Misterium tremendum: el ovni supercalifragilístico del 5 de marzo de 1979 en Canarias fue divisado el pasado 22 de septiembre desde diversos puntos de California. Esto prueba que vivimos rodeados por la magia, por los visitantes del más allá o de otros estados vibracionales, o que todo está conectado con todo, o todo al mismo tiempo, a elegir. De cualquier forma, aquí tienen no lo que los científicos ocultadores y conspiradores aseguran que fue un bonito lanzamiento de un cohete Minotauro en horas crepusculares desde la base aérea californiana de Vandenberg que produjo las clásicas y típicas estelas y grandes bolas de gas en expansión, o, como se empeñan en divulgar los escépticos comeniños explicacionistas, la enésima prueba con estos artilugios que produce efectos idénticos, como es lógico, a los de los cinco famosos episodios divisados desde Canarias en los años setenta del pasado siglo (22/11/74, 22/6/76, 19/11/76, 24/3/77 y 5/3/79), producto de lanzamientos balísticos de la Armada norteamericana (misiles Poseidon), sino auténticos fenómenos extraños, inexplicablesporquelodigoyo, acongojantes y de los que cambian la vida pa´siempre. Ah, amigos de lo raro, ahí lo tenemos, a nuestro alcance. ¿No sienten el misterio?; yo tampoco, digo, yo también.
Primeras etapas de la estela emitida por el Minotauro
Comienza la expansión de la estela a gran altura
Continúa la expansión...
Seguimos...
Comienza a difuminarse el gran uso de gas
Esta otra toma, más tardía, permite ver la gran bola de gases expandida, casi de noche a ras de tierra
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
martes, septiembre 27, 2005
martes, septiembre 06, 2005
Para entender a los extraterrestres
PARA ENTENDER A LOS EXTRATERRESTRES.
Wiktor Stoczkowski.
Acento Editorial, Madrid, 2001.
[Publicado originalmente en Laguna, 11, Revista de Filosofía, Universidad de La Laguna, 2002]
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El amplio ensayo del etnólogo francés Wiktor Stoczkowski llena un importante vacío en la literatura en español sobre la mitología de los extraterrestres. Pocas son las obras originales o traducidas en las que se rastrea el origen de la creencia en visitas alienígenas a nuestro planeta, así como la cosmovisión implícita en la misma, plasmada en la especulación sobre los extraterrestres en la antigüedad, o "arqueoastrología". La mejor forma de entender una creencia o una paranoia -y ejemplos de ambas se manifiestan en la mitología citada- es conocer su origen y sus influencias.
Stoczkowski inicia su obra con una inteligente declaración de sano relativismo cultural, donde el Otro es reivindicado en su especificidad y se intenta una aproximación comprensiva del mismo. Lo interesante es que ese Otro no es el habitante de una sociedad tradicional del Amazonas o del África Central, sino que lo encontramos en nuestras inmediaciones, en nuestro barrio: es el contactado con extraterrestres, el que cree que los gobiernos ocultan cadáveres de alienígenas y lo denuncia, o el que practica el "viaje astral" y cree que entra en un reino distinto al que bosqueja la neurociencia. Al mismo tiempo, rechaza las explicaciones fáciles que tratan de aclarar de un plumazo la presencia de lo oculto y misterioso en nuestras sociedades racionalistas y su hipotético regreso; realmente siempre ha estado ahí.
El autor no se conforma con mostrar la falsedad de las teorías astroarqueológicas sino que penetra en su esencia y en su contexto histórico: los orígenes; la visión del mundo implícita en el uso de la "materia arqueoastrológica"; las operaciones cognitivas que operaban en la mente de sus proponentes; y las motivaciones de éstos (p. 76). Esto diferencia claramente el libro de Stoczkowski de otros libros escépticos, que carecen de la profundidad y amplitud de la crítica total que proporciona su enfoque.
