceder tiene bien poco de científico -lo cual a algunos importa bien poco- y debe ser relegado al terreno de las aficiones intrascendentes e inútiles.
Tal clasificación, ilógica y artificiosa, sirve para perpetuar el tradicional enfoque aberrante y superficial de la ufología, hasta tal punto que los que se arrogan el calificativo de investigadores de campo no son más que alegres cultivadores de la creencia en extraterrestres, escritores de ufología-ficción o pintorescos convocantes de alertas ovni. Al mismo tiempo ha servido para el intento, nada oculto, de segregar de la comunidad de investigadores a los que desde sus inicios se caracterizaban por no seguir modas y por plantear críticamente todos los contenidos positivos de la ufología. Al contrario de la creencia habitual, los investigadores que han sido acusados de no realizar jamás investigación de campo no sólo la han realizado, sino que se han preocupado de mostrar las pautas básicas de la encuesta ufológica en el terreno de cara a futuros interesados. La ufología platillista no suele dejar pasar la ocasión de colgar algún sambenito al ufólogo crítico, con la intención de que la masa de crédulos se mantenga alejada de un análisis imparcial y aséptico. Humorísticamente, Manuel Borraz definió tal actitud como la ufología para quien la trabaja, es decir, para el excursionista aventurero disfrazado de Indiana Jones que persigue ovnis y recoge testimonios sin método alguno, sólo para satisfacer el apetito mágico de la mayoría y generar sub-productos para el sector más consumista de lo paranormal.
Si miramos hacia los ovnis con ojos etnólogo -y es una manera muy productiva de mirar- no podemos por menos que valorar en su justa medida la recogida de datos in situ. Existen numerosos manuales en los cuales se sistematizan están técnicas, básicas cuando lo que se pretende estudiar son relatos orales de testigos de hipotéticos fenómenos anómalos. Pero, ¿queda ahí la labor del etnólogo? ¿Es éste un mero transmisor del folclore autóctono y además lo interpreta al pie de la letra? ¿O lo valora de acuerdo con su posicionamiento ideológico y estrategia de investigación, lo compara con otros hallazgos y establece conclusiones sobre las causas de los comportamientos y creencias?
_______________________________
Añado un comentario para cerrar esta nota.
Es conveniente poner en evidencia esta retórica mema y crédula, no sólo por el prurito de quien, como yo, suele pasear de vez en cuando por los barrios de Paranormalandia, sino por los jóvenes interesados que puedan albergar cierto interés científico por estas cuestiones: cuanto antes aprendan a distinguir entre investigación científica y el teatrillo de los misterios y a hacer uso de las armas del razonamiento crítico, antes sabrán valorar justamente creencias como los platillos volantes, los caretos marcianos, belmezianos y sindonológicos y otras mandangas. Por supuesto, esto no quita para que el interés sociológico o antropológico por todas estas creencias irracionales esté más que justificado. El programa televisivo Planeta encantado es el cadáver de un asesinado: es necesario que un equipo del CSI lo abra, analice los restos de sangre y otros fluidos, identifique los necrófagos, halle curiosos fragmentos que relacionen la muerte violenta con presuntos sospechosos teósofos, dänikenianos, pauwlesitas y bergiersitas, que lo embalsame para posteriores análisis... Así trabajan los forenses, pero también los antropólogos y todo aquel que se dedique a la ciencia de la interpretación. Destripar "misterios", como los niños, que destripan sus juguetes para ver cómo son por dentro. Ruego por los magufos, que me dan alimento espiritual.
martes, septiembre 14, 2004
Prueba tú que no existen (perla magufa)
Los cazamarcianos no dejan de dar motivos para pensar un poco, como de pasada, en esta gran leyenda que son los platillos volantes. Caen en las mismas falacias y torpezas una vez tras otra. La última ha sido el cebo que el escéptico brasileño de origen japonés Kentaro Mori, editor responsable de Ceticismo Aberto, ha mostrado a la entidad crédula Centro Brasileiro de Pesquisas de Discos Voadores (CBPDV). Como ven, no se cortan ni un pelo y llaman a su cofradía "de Discos Voladores". Supongo que en el idioma portugués brasileño la expresión "Discos Voladores" debe significar lo mismo que en castellano, o sea un frisbee de cc., una lenteja mutante de 20 metros de diámetro, una gigantesca hostia con la que deben comulgar semana tras semana los creyentes en cosas raras que vuelan en nuestros cielos, en particular, ahora, los del Centro Brasileiro.
Lo que pasa es que a Mori, participante en lista Anomalist de la Fundación Anomalía, se le ocurrió proponer al Centro brasileño una prueba: que eligieran un solo caso ufológico investigado por ellos y que una comisión de expertos independientes probase que se trata de un disco volador, es decir, según la definición del Centro platillista, veículos espaciais que nos visitam... originários de outras civilizações. Parte de esos expertos podían ser designados por el propio Centro, con la condición de que no perteneciesen al mismo; la otra parte sería seleccionada por Mori. El director de grupo, A.J. Gevaerd, le respondió a Mori que pa tu tía, y estiró el dedo medio apuntando al cielo, en adaptación sui géneris del saludo de los vulcanianos de Star Trek, una de las razas que podrían estar pilotando los dichosos discos voadores.
La verdad es que el premio que ofrecía Mori no era demasiado atrayente para quien ya goza de predicamento en la prensa y recibe miles de visitas en su desquiciada web: si esa comisión de científicos conseguía probar que el episodio elegido era algo raro el Centro de Pesquisas tendría un espacio permanente de 5 megas en la web Ceticismo Aberto. Claro, si el análisis resultaba un fiasco Gevaerd debía cambiarle el nombre al centro y enviar un comunicado a sus asociados y a la prensa informando del fracaso. ¿Se comprende ahora lo del dedo estirado?
Pero lo mejor de todo fue la contra propuesta de Gevaerd: desafió a Mori a probar que los ovnis no existen. Si Mori lo consigue tendrá un espacio mensual en la web de la Revista UFO, la página ovni más visitada del mundo, con 1.465.000 accesos, además de 10 páginas mensuales en UFO, la publicación impresa del Centro, para hacer todo el escepticismo que quieran. Seguramente el lector sabrá de la dificultad de probar hechos negativos. Es como si Gevaerd pretendiese probar que él no es de Neptuno. Pero bueno, no hay más leña que la que arde en Ovnilandia y ésta es la lógica que impera, que algunos desalmados fomentan y que un porrón de crédulos se chuta mensualmente.
