A la espera de comentarles mañana, si me es posible, lo que creía Carl Sagan de los platillos volantes, les dejo ahora este delicioso texto extraído de El camino, de Miguel Delibes.
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Pero la herida de Roque, el Moñigo, era de una esquirla de metralla. Se la produjo una bomba al estallar en un prado cuando, una mañana de verano, huía precipitadamente al bosque con la Sara. Los más listos del pueblo decían que el percance se debió a una bomba perdida, que fue lanzada por el avión para quitar peso. Más Roque, el Moñigo, recelaba que el peso que había tratado de quitar el avión era el suyo propio. De todas maneras, Roque, el Moñigo, agradecía al aviador aquel medallón de carne retorcida que le había dejado en el muslo.
Continúan los tres mirando la cicatriz que parecía, por la forma, una coneja. Roque, el Moñigo, se inclino de repente, y la lamió con la punta de la lengua. Tras un rápido paladeo, afirmó:
- Sigue sabiendo salada. Dice Lucas, el Mutilado, que es por el hierro. Las cicatrices de hierro siguen sabiendo siempre saladas. Su muñón también sabe salado y el de Quino, el Manco, también. Luego, con los años, se quita ese sabor.
Daniel, el Mochuelo, y Germán, el Tiñoso, le escuchaban escépticos. Roque, el Moñigo, receló de su incredulidad. Acercó la pierna a ellos e invitó:
- Probad, veréis cómo no os engaño.
El Mochuelo y el Tiñoso cambiaron unas miradas vacilantes. Al fin, el Mochuelo se inclinó y rozó la cicatriz con la punta de la lengua.
- Sí, sabe salada –confirmó.
El Tiñoso lamió tras él y asintió con la cabeza. Después dijo:
- Sí, es cierto que sabe salada, pero no es por el hierro, es por el sudor. Probad mi oreja, veréis como también sabe salada.
Daniel, el Mochuelo, interesado en el asunto, se aproximó al Tiñoso y le lamió el lóbulo dividido de la oreja.
- Es verdad –dijo-. También la oreja del Tiñoso sabe salada.
- ¿A ver? –inquirió dubitativo el Moñigo.
Y deseoso de zanjar el pleito, chupó con avidez el lóbulo del Tiñoso con la misma fruición que si mamase. Al terminar, su rostro expresó un profundo desencanto.
- Es cierto que sabe salada también –dijo-. Eso es que te dañaste con la cerca de alambre y no con púa de una zarzamora como crees.
- No –salto el Tiñoso, airado-; me rasgué la oreja con la púa de una zarzamora. Estoy bien seguro.
- Eso crees tú.
Germán, el Tiñoso, no se daba por vencido. Agachó la cabeza a la altura de la boca de sus compañeros.
- ¿Y mis calvas, entonces? –dijo con terca insistencia-. También saben saladas. Y mis calvas no me las hice con ningún hierro. Me las pegó un pájaro.
El Moñigo y el Mochuelo se miraron atónitos, pero, uno tras otro, se inclinaron sobre la morena cabeza de Germán, el Tiñoso, y lamieron una calva cada uno. Daniel, el Mochuelo, reconoció enseguida:
- Sí, saben saladas.
Roque, el Moñigo, no dio su brazo a torcer:
- Pero eso no es una cicatriz. Las calvas no son cicatrices. Ahí no tuviste herida nunca. Nada tiene que ver que sepan saladas
El camino
Miguel Delibes
Ediciones Destino, Barcelona, 1980.
[pp. 99-101]
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Y de propina, este vídeo de Michael Shermer, ahora que nuestra televisión pública se dedica a hacer propagada a los brujos reunidos en San Sebastián y que en la Sexta se ceban con el príncipe y sus creencias supersticiosas (por si no teníamos bastante con el de Inglaterra y su alucinógena cosmovisión newager):
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
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6 comentarios:
Joder que asco
Pense que alguno iba a terminar la broma diciendo eso de "probad mi polla, ya vereis como tambien sabe salada"
Qué bueno. Hace tanto que leí ese libro que no me acordaba.
En cuanto a lo de la tele pública. Pues eso, que ahora que no dependen de la financiación de empresas, se podían currar un poco la programación. Claro, que el otro día oí el rumor de que iban a remodelar La 2, que ya estaba bien de tanto rollo cultureta que no veía nadie...
La 2 pone algún documental potable de vez en cuando (no me refiero a los de animales a mediodía, que no están de más, tampoco).
A mí, al que me cuesta mucho ver es a Punset. Me aburre, y ése es el sencillo criterio que yo uso para ver o no un producto audiovisual (igual que las pelis de ciencia ficción o aventuras). Al margen de que Punset a veces mete la pata divulgando chorradas como los cuentos chinos (japoneses en este caso) de Masaru Emoto o al vividor de Uri Geller.
El carisma de Punset, si lo tiene, me importa menos que una colilla tirada en la calle.
"ahora que nuestra televisión pública se dedica a hacer propagada a los brujos reunidos en San Sebastián y que en la Sexta se ceban con el príncipe y sus creencias supersticiosas"
Lo cual está perfecto, por algo se trata de televisión pública, o sea, del pueblo, o sea, todos tienen derecho a expresarse, querido autoritario, ¿o hay que pedirte permiso a ti y a todos los imbéciles escépticos por los contenidos que se pueden emitir y los que no?
El mismo demagogo soplagaitas de siempre...
Venga, escribe otra estupidez a ver si me da por borrarla y me río un rato.
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