Con motivo de la presentación en Tenerife de alguno de los caballitos de Troya de Juan José Benítez (no recuerdo cuál, el nonagésimo segundo, o el centésimo quincuagésimo séptimo, o por ahí), hace ya bastantes años, tuve la oportunidad de hacer algunos comentarios y preguntas críticas al final de su monserga publicitaria. La sala del Club Náutico de Radazul estaba a tope de gente, como se suele decir, pero allí nadie abrió la boca para contrariar al periodista especializado en naderías. A lo largo de ese turno de preguntas salió a relucir, como no podía ser menos, el caso de 5/3/79, del que dijo conocer unos nuevos testimonios de soldados de la base de Hoya Fría (y que, pasado el tiempo, he visto citado por parte de algún magufito). Le pregunté en público por estos testimonios y la respuesta de Benítez fue "¡Investigue usted!", lo que demuestra la disposición intelectual de este hombre, que tanto criticó los secretos más secretísimos que uno se pueda imaginar y que tantos malos malosos detectó encargados de perpetuarlos.
Esta anécdota me vino a la mente ahora que el catedrático de Bioquímica de la Universidad de La Laguna Enrique Meléndez-Hevia asegura haber descubierto un remedio casi universal para todos los males de la salud, desde unas articulaciones herrumbrosas a unos michelines desaforados. Ah, y la propagación del cáncer, no se vayan a creer, que ya que "curamos", curamos a lo grande. Pero no hay ensayos previos, que se sepa; donde antes había dos "factores" curativos ahora hay seis; dieta severa, con lo que se baja de peso por cc...; empresas desconocidas que aportan dinero; fantasmales médicos que contribuyen; misteriosos institutos de investigación; estoy esperando la patente; me voy a los medios a debatir un asunto que tendría que pasar primero por quince laboratorios en todo el mundo y por las revistas de mi ramo; tengo 7.000 pacientes que no son pacientes porque no soy médico, sino gente que viene a mí como quien va tocarle algún miembro a un santito para que lo cure... Uf. ¿Saben lo que falta aquí?, un par de teleplastias en la consulta de este hombre; así estaría completa la cosa.
Imagínense que le hacen alguna pregunta normal a este señor (que debe pasar las noches en vela esperando llamada de Estocolmo):
- ¿Usted es médico o farmacéutico?
- ¿Cómo anda usted experimentando con seres humanos?
- ¿Qué pasa con el procedimiento de publicación en revistas con árbitros?
- ¿Dónde está la patente? ¿O es patente que no hay, ni va a haber, patente?
- ¿Por qué lo ha denunciado la Sociedad Española de Medicina Estética?
- ¿Por qué, tiempo atrás, lo denunció la Comisión de Ética de la Universidad de La Laguna?
- ¿Por qué hay una investigación abierta por la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Canarias en torno a su revolución curalotodo?
- ¿Ha recibido ya la visita de algún "hombre de negro" que le haya recomendado que no divulgue el secreto y naturaleza de los platillos volantes, perdón, de la composición química y efectos de sus factores sanadores?
Y, por lo que veo estos días en la prensa (en general rastrera, torpe y temeraria con este asunto, vean, si no, estos artículos publicados ayer mismo en Canarias 7 y El Día, cuyo contenido es inaudito y acojonante, y donde, como no podía ser menos, acaba saliendo Galileo), Meléndez-Hevia podría responder a todo ello: "¡A mí qué me pregunta, investigue usted!". Como Juan José Benítez. Y como en su caso, los que lo critican son unos envidiosos, unos inconscientes o unos que critican sin saber, porque sí...
Y, claro, hay gente que se cura o mejora sensiblemente. Lo que está por ver es si se habrían curado o mejorado sin haber aparecido por la consulta de Meléndez... Los medios dan publicidad a los casos de curación, pero eso no prueba la eficacia química de estos polvos mágicos. ¿Han buscado casos de personas que hayan salido como entraron? ¿Saben los medios lo que es el efecto placebo o las curaciones espontáneas? ¿Somos todos genéticamente idénticos en cuanto a nuestra capacidad de regeneración y curación de tal forma que una mejora significativa individual pueda ser esgrimida como una "prueba". Ay, ay, ay, los testimonios...
Recomiendo al lector que visite Ethica more cybernetica, donde podrán acceder a una visión de la grave deriva que está adquiriendo este asunto, con interesantes comentarios y réplicas. También se incluye una carta dirigida a la comunidad científica y a la opinión pública de Canarias surgida del propio Departamento del que es miembro el bioquímico en cuestión.
Algunos interesados hemos discutido estos días cuál puede ser la auténtica razón de que un científico con prestigio se salte a la torera, de buenas a primeras, todos los procedimientos habituales de su campo de trabajo. ¿El dinero?, ¿la fama y la proyección social? Un poco de todo. Yo creo que también influye el afán por dar una vuelta de tuerca a una carrera científica exitosa: sólo queda recibir un premio Nobel, descubrir una pólvora o un bálsamo curalotodo antes de la jubilación. Un colofón glorioso, de los que "rompen paradigmas" y te vuelven multimillonario de paso...
En otra entrada comentaré un poco sobre algunos casos de prestigiosos científicos que luego han desbarrado por los inescrutables caminos de la cosmología y el psiquismo paranormalistas. Me he acordado de ellos ahora, no sé por qué...
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
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2 comentarios:
La verdad es que se hace cada vez más difícil pensar que Meléndez se auto engaña, auqnue sigue siendo posible.
Pero por ese camino su alejamiento de la ciencia es cada vez mayor. No parece haber verdadero propósito de "convencer" al mundo acade´meico y parece más volcado en el ámbito popular.
Mala cosa para todos.
¿No os dais cuenta que todos vuestros mierdas de blog tratan siempre de lo mismo? Ja, ja, ja... después hablarán de esos a los que desprestigian. INUTILES
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