Luego, o mañana, subiré otra nota con otra perla del comentario de Gevaerd sobre los escépticos, esos que pesquisam Ufologia de gabinete (esquentação de poltrona e clicação de mouse). Arremánguense los esfínteres, como diría Douglas O'Brien.
Lo que pasa es que a Mori, participante en lista Anomalist de la Fundación Anomalía, se le ocurrió proponer al Centro brasileño una prueba: que eligieran un solo caso ufológico investigado por ellos y que una comisión de expertos independientes probase que se trata de un disco volador, es decir, según la definición del Centro platillista, veículos espaciais que nos visitam... originários de outras civilizações. Parte de esos expertos podían ser designados por el propio Centro, con la condición de que no perteneciesen al mismo; la otra parte sería seleccionada por Mori. El director de grupo, A.J. Gevaerd, le respondió a Mori que pa tu tía, y estiró el dedo medio apuntando al cielo, en adaptación sui géneris del saludo de los vulcanianos de Star Trek, una de las razas que podrían estar pilotando los dichosos discos voadores.
La verdad es que el premio que ofrecía Mori no era demasiado atrayente para quien ya goza de predicamento en la prensa y recibe miles de visitas en su desquiciada web: si esa comisión de científicos conseguía probar que el episodio elegido era algo raro el Centro de Pesquisas tendría un espacio permanente de 5 megas en la web Ceticismo Aberto. Claro, si el análisis resultaba un fiasco Gevaerd debía cambiarle el nombre al centro y enviar un comunicado a sus asociados y a la prensa informando del fracaso. ¿Se comprende ahora lo del dedo estirado?
Pero lo mejor de todo fue la contra propuesta de Gevaerd: desafió a Mori a probar que los ovnis no existen. Si Mori lo consigue tendrá un espacio mensual en la web de la Revista UFO, la página ovni más visitada del mundo, con 1.465.000 accesos, además de 10 páginas mensuales en UFO, la publicación impresa del Centro, para hacer todo el escepticismo que quieran. Seguramente el lector sabrá de la dificultad de probar hechos negativos. Es como si Gevaerd pretendiese probar que él no es de Neptuno. Pero bueno, no hay más leña que la que arde en Ovnilandia y ésta es la lógica que impera, que algunos desalmados fomentan y que un porrón de crédulos se chuta mensualmente.
Luego, o mañana, subiré otra nota con otra perla del comentario de Gevaerd sobre los escépticos, esos que pesquisam Ufologia de gabinete (esquentação de poltrona e clicação de mouse). Arremánguense los esfínteres, como diría Douglas O'Brien.
lunes, agosto 09, 2004
No sabemos lo que es, pero hay "algo".
Los aficionados a los misterios pre-fabricados por empresas de comunicación que cuentan con alguna rama especializada en tales baratijas varían en sus creencias fundamentales en este campo, como es lógico. Tenemos desde el acérrimo creyente en todas o casi todas las pamplinas imaginables al que parece mostrar un atisbo de duda, un indicio de mentalidad mínimamente amueblada, de habilidad innata para cerrar la glotis cuando el Indiana Jones de lo paranormal de turno se dispone a insertarle una gigantesca rueda de molino en forma de alerta ovni, de sábana santa de Turín o de energía biocúantica cuyo desequilibrio es responsable de todo mal. En una sociedad como la que construyen los medios de comunicación esto no es poco, es señal de cierta "sanidad ideológica" (nada más lejos esta metáfora en su significado de la putrefacción de lo políticamente correcto), bien por retener algo del espíritu crítico que es sistemáticamente cercenado por las principales figuras de la investigación de los "misterios" y por la extendidísima ideología de la New Age (a la que pertenecen parte de los primeros en su sección de "vanguardias científicas" y "cambios de paradigmas y de conciencia"), bien porque el paso de tiempo hace salir un callo en la parte del cerebro a la que van dirigidas tales patrañas década tras década.
Este interesado alberga y pone de manifiesto a veces cierta duda, y quizá sea bueno de entrada que así sea, aunque me permitiré dudar, precisamente, de que aquélla sea de tipo escéptico, una duda escéptica con todas las de la ley. Esa duda mínima, que puede formularse con el "no sabemos lo que es" del título de esta nota, es habitual en quien reacciona con cierta moderación ante la crítica escéptica a lo paranormal y misterioso (esa categoría de objetos imaginarios inventada en buena medida por Pawles y Bergier en los años 60 con la revista Planète, a la que tantos hijuelos le salieron luego por todo el mundo), en quien no da coces de entrada, como es habitual y divertido comprobar, sino que intenta salvar los muebles de alguna manera, es decir, con el "hay algo". Me sugiere esta interpretación un reciente comentario que envió un visitante al blog Magonia, de Luis Alfonso Gámez al referirse al programa radiofónico de un conocido convocante de alertas ovni. Se estaba criticando la calidad científica e informativa de este programa, Milenio 3 (no hace falta que lo oigan, no se van a perder nada importante; es preferible que esa hora de la semana lean un libro de Carl Sagan o de la colección de Drakontos Crítica sobre divulgación científica) y, como es lógico, no salía muy bien parado. En su defensa el citado participante argumentó que el presentador no se decanta por la realidad misteriosa e incuestionable de los temas tratados, pero que deja la puerta abierta porque "algo hay". Alguien podría responder: "pero bueno, usted me quiere tomar por tonto, o qué". Porque decir, "algo hay" es como no decir nada, y encima pretender que me lo trague porque sí. Esta es una posibilidad, pero la otra es darse cuenta de que realmente hay algo en "algo hay", mucho más de lo que podría parecer en principio. Es la esencia de la pseudociencias y del pensamiento mágico, del triángulo de las Bermudas, de las pistas de Nazca, de las ruinas en la Luna, de Jesucristo en primera fila del Coliseo romano, de las pirámides construidas por extraterrestres, de las teleplastias y de los tele plastas del misterio. "Algo hay" porque tiene que haberlo, porque el mundo de la creencia en los pseudo-enigmas está basado en la sospecha, en dejar la puerta abierta, en "cuando el río suena agua lleva", en el deseo de que haya algo aunque las pruebas no sean irrefutables ni mucho menos, en que todo este escenario de medias verdades, de realidades imaginadas y nunca demostradas, no sea un castillo de naipes tembloroso ante la más mínima brisa crítica.
