La evolución de la conciencia es un meme exitoso (esto de meme queda como muy naturalista y lo aleja a uno de los despreciables humanistas, habitualmente colocados sólo un paso menos allá que el maguferío ortodoxo por nuestras lumbreras de la ciencia). Si no les gusta el término meme, que yo uso metafóricamente, cámbienlo por lugar común, expresión baúl y gastada, monserga de espiritualistas light y comerciantes del más allá. Aquí tienen un ejemplo estupendo, clásico y requemado de ello. Como el comentarista indica, es sorprendente que una entidad, la CosmoCaixa Barcelona, que tiene por cometido la promoción de la ciencia, dé espacio para este baratillo religioso y guay para señoritos y señoritas intelectualmente amanerados. ¿Por qué no avisan un día al amigo Fortea para que haga una práctica de ciencia del exorcismo? Supongo que mientras le ponga la palabra ciencia o califique de científico su teatro le darán el visto bueno, ¿no?
De todas formas, estos avispados del cambio de conciencia no hacen más que aprovecharse de las necesidades que detectan; son hábiles para complacer a un público entregado de antemano. Por medio de una entrada y una buena felación espiritual te prometen tácitamente un paraíso a corto o medio plazo que, según su dogmática, es inevitable, porque creen en un sentido para todo esto, para la sociedad, para quienes la componen y para el resto del universo. Hay una paradoja en todo ello: esa pretendida iluminación total o reintegración cósmica que se opera mediante el cambio de conciencia y el amor a paladas es, aparte de una creencia más vieja que Matusalén, inevitable, pero esta buena gente actúa como intermediaria, como instructora de la individualidad, de la autoconciencia, de despertadora de la chispa divina que se halla atrapada en nuestro interior. Es esa chispa gnóstica la que nos pone a las puertas del "campo cósmico de interconexión, que conserva y transmite la información", versión tecnomorfa de uno de los cimientos del pensamiento esotérico: la idea de las correspondencias. Después nos cuentan que el amor es una vibración, pero no se refieren a la vibración que produce el traqueteo del amor en la cama, sino a algo mucho más limpio y cursi, como ustedes sin duda han entendido. Y si no lo han entendido es que no están en la onda y despiden malas vibraciones; que vibran mal, vaya…
Parece evidente que la New Age, donde todas estas cositas se enmarcan, ya no es new ni está out, sino muy in, totalmente normalizada, comercializada y administrada, y que esa reducción de lo religioso a lo psicológico, si es que realmente en algún tiempo y lugar ha sido algo distinto, se ha completado. Reducida a eslóganes, suministrada con recomendaciones de uso, esta fiesta pacata de la nueva espiritualidad es un producto ultraortodoxo de la adulación y el conformismo que tan sabiamente manejan estos gurús bajos en calorías.
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
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