La capacidad "arqueológica" del autor mostrándonos los orígenes de creencias que luego se asentaron en la "cultura paralela" -todo ese corpus de teorías y creencias al margen de la ciencia positivista-, permite poner algo de orden en nuestra comprensión del ámbito esotérico, lo que puede considerarse un enorme logro. De esta forma nos apercibimos de que prácticamente "todo está inventado" desde que un heterogéneo grupo de interesados en el ocultismo fundara la Sociedad Teosófica en Nueva York en 1875, recogiendo, a su vez, ideas aún más antiguas: las entidades de otras dimensiones, las civilizaciones desaparecidas, los planos astrales, los secretos iniciáticos, los "archivos akáshicos", la concepción gnóstica de la Divinidad y muchas otras heterodoxias. Disponemos de algunos destacados ejemplos de este pandemónium en la obra de ciertos cultivadores de lo "anómalo" españoles, primos hermanos de los Charroux, Pawles, Bergier y von Däniken, desmenuzados éstos en el libro que comentamos, junto con el aporte de interesantes indicios de lo mucho que se admiraban unos a otros, como muestran los casos de "transliteralidad" detectados, algo que no hace referencia a enfermedad o perversión alguna, sino, eufemísticamente, a ese ambiguo arte del plagio. Y aún más importante: lo mucho que deben todos a su auténtica madre intelectual: la "jefa" del teosofismo Madame Blavatsky y sus discípulos más allegados. En medio, el autor desgrana la historia de las principales figuras del esotero-ocultismo, antecedentes de la mitología contemporánea de la llegada de los semi-dioses espaciales extraterrestres a este planeta, así como el concurso de la ciencia ficción de las primeras décadas del siglo XX.
Merece la pena ser destacado el interés de Blavatsky por los avances científicos de su época, que interpretaba a su gusto de tal forma que confirmaran sus descabelladas teorías. De la misma forma ciertos proponentes de teorías pseudocientíficas se apropian de descubrimientos o hipótesis surgidas en el terreno científico para difundir constructos a la medida de las creencias metafísicas de su creador.
Stoczkowski pone de manifiesto un buen número de los trucos falaces y capciosos de los que hacen uso todos los propagandistas de la teoría de los astronautas en la antigüedad con la única finalidad de "invitar al lector a que se tome en serio las conjeturas más desconcertantes" (p. 116). El objetivo de los más afamados fabricantes de misterios es "que la realidad no destruya un negocio": ningún hecho puede derrumbar una teoría previamente aceptada; los críticos o escépticos podemos aportar infinidad de ejemplos en este sentido. De hecho, la creencia platillista descansa en la asunción irrefutable de la realidad de las visitas alienígenas o de fenómenos extraños sobre nuestras cabezas, como versión light o camuflada de la primera. Los extraterrestres podrán ser de una estatura u otra, tendrán la cabeza más o menos abultada, pero nadie que se encuentre inmerso en el fandom platillista puede cuestionar la realidad esencial de la existencia de los seres que vienen de lo alto. Otra de estas ideas fijas es la interpretación sesgada de fenómenos u objetos reales, en apoyo de la teoría preconcebida, como el "astronauta" de Palenque, los moais de Pascua y las pirámides de Egipto.
Pero esta teoría, que podría parecer que se encuentra limitada temáticamente -concentrada en su mayoría a las extravagantes afirmaciones de von Däniken- alberga en sí misma casi todo lo que entendemos por el mito de los platillos volantes actualmente, al menos en su versión más extravagante. En este sentido, la obra que comento muestra con detalle algunas de esas técnicas de venta de las pseudociencias, moldeadas al 50 por ciento por la especulación científica menos rigurosa y la seducción de los anhelos psicológicos más arraigados del lector medio. En España disponemos de maestros consumados en este abusivo proceder.
El capítulo 9 aborda el origen de la citada mitología. De entrada, el autor relega por simplistas las propuestas clásicas que tratan de explicar el estallido de las primeras observaciones como resultado del clima de guerra fría con la Unión Soviética o una serpiente de verano alimentada por la prensa. A cambio, nos presenta a los ovnis como un complicado entramado de creencias y rumores consolidados, situando en primer plano la interacción del editor sensacionalista de Amazing Stories Raimond Palmer con el "primer testigo", Kenneth Arnorld, así como la aventura del soldador Richard S. Shaver (Robert para nuestro autor) y sus delirantes historias de los lemurianos, que no serían otros que los tripulantes de los platillos volantes que se habían empezado a divisar semanas antes. Con anterioridad, fue el historiador militar norteamericano Curtis Peebles quien había señalado hacia Palmer como "el hombre que inventó los platillos volantes" (1). El papel de estos sujetos -Palmer y Shaver implicados en los ambientes ocultistas y sus cantilenas decimonónicas, el segundo con una amplia estancia en un sanatorio psiquiátrico, y el fichaje del testigo Arnold para la causa de Palmer en su pulp- no parece bastar para dar cuenta de la explosión posterior del mito platillista, pero nos permite ver a estos "personajes fundadores" desde una nueva perspectiva.