Como ya he comentado en otras ocasiones, un mundo esencialmente vacuo como el de los "misterios de la ciencia" se sostiene en una retórica, en frases hechas y en presuposiciones socialmente compartidas. El fenómeno deja de ser si las brujas vuelan en escobas o si los extraterrestres se han acercado a la Tierra para contarnos alguna gilipollez cósmica. El fenómeno es la propia presencia de esos discursos en los medios; consiste en lo que afirman o dan como probable sus proponentes, en las palabras que emplean, en los sobreentendidos, en las chapuceras críticas que dirigen a los escépticos, en cómo presentan unos supuestos hechos, en cómo son creídos como artículo de fe o evaluados -es un decir- como algo plausible por el aficionado medio. El investigador pro-paranormal es una inagotable fuente como objeto de análisis y estudio para el interesado en la construcción sociocultural de "realidades alternativas".
Este interesado alberga y pone de manifiesto a veces cierta duda, y quizá sea bueno de entrada que así sea, aunque me permitiré dudar, precisamente, de que aquélla sea de tipo escéptico, una duda escéptica con todas las de la ley. Esa duda mínima, que puede formularse con el "no sabemos lo que es" del título de esta nota, es habitual en quien reacciona con cierta moderación ante la crítica escéptica a lo paranormal y misterioso (esa categoría de objetos imaginarios inventada en buena medida por Pawles y Bergier en los años 60 con la revista Planète, a la que tantos hijuelos le salieron luego por todo el mundo), en quien no da coces de entrada, como es habitual y divertido comprobar, sino que intenta salvar los muebles de alguna manera, es decir, con el "hay algo". Me sugiere esta interpretación un reciente comentario que envió un visitante al blog Magonia, de Luis Alfonso Gámez al referirse al programa radiofónico de un conocido convocante de alertas ovni. Se estaba criticando la calidad científica e informativa de este programa, Milenio 3 (no hace falta que lo oigan, no se van a perder nada importante; es preferible que esa hora de la semana lean un libro de Carl Sagan o de la colección de Drakontos Crítica sobre divulgación científica) y, como es lógico, no salía muy bien parado. En su defensa el citado participante argumentó que el presentador no se decanta por la realidad misteriosa e incuestionable de los temas tratados, pero que deja la puerta abierta porque "algo hay". Alguien podría responder: "pero bueno, usted me quiere tomar por tonto, o qué". Porque decir, "algo hay" es como no decir nada, y encima pretender que me lo trague porque sí. Esta es una posibilidad, pero la otra es darse cuenta de que realmente hay algo en "algo hay", mucho más de lo que podría parecer en principio. Es la esencia de la pseudociencias y del pensamiento mágico, del triángulo de las Bermudas, de las pistas de Nazca, de las ruinas en la Luna, de Jesucristo en primera fila del Coliseo romano, de las pirámides construidas por extraterrestres, de las teleplastias y de los tele plastas del misterio. "Algo hay" porque tiene que haberlo, porque el mundo de la creencia en los pseudo-enigmas está basado en la sospecha, en dejar la puerta abierta, en "cuando el río suena agua lleva", en el deseo de que haya algo aunque las pruebas no sean irrefutables ni mucho menos, en que todo este escenario de medias verdades, de realidades imaginadas y nunca demostradas, no sea un castillo de naipes tembloroso ante la más mínima brisa crítica.
Como ya he comentado en otras ocasiones, un mundo esencialmente vacuo como el de los "misterios de la ciencia" se sostiene en una retórica, en frases hechas y en presuposiciones socialmente compartidas. El fenómeno deja de ser si las brujas vuelan en escobas o si los extraterrestres se han acercado a la Tierra para contarnos alguna gilipollez cósmica. El fenómeno es la propia presencia de esos discursos en los medios; consiste en lo que afirman o dan como probable sus proponentes, en las palabras que emplean, en los sobreentendidos, en las chapuceras críticas que dirigen a los escépticos, en cómo presentan unos supuestos hechos, en cómo son creídos como artículo de fe o evaluados -es un decir- como algo plausible por el aficionado medio. El investigador pro-paranormal es una inagotable fuente como objeto de análisis y estudio para el interesado en la construcción sociocultural de "realidades alternativas".
lunes, julio 26, 2004
El castillo vibracional...
Hace algún tiempo tuve la oportunidad -mejor dicho, me dio la gana- replicar a Francisco Padrón por un artículo antológicamente disparatado que publicó en un periodiquillo paranormal llamado «Atlantes» que se editaba en La Palma y que ya debe haber desaparecido, cosa que no me entristece, precisamente. El artículo en cuestión era una colección de falacias y «paridas» dirigidas contra los escépticos en lo paranormal, y mi réplica llevaba por título «Carta escéptica a Francisco Padrón». Lógicamente a «Atlantes» debió parecerle muy fuerte mi escrito pues no fue publicado; en cambio «el escéptico digital» sí se hizo eco de él (edición 2001 - número 38 - 26 de noviembre de 2001, también en http://www.arp-sapc.org/eedigital/carta_esceptica.pdf).
Ahora me da la gana de nuevo de replicar a Francisco Padrón por un artículo publicado en su columna dominical de humor de «Diario de Avisos» titulado «El castillo de los fantasmas» (11-4-2004) porque de nuevo vuelve a hacer referencia a los escépticos, aprovechando el paso de Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona, por ese programa televisivo, también ya desaparecido, «El castillo de los mantas, perdón, de las mentes prodigiosas». Armentia actuó como «juez» del circo de «freakies» que allí tenía lugar. «El castillo...» era un programa, para quien tuvo la suerte o la precaución de no verlo, que parecía directamente inspirado en lo que Francisco Padrón lleva cantando y contando en los últimos 30 años en diversos medios de comunicación. El aire de familia es evidente. Con esto lo digo casi todo, y se pueden hacer una idea...
Padrón asegura que los escépticos califican de tontos o analfabetos a quienes se interesan «por estos temas». Cuando Padrón dice «estos temas» se refiere a toda la quincalla paranormal, al mito ocultista de los viajes astrales, a la farsa de las psicofonías, a la leyenda de los platillos volantes, a la afección psicológica llamada «abducción extraterrestre», a la invención teosofista de los «estados vibracionales», a los «paquetes energéticos» que tanta gracia hacen a los físicos y que provocan gestos obscenos consistentes en llevarse la mano abierta a la entrepierna para asegurar que «yo también tengo un "paquete energético"»... Bueno, no tiene por qué ser especialmente tonto quien se interesa por estas cosas; todas ellas pueden ser estudiadas crítica o racionalmente con el mismo ahínco y rigor que la teoría de la evolución o la formación de planetas extrasolares. Lo que sí es cierto, y además evidente y notorio, es que todos «estos temas» atraen, como dijera James Oberg de los ovnis, una proporción superior a la media de chiflados. En todas las profesiones y campos de estudio hay heterodoxos que bordean la chifladura, pero los ovnis y «todos esos temas» parecen haberse puesto de acuerdo para embelesar a buena parte de esas almas etéreas y «vibracionalmente» desequilibradas que tanto material proporcionan para los científicos sociales y psicólogos.
A continuación el visitador de otros estados (no políticos sino pluri-dimensionales) por excelencia de Canarias cita sin citar -con su proverbial precisión- al curso interdisciplinar «Ciencia y pseudociencias: realidades y mitos» que finalizó el día 4 de mayo de 2004, y que presentó un panorama general de la ciencia contemporánea y de buena parte de las creencias irracionales que pseudo-periodistas como el que me ocupa se encargan de administrar a la parroquia crédula. Y contrapone la iniciativa de la Universidad de La Laguna a la de un psicólogo llamado Alejandro Parra en la Universidad de Granada, que por lo que se ve llevó la buena nueva de la parapsicología a los alumnos de la ciudad andaluza. No tengo el gusto de conocer al citado, pero sí al grupo organizador, una de esas asociaciones de jóvenes que se ronchan cuando hay algún escéptico cerca, o incluso a través de Internet, a miles de kilómetros de distancia... Mal pudo hablarles Parra de la parapsicología científica porque, a la larga, son términos contradictorios. Yo ya me he cansado de pedirle a nuestro Paco referencias concretas, citas de revistas con árbitros y otras cosas que son totalmente innecesarias para todos aquellos a quienes una creencia irracional, como las que sirven de apoyo a la parapsicología, se les incrustó en la mente de forma indeleble... Quizá en pocos constructos pseudocientíficos -al margen de las religiones- se transparenta tanto el miedo a la muerte como en la parapsicología. Supongo que Parra hablaría a sus oyentes de la ley básica de la parapsicología: cuantos más controles rigurosos hay sobre un fenómeno o experimento paranormal mayor tendencia se detecta a que tal ocurrencia misteriosa no se produzca. Quizá esto sea en sí mismo un auténtico fenómeno paranormal, je. ¿Les comentó también la «ley» propuesta por Henri Broch sobre la decadencia histórica de las fuerzas psíquico-paranormales del ser humano? (véase "Conviértase en brujo, conviértase en sabio. La desmitificación científica de las supersticiones y los fenómenos paranormales". Georges Charpak y Henri Broch, Ediciones B, Barcelona, 2003, pp. 199-202). ¡Ah de aquellos tiempos en los que los pascuences movían los moais -toneladas de piedra- con la fuerza mental! Luego los «paranormales» y «dotados» se conformaron en el siglo XIX con mover sillas, mesas y objetos de pocos kilos de peso; y cuando los trucos fueron descubiertos pasaron en el siglo XX a mover lápices, a doblar cucharas y a poner en marcha relojes «gellerianamente». Y ahora nos hablan de la micropsicoquinesis (con perdón), cuando el mago, quiero decir el psíquico, sólo puede mover objetos muy livianos. Y dentro de unos años seguro que saldrán con que pueden alterar la estructura subatómica... Tiempo al tiempo. Basta con poner la palabra baúl «cuántico» detrás de cualquier truquito de magia para principiantes disfrazado de «poder oculto de la mente». Esta progresión decreciente de las capacidades paranormales históricas da que pensar, no me lo negará... Pero siempre habrá algún encantador de serpientes y planetas que nos permitirá seguir pensando que el mundo es «mágico», que en la Luna hay ruinas arquitectónicas, que Jesucristo compró billetes de primera fila para el Coliseo romano, que la «salida en el astral» no es una salida por la tangente del sentido común y nos da pistas de un más allá, que las sincronicidades son algo más que una majadería esencialmente vacía de contenido y que a San Borondón la pillaron por sorpresa en un vídeo de vergüenza ajena.