Los extraterrestres están entre nosotros: compruébelo en el libro de Wiktor Stoczkowski.
(1) Watch the Skies. A Chronicle of the Flying Saucer Myth. Curtis Peebles, Berkley Books, New York, 1995, p. 4.
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Pueden leer otra reseña de esta obra aquí
Wiktor Stoczkowski.
Acento Editorial, Madrid, 2001.
[Publicado originalmente en Laguna, 11, Revista de Filosofía, Universidad de La Laguna, 2002]
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El amplio ensayo del etnólogo francés Wiktor Stoczkowski llena un importante vacío en la literatura en español sobre la mitología de los extraterrestres. Pocas son las obras originales o traducidas en las que se rastrea el origen de la creencia en visitas alienígenas a nuestro planeta, así como la cosmovisión implícita en la misma, plasmada en la especulación sobre los extraterrestres en la antigüedad, o "arqueoastrología". La mejor forma de entender una creencia o una paranoia -y ejemplos de ambas se manifiestan en la mitología citada- es conocer su origen y sus influencias.
Stoczkowski inicia su obra con una inteligente declaración de sano relativismo cultural, donde el Otro es reivindicado en su especificidad y se intenta una aproximación comprensiva del mismo. Lo interesante es que ese Otro no es el habitante de una sociedad tradicional del Amazonas o del África Central, sino que lo encontramos en nuestras inmediaciones, en nuestro barrio: es el contactado con extraterrestres, el que cree que los gobiernos ocultan cadáveres de alienígenas y lo denuncia, o el que practica el "viaje astral" y cree que entra en un reino distinto al que bosqueja la neurociencia. Al mismo tiempo, rechaza las explicaciones fáciles que tratan de aclarar de un plumazo la presencia de lo oculto y misterioso en nuestras sociedades racionalistas y su hipotético regreso; realmente siempre ha estado ahí.
El autor no se conforma con mostrar la falsedad de las teorías astroarqueológicas sino que penetra en su esencia y en su contexto histórico: los orígenes; la visión del mundo implícita en el uso de la "materia arqueoastrológica"; las operaciones cognitivas que operaban en la mente de sus proponentes; y las motivaciones de éstos (p. 76). Esto diferencia claramente el libro de Stoczkowski de otros libros escépticos, que carecen de la profundidad y amplitud de la crítica total que proporciona su enfoque.
La capacidad "arqueológica" del autor mostrándonos los orígenes de creencias que luego se asentaron en la "cultura paralela" -todo ese corpus de teorías y creencias al margen de la ciencia positivista-, permite poner algo de orden en nuestra comprensión del ámbito esotérico, lo que puede considerarse un enorme logro. De esta forma nos apercibimos de que prácticamente "todo está inventado" desde que un heterogéneo grupo de interesados en el ocultismo fundara la Sociedad Teosófica en Nueva York en 1875, recogiendo, a su vez, ideas aún más antiguas: las entidades de otras dimensiones, las civilizaciones desaparecidas, los planos astrales, los secretos iniciáticos, los "archivos akáshicos", la concepción gnóstica de la Divinidad y muchas otras heterodoxias. Disponemos de algunos destacados ejemplos de este pandemónium en la obra de ciertos cultivadores de lo "anómalo" españoles, primos hermanos de los Charroux, Pawles, Bergier y von Däniken, desmenuzados éstos en el libro que comentamos, junto con el aporte de interesantes indicios de lo mucho que se admiraban unos a otros, como muestran los casos de "transliteralidad" detectados, algo que no hace referencia a enfermedad o perversión alguna, sino, eufemísticamente, a ese ambiguo arte del plagio. Y aún más importante: lo mucho que deben todos a su auténtica madre intelectual: la "jefa" del teosofismo Madame Blavatsky y sus discípulos más allegados. En medio, el autor desgrana la historia de las principales figuras del esotero-ocultismo, antecedentes de la mitología contemporánea de la llegada de los semi-dioses espaciales extraterrestres a este planeta, así como el concurso de la ciencia ficción de las primeras décadas del siglo XX.