El siguiente objetivo padroniano es Javier Armentia, conocido divulgador científico y escéptico frente a las pseudociencias, al que acusa de «vendido a la pasta» por su aparición en «El castillo...». A Armentia no hace falta defenderlo porque se defiende bastante bien solo, pero repetiré aquí lo que ya he comentado en Internet y al propio Armentia cara a cara en su visita a Tenerife con motivo del curso interdisciplinar arriba citado: creo que las críticas a su presencia fueron exageradas. Las de los escépticos porque quizá algunos tengan un concepto del prestigio un tanto exigente, por un sentimiento a veces un poco corporativo, y porque creo que le otorgan demasiada importancia a un foro como el de la televisión. Y las de los «fabricantes de misterios» por su torpeza una vez más demostrada, por su inquina y por el ridículo hecho hasta cuando podrían haberlo hecho bien. La comandita paranormal y misteriosa española no puede ver a Armentia ni en fotos y han abusado de la crítica en Internet basada en argumento de que la presencia en un acto lo sanciona positivamente, y de que ahora no está legitimado para criticar las actuaciones y afirmaciones de los más consumados especialistas en el «misterio» de España. Una única razón, según dicen, debió mover al astrofísico a acudir en compañía de Apeles y demás a ese show: el dinero. Bien, quizá sea cierto, pero ¿contribuyó realmente Armentia al aumento de la credibilidad «profesional» de los adivinos allí amontonados? Además, yo le digo que es más fácil y legítimo acudir a un espectáculo de estos que a un curso en la Complutense pro-ovni o pro-misterios, y que esto es menos tolerable, si se hace con afán sensacionalista, que lo de la tele porque es más cínico, más falso, más perjudicial para el desarrollo del pensamiento crítico y más fraudulento porque la realidad queda pervertida apoyándose en el prestigio social de la universidad. Al fin y al cabo la televisión es la televisión, y nadie se tragó las recetas de Paco Porras, al contrario que la pseudociencia y el disparate disfrazado de investigación científica con chaleco multi-bolsillos o de veterano viajero del alma que no aporta una gramo de materia intelectual digerible jamás, porque abunda la gente joven y menos joven que comulga con estas ruedas de molino. Por otro lado, para acudir a un programa televisivo como el de las mentes cochambrosas «en plan juez» hace falta cierto estilo, cierto ejercicio de surrealismo, cierta visión lúdica, cierta visión daliniana de las cosas y cierta intención de ser un caballo de troya -al margen de que lo consiguiera o no- que en vez de atacar pretende reducir al absurdo un planteamiento indefendible; y todo esto no está al alcance de cualquiera. ¿Me comprende Vd., señor Padrón? ¿Empieza Vd. a entender ahora por qué, a mi juicio, Armentia «puede ser jurado de un cúmulo de patrañas» a pesar de que «para este astrofísico no existen los fenómenos paranormales»? Su «razonamiento» me recuerda a esa pregunta de «si no crees ¿para qué investigas?», que tan buenos ratos me ha hecho pasar con los amigos y que tengo puesta en mi particular colección o antología del disparate remarcada con rotulador fluorescente.
Quizá lo mejor de su artículo es la larga cita del resumen que el bioquímico Javier Corzo redactó de su conferencia sobre el fraude científico, también en el curso interdisciplinar de la ULL. No sé si ha comprendido el sentido de la charla de Corzo: en la ciencia hay fraudes, hay ciencia débil y patológica (lea «Ciencia o vudú», de Robert L. Park, Grijalbo Mondadori, Barcelona, 2001) como en todas las facetas de la vida, pero la ventaja de la ciencia es que estos fraudes o imperfecciones acaban saliendo a la luz y son abandonados, y el prestigio de sus promotores queda seriamente «tocado». En cambio, en la parapsicología o en la ufología los fraudes no causan efecto alguno, los amaños, las mentiras, las exageraciones periodísticas, la tergiversación de testimonios sobre platillos volantes descubiertas, no causan un efecto comparable al que causa en el terreno científico. Ahí tenemos a contumaces propagandistas de sus mismos inventos y de los que otros paren que son adorados como si hubiesen inventado la penicilina. Estas creencias son inamovibles y, por otro lado, el hecho de que algunos científicos se interesen por estas cuestiones no quiere decir que la carta de naturaleza les haya sido otorgada. ¿Quiere que le pida una vez más referencias concretas y réplicas o confirmaciones independientes de estudios sobre «estos temas»? Por cierto, señor Padrón, llevamos cuatro años esperando que se pase por las jornadas del curso interdisciplinar sobre ciencia y pseudociencia, para que aporte todas las pruebas que dice poseer, para que demuestre sus extravagantes afirmaciones de una vez por todas, para que no siga distribuyendo pseudo-cultura a voleo cada domingo. De todas formas Vd. mismo ha dicho en público que no hace falta demostrar nada, faltaría más.
Yo intuyo que a Francisco Padrón le quedó cierto mal sabor por no haber podido replicar in situ a Javier Armentia en las pocas cosas que dijo mientras su compromiso le obligó a aguantar el tipo en el engendro televisivo del castillo. Y sospecho que Padrón no se habría puesto una capa dorada como el del planetario pamplonés para responder: él habría bajado a la arena y se habría puesto al lado de Porras y Leevon Kennedy. Es su lugar natural, aunque se disfrace de «investigador», de perseguidor del misterio en Las Cañadas, en la Tejita o en los amontonamientos de piedras del barrio de Chacona güimarero, con sus artículos atiborrados de comas, como si puntuara con un hisopo que en vez de agua bendita contuviera estos pequeños signos.
Ahora me da la gana de nuevo de replicar a Francisco Padrón por un artículo publicado en su columna dominical de humor de «Diario de Avisos» titulado «El castillo de los fantasmas» (11-4-2004) porque de nuevo vuelve a hacer referencia a los escépticos, aprovechando el paso de Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona, por ese programa televisivo, también ya desaparecido, «El castillo de los mantas, perdón, de las mentes prodigiosas». Armentia actuó como «juez» del circo de «freakies» que allí tenía lugar. «El castillo...» era un programa, para quien tuvo la suerte o la precaución de no verlo, que parecía directamente inspirado en lo que Francisco Padrón lleva cantando y contando en los últimos 30 años en diversos medios de comunicación. El aire de familia es evidente. Con esto lo digo casi todo, y se pueden hacer una idea...
Padrón asegura que los escépticos califican de tontos o analfabetos a quienes se interesan «por estos temas». Cuando Padrón dice «estos temas» se refiere a toda la quincalla paranormal, al mito ocultista de los viajes astrales, a la farsa de las psicofonías, a la leyenda de los platillos volantes, a la afección psicológica llamada «abducción extraterrestre», a la invención teosofista de los «estados vibracionales», a los «paquetes energéticos» que tanta gracia hacen a los físicos y que provocan gestos obscenos consistentes en llevarse la mano abierta a la entrepierna para asegurar que «yo también tengo un "paquete energético"»... Bueno, no tiene por qué ser especialmente tonto quien se interesa por estas cosas; todas ellas pueden ser estudiadas crítica o racionalmente con el mismo ahínco y rigor que la teoría de la evolución o la formación de planetas extrasolares. Lo que sí es cierto, y además evidente y notorio, es que todos «estos temas» atraen, como dijera James Oberg de los ovnis, una proporción superior a la media de chiflados. En todas las profesiones y campos de estudio hay heterodoxos que bordean la chifladura, pero los ovnis y «todos esos temas» parecen haberse puesto de acuerdo para embelesar a buena parte de esas almas etéreas y «vibracionalmente» desequilibradas que tanto material proporcionan para los científicos sociales y psicólogos.
A continuación el visitador de otros estados (no políticos sino pluri-dimensionales) por excelencia de Canarias cita sin citar -con su proverbial precisión- al curso interdisciplinar «Ciencia y pseudociencias: realidades y mitos» que finalizó el día 4 de mayo de 2004, y que presentó un panorama general de la ciencia contemporánea y de buena parte de las creencias irracionales que pseudo-periodistas como el que me ocupa se encargan de administrar a la parroquia crédula. Y contrapone la iniciativa de la Universidad de La Laguna a la de un psicólogo llamado Alejandro Parra en la Universidad de Granada, que por lo que se ve llevó la buena nueva de la parapsicología a los alumnos de la ciudad andaluza. No tengo el gusto de conocer al citado, pero sí al grupo organizador, una de esas asociaciones de jóvenes que se ronchan cuando hay algún escéptico cerca, o incluso a través de Internet, a miles de kilómetros de distancia... Mal pudo hablarles Parra de la parapsicología científica porque, a la larga, son términos contradictorios. Yo ya me he cansado de pedirle a nuestro Paco referencias concretas, citas de revistas con árbitros y otras cosas que son totalmente innecesarias para todos aquellos a quienes una creencia irracional, como las que sirven de apoyo a la parapsicología, se les incrustó en la mente de forma indeleble... Quizá en pocos constructos pseudocientíficos -al margen de las religiones- se transparenta tanto el miedo a la muerte como en la parapsicología. Supongo que Parra hablaría a sus oyentes de la ley básica de la parapsicología: cuantos más controles rigurosos hay sobre un fenómeno o experimento paranormal mayor tendencia se detecta a que tal ocurrencia misteriosa no se produzca. Quizá esto sea en sí mismo un auténtico fenómeno paranormal, je. ¿Les comentó también la «ley» propuesta por Henri Broch sobre la decadencia histórica de las fuerzas psíquico-paranormales del ser humano? (véase "Conviértase en brujo, conviértase en sabio. La desmitificación científica de las supersticiones y los fenómenos paranormales". Georges Charpak y Henri Broch, Ediciones B, Barcelona, 2003, pp. 199-202). ¡Ah de aquellos tiempos en los que los pascuences movían los moais -toneladas de piedra- con la fuerza mental! Luego los «paranormales» y «dotados» se conformaron en el siglo XIX con mover sillas, mesas y objetos de pocos kilos de peso; y cuando los trucos fueron descubiertos pasaron en el siglo XX a mover lápices, a doblar cucharas y a poner en marcha relojes «gellerianamente». Y ahora nos hablan de la micropsicoquinesis (con perdón), cuando el mago, quiero decir el psíquico, sólo puede mover objetos muy livianos. Y dentro de unos años seguro que saldrán con que pueden alterar la estructura subatómica... Tiempo al tiempo. Basta con poner la palabra baúl «cuántico» detrás de cualquier truquito de magia para principiantes disfrazado de «poder oculto de la mente». Esta progresión decreciente de las capacidades paranormales históricas da que pensar, no me lo negará... Pero siempre habrá algún encantador de serpientes y planetas que nos permitirá seguir pensando que el mundo es «mágico», que en la Luna hay ruinas arquitectónicas, que Jesucristo compró billetes de primera fila para el Coliseo romano, que la «salida en el astral» no es una salida por la tangente del sentido común y nos da pistas de un más allá, que las sincronicidades son algo más que una majadería esencialmente vacía de contenido y que a San Borondón la pillaron por sorpresa en un vídeo de vergüenza ajena.
El siguiente objetivo padroniano es Javier Armentia, conocido divulgador científico y escéptico frente a las pseudociencias, al que acusa de «vendido a la pasta» por su aparición en «El castillo...». A Armentia no hace falta defenderlo porque se defiende bastante bien solo, pero repetiré aquí lo que ya he comentado en Internet y al propio Armentia cara a cara en su visita a Tenerife con motivo del curso interdisciplinar arriba citado: creo que las críticas a su presencia fueron exageradas. Las de los escépticos porque quizá algunos tengan un concepto del prestigio un tanto exigente, por un sentimiento a veces un poco corporativo, y porque creo que le otorgan demasiada importancia a un foro como el de la televisión. Y las de los «fabricantes de misterios» por su torpeza una vez más demostrada, por su inquina y por el ridículo hecho hasta cuando podrían haberlo hecho bien. La comandita paranormal y misteriosa española no puede ver a Armentia ni en fotos y han abusado de la crítica en Internet basada en argumento de que la presencia en un acto lo sanciona positivamente, y de que ahora no está legitimado para criticar las actuaciones y afirmaciones de los más consumados especialistas en el «misterio» de España. Una única razón, según dicen, debió mover al astrofísico a acudir en compañía de Apeles y demás a ese show: el dinero. Bien, quizá sea cierto, pero ¿contribuyó realmente Armentia al aumento de la credibilidad «profesional» de los adivinos allí amontonados? Además, yo le digo que es más fácil y legítimo acudir a un espectáculo de estos que a un curso en la Complutense pro-ovni o pro-misterios, y que esto es menos tolerable, si se hace con afán sensacionalista, que lo de la tele porque es más cínico, más falso, más perjudicial para el desarrollo del pensamiento crítico y más fraudulento porque la realidad queda pervertida apoyándose en el prestigio social de la universidad. Al fin y al cabo la televisión es la televisión, y nadie se tragó las recetas de Paco Porras, al contrario que la pseudociencia y el disparate disfrazado de investigación científica con chaleco multi-bolsillos o de veterano viajero del alma que no aporta una gramo de materia intelectual digerible jamás, porque abunda la gente joven y menos joven que comulga con estas ruedas de molino. Por otro lado, para acudir a un programa televisivo como el de las mentes cochambrosas «en plan juez» hace falta cierto estilo, cierto ejercicio de surrealismo, cierta visión lúdica, cierta visión daliniana de las cosas y cierta intención de ser un caballo de troya -al margen de que lo consiguiera o no- que en vez de atacar pretende reducir al absurdo un planteamiento indefendible; y todo esto no está al alcance de cualquiera. ¿Me comprende Vd., señor Padrón? ¿Empieza Vd. a entender ahora por qué, a mi juicio, Armentia «puede ser jurado de un cúmulo de patrañas» a pesar de que «para este astrofísico no existen los fenómenos paranormales»? Su «razonamiento» me recuerda a esa pregunta de «si no crees ¿para qué investigas?», que tan buenos ratos me ha hecho pasar con los amigos y que tengo puesta en mi particular colección o antología del disparate remarcada con rotulador fluorescente.