Merece la pena ser destacado el interés de Blavatsky por los avances científicos de su época, que interpretaba a su gusto de tal forma que confirmaran sus descabelladas teorías. De la misma forma ciertos proponentes de teorías pseudocientíficas se apropian de descubrimientos o hipótesis surgidas en el terreno científico para difundir constructos a la medida de las creencias metafísicas de su creador.
Stoczkowski pone de manifiesto un buen número de los trucos falaces y capciosos de los que hacen uso todos los propagandistas de la teoría de los astronautas en la antigüedad con la única finalidad de "invitar al lector a que se tome en serio las conjeturas más desconcertantes" (p. 116). El objetivo de los más afamados fabricantes de misterios es "que la realidad no destruya un negocio": ningún hecho puede derrumbar una teoría previamente aceptada; los críticos o escépticos podemos aportar infinidad de ejemplos en este sentido. De hecho, la creencia platillista descansa en la asunción irrefutable de la realidad de las visitas alienígenas o de fenómenos extraños sobre nuestras cabezas, como versión light o camuflada de la primera. Los extraterrestres podrán ser de una estatura u otra, tendrán la cabeza más o menos abultada, pero nadie que se encuentre inmerso en el fandom platillista puede cuestionar la realidad esencial de la existencia de los seres que vienen de lo alto. Otra de estas ideas fijas es la interpretación sesgada de fenómenos u objetos reales, en apoyo de la teoría preconcebida, como el "astronauta" de Palenque, los moais de Pascua y las pirámides de Egipto.
Pero esta teoría, que podría parecer que se encuentra limitada temáticamente -concentrada en su mayoría a las extravagantes afirmaciones de von Däniken- alberga en sí misma casi todo lo que entendemos por el mito de los platillos volantes actualmente, al menos en su versión más extravagante. En este sentido, la obra que comento muestra con detalle algunas de esas técnicas de venta de las pseudociencias, moldeadas al 50 por ciento por la especulación científica menos rigurosa y la seducción de los anhelos psicológicos más arraigados del lector medio. En España disponemos de maestros consumados en este abusivo proceder.
El capítulo 9 aborda el origen de la citada mitología. De entrada, el autor relega por simplistas las propuestas clásicas que tratan de explicar el estallido de las primeras observaciones como resultado del clima de guerra fría con la Unión Soviética o una serpiente de verano alimentada por la prensa. A cambio, nos presenta a los ovnis como un complicado entramado de creencias y rumores consolidados, situando en primer plano la interacción del editor sensacionalista de Amazing Stories Raimond Palmer con el "primer testigo", Kenneth Arnorld, así como la aventura del soldador Richard S. Shaver (Robert para nuestro autor) y sus delirantes historias de los lemurianos, que no serían otros que los tripulantes de los platillos volantes que se habían empezado a divisar semanas antes. Con anterioridad, fue el historiador militar norteamericano Curtis Peebles quien había señalado hacia Palmer como "el hombre que inventó los platillos volantes" (1). El papel de estos sujetos -Palmer y Shaver implicados en los ambientes ocultistas y sus cantilenas decimonónicas, el segundo con una amplia estancia en un sanatorio psiquiátrico, y el fichaje del testigo Arnold para la causa de Palmer en su pulp- no parece bastar para dar cuenta de la explosión posterior del mito platillista, pero nos permite ver a estos "personajes fundadores" desde una nueva perspectiva.
Los extraterrestres están entre nosotros: compruébelo en el libro de Wiktor Stoczkowski.
(1) Watch the Skies. A Chronicle of the Flying Saucer Myth. Curtis Peebles, Berkley Books, New York, 1995, p. 4.
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Pueden leer otra reseña de esta obra aquí
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