Quizá lo mejor de su artículo es la larga cita del resumen que el bioquímico Javier Corzo redactó de su conferencia sobre el fraude científico, también en el curso interdisciplinar de la ULL. No sé si ha comprendido el sentido de la charla de Corzo: en la ciencia hay fraudes, hay ciencia débil y patológica (lea «Ciencia o vudú», de Robert L. Park, Grijalbo Mondadori, Barcelona, 2001) como en todas las facetas de la vida, pero la ventaja de la ciencia es que estos fraudes o imperfecciones acaban saliendo a la luz y son abandonados, y el prestigio de sus promotores queda seriamente «tocado». En cambio, en la parapsicología o en la ufología los fraudes no causan efecto alguno, los amaños, las mentiras, las exageraciones periodísticas, la tergiversación de testimonios sobre platillos volantes descubiertas, no causan un efecto comparable al que causa en el terreno científico. Ahí tenemos a contumaces propagandistas de sus mismos inventos y de los que otros paren que son adorados como si hubiesen inventado la penicilina. Estas creencias son inamovibles y, por otro lado, el hecho de que algunos científicos se interesen por estas cuestiones no quiere decir que la carta de naturaleza les haya sido otorgada. ¿Quiere que le pida una vez más referencias concretas y réplicas o confirmaciones independientes de estudios sobre «estos temas»? Por cierto, señor Padrón, llevamos cuatro años esperando que se pase por las jornadas del curso interdisciplinar sobre ciencia y pseudociencia, para que aporte todas las pruebas que dice poseer, para que demuestre sus extravagantes afirmaciones de una vez por todas, para que no siga distribuyendo pseudo-cultura a voleo cada domingo. De todas formas Vd. mismo ha dicho en público que no hace falta demostrar nada, faltaría más.
Yo intuyo que a Francisco Padrón le quedó cierto mal sabor por no haber podido replicar in situ a Javier Armentia en las pocas cosas que dijo mientras su compromiso le obligó a aguantar el tipo en el engendro televisivo del castillo. Y sospecho que Padrón no se habría puesto una capa dorada como el del planetario pamplonés para responder: él habría bajado a la arena y se habría puesto al lado de Porras y Leevon Kennedy. Es su lugar natural, aunque se disfrace de «investigador», de perseguidor del misterio en Las Cañadas, en la Tejita o en los amontonamientos de piedras del barrio de Chacona güimarero, con sus artículos atiborrados de comas, como si puntuara con un hisopo que en vez de agua bendita contuviera estos pequeños signos.
viernes, julio 23, 2004
Cuando los paranormales se disfrazan de normales.
¿Por qué tantos medios de comunicación se muestran incapacitados para distinguir, y segregar convenientemente, la cultura de la pseudocultura? Toda esa cuadrilla de tarotistas, adivinadores, limpiadores de «energías» positivas y negativas e investigadores de lo paranormal que muestran sus taras intelectuales se han colado en nuestras televisiones y radios locales como si fuesen uno más, como si estuviesen a la altura de la desaparecida «La clave» o de una retransmisión radiofónica desde la ópera de Milán. Los presentadores los adulan, los tratan con condescendencia, los igualan al científico que, cual bicho raro -y no me refiero al inexistente Nessie o Yeti- y por casualidad ha intervenido inmediatamente antes. El caso más reciente del que tengo conocimiento fue la intervención de psicólogo social Luis Díaz Vilela, del Departamento de Psicología Cognitiva, Social y Organizacional de la Universidad de La laguna, hace unos pocos meses en una radio local tinerfeña para hablar del curso interdisciplinar "Ciencia y pseudociencia: realidades y mitos", que dirigió este año. Nada más finalizada su entrevista, y sin solución de continuidad, dos próceres de la irracionalidad local ofrecieron su visión de lo paranormal, no fuera que los oyentes y la superficial presentadora estuviesen expuestos al escepticismo durante demasiado tiempo.
Risueños presentadores, más o menos amanerados, presentadoras más o menos partidistas, malas de libro, predispuestas a lo facilón, y sus paranormales invitados, son incapaces de distinguir entre una opinión personal y un descarado y ridículo fraude. O entre una imaginación personal cercana al delirio y un juicio basado en la interpretación de unos hechos contrastados. Hay periodistas buenos y malos, y luego otros fuera de categoría por lo bajo, que si no cantan tanto como los malos médicos sí lo hacen más que los malos zapateros, porque aquéllos dan la cara o la voz en los medios. Todos los paranormalistas, todos, adivinen el futuro todo el día o a ratitos, mediante «flashes» (¿Vd. se lo cree?; yo no), echen las cartas o perpetren programas radiofónicos sobre misterios caducos pertenecen a la misma murga, al mismo club social de compadreo paranormal, a la misma fábrica de misterios S.A., a la misma tienda de productos para engañabobos; sólo hay pequeñas variaciones de estilo, más chulos unos que otros para sacar a pasear su falaz lengua y confundir y engañar miserablemente al oyente o televidente, arropados éstos por un disfraz de investigador con chaleco multibolsillos y aquéllos lindando sin pudor con lo freak, con lo monstruoso, con lo ridículamente monstruoso (y qué más quisieran los citados que ser auténticos monstruos, de los que estamos tan necesitados en estos tiempos ahormados y normalizados); su labor no es más que la de mamporreros del desorden establecido en su sección de «imaginarios de saldo, prefabricados del cambio de conciencia-apertura mental, aglomerados de pseudo-misterios, y top-manta tarotista, criptozoológico y esnifada astral».
Existen unos estudiosos que se llaman teóricos de la comunicación; entre ellos los hay especialmente interesados en la televisión y la radio, en cómo nos influyen, en cómo pueden emocionar e informar y en cómo prolongan la ignorancia y muestran impúdicamente las llagas morales e intelectuales de personas causadas por una deficiente instrucción, de la que no tienen por qué ser culpables. Son inocentes, en el fondo. Enseñar al que no sabe es una obra de caridad, virtud teologal de la que carecen los auténticos culpables: los responsables de esos programas televisivos y radiofónicos -junto con los directores de esos medios que lo permiten- donde la basura irracional se presenta como una opción más, en pie de igualdad con la cultura, como un muestrario de colores a elegir; y ellos, sus responsables, lo saben, pero son unos mercaderes de sonrisa sardónica y vergüenza extraviada.
Joder, tíos, cómprense un par de toneladas de decencia. O mejor aun: multiplíquense por cero, que dice un personaje de dibujos animados que deja en paños menores a los antiguos cínicos.
Risueños presentadores, más o menos amanerados, presentadoras más o menos partidistas, malas de libro, predispuestas a lo facilón, y sus paranormales invitados, son incapaces de distinguir entre una opinión personal y un descarado y ridículo fraude. O entre una imaginación personal cercana al delirio y un juicio basado en la interpretación de unos hechos contrastados. Hay periodistas buenos y malos, y luego otros fuera de categoría por lo bajo, que si no cantan tanto como los malos médicos sí lo hacen más que los malos zapateros, porque aquéllos dan la cara o la voz en los medios. Todos los paranormalistas, todos, adivinen el futuro todo el día o a ratitos, mediante «flashes» (¿Vd. se lo cree?; yo no), echen las cartas o perpetren programas radiofónicos sobre misterios caducos pertenecen a la misma murga, al mismo club social de compadreo paranormal, a la misma fábrica de misterios S.A., a la misma tienda de productos para engañabobos; sólo hay pequeñas variaciones de estilo, más chulos unos que otros para sacar a pasear su falaz lengua y confundir y engañar miserablemente al oyente o televidente, arropados éstos por un disfraz de investigador con chaleco multibolsillos y aquéllos lindando sin pudor con lo freak, con lo monstruoso, con lo ridículamente monstruoso (y qué más quisieran los citados que ser auténticos monstruos, de los que estamos tan necesitados en estos tiempos ahormados y normalizados); su labor no es más que la de mamporreros del desorden establecido en su sección de «imaginarios de saldo, prefabricados del cambio de conciencia-apertura mental, aglomerados de pseudo-misterios, y top-manta tarotista, criptozoológico y esnifada astral».
Existen unos estudiosos que se llaman teóricos de la comunicación; entre ellos los hay especialmente interesados en la televisión y la radio, en cómo nos influyen, en cómo pueden emocionar e informar y en cómo prolongan la ignorancia y muestran impúdicamente las llagas morales e intelectuales de personas causadas por una deficiente instrucción, de la que no tienen por qué ser culpables. Son inocentes, en el fondo. Enseñar al que no sabe es una obra de caridad, virtud teologal de la que carecen los auténticos culpables: los responsables de esos programas televisivos y radiofónicos -junto con los directores de esos medios que lo permiten- donde la basura irracional se presenta como una opción más, en pie de igualdad con la cultura, como un muestrario de colores a elegir; y ellos, sus responsables, lo saben, pero son unos mercaderes de sonrisa sardónica y vergüenza extraviada.
Joder, tíos, cómprense un par de toneladas de decencia. O mejor aun: multiplíquense por cero, que dice un personaje de dibujos animados que deja en paños menores a los antiguos cínicos.
Se hace saber que...
... este blog no tiene la pretensión de descubrir ningún misterio, ni de reivindicar la necesidad de que la NASA, el CSIC, el IAC o el club de la tercera edad de Roquenegro (Tenerife) investigue los "enigmas" de los platillos volantes, las caras y caraduras de Bélmez (Jaén) o cualquier otra fabricación mediática de las que caen bajo el pretencioso manto de los "misterios de la ciencia", que aquí son los MIHTERIOH DE LA SIENCIA, por aquello del acento (o "asento") y del cachondeo. Creo que la NASA, el CSIC y el IAC tienen cosas más importantes que investigar. Incluso el club de la tercera edad del citado caserío tinerfeño debe tener cosas más importantes en que pensar...
Aquí sólo estaremos atentos a las cosillas que se oyen y se leen por ahí relacionadas con lo paranormal y "mihterioso" y tar... , y daremos una opinión crítica y escéptica de vez en cuando. A pesar de tratarse de un mundo de pamplinas, de rumores y leyendas refritas y administradas año tras año, se trata de un mercado amplio que se nutre de la ignorancia científica; por ello es conveniente poner en su lugar a los "paracientíficos" y a los que pretenden que se confunda lo que es auténtica ciencia revolucionaria con una mona vestida de seda.
Aquí sólo estaremos atentos a las cosillas que se oyen y se leen por ahí relacionadas con lo paranormal y "mihterioso" y tar... , y daremos una opinión crítica y escéptica de vez en cuando. A pesar de tratarse de un mundo de pamplinas, de rumores y leyendas refritas y administradas año tras año, se trata de un mercado amplio que se nutre de la ignorancia científica; por ello es conveniente poner en su lugar a los "paracientíficos" y a los que pretenden que se confunda lo que es auténtica ciencia revolucionaria con una mona vestida de seda.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
¿Caso "tipo Levelland" en Tenerife?
La información sobre este caso consiste en un muy breve y muy dudoso comentario en el libro de Jacques Vallée Fenómenos insólitos del espaci...
-
Actualización del 15 de mayo : entrevista radiofonica al autor de Las abducciones ¡vaya timo! en este enlace . ----------------------------...
-
Misterium tremendum : el ovni supercalifragilístico del 5 de marzo de 1979 en Canarias fue divisado el pasado 22 de septiembre desde diver...
-
El fin de semana pasado, antes de tener conocimiento del fallecimiento de Javier Corzo, había redactado estas líneas para el blog , que subo...