En esta entrada de La mentira está ahí fuera dedicada a los rumores sobre el hallazgo del Curiosity se terminó hablando (después el debate se recondujo) sobre los marcianos, los ufólogos y la hinbestigación cuartomilenaria, para que ustedes me entiendan. Un adolescente (los puede haber de 40, 50 o 60 años) no tardó en aparecer, y mezcló la noticia sobre el rumor del hallazgo del instrumento SAM del Curiosity con los platillos volantes, el "sol danzante" de Fátima, los testimonios y las pruebas y el enorme valor de ufólogos como Antonio Ribera. Seguramente ustedes pensarán que todas estas cosas de la subcultura ufo-paranormal no tiene nada que ver el simpático cacharro que anda por Marte, y tendrán razón, pero lo importante aquí es que para algunos sí tiene que ver: son los que creen que Ribera fue un científico, que Benítez ha escrito alguna crónica periodística de valor superior a Salsa rosa y que Cuarto milenio hace divulgación científica. Un descojono, vaya. Periodismo y ciencia parecen llevarse, en su mayoría, como el agua y el aceite, y a muchos vividores de lo oculto les interesa que siga siendo así. Otros, simplemente, se encuentran como pez nadando en el agua de ignorancia, como los que acusan a la NASA de recular y desdecirse ahora del supuesto hallazgo de "vida en Marte", cuando de tal cosa sólo ha hablado el periodismo
especulador.
Seguramente hay algo de interés en quienes hablan de marcianos y pseudo-periodistas del misterio cuando se trata de auténtica ciencia. Seguramente no: tan cierto como que Eduard Punset la cagó en formato diarrea cuando le dio cancha a Geller, Emoto y otros buhoneros.
Eso es lo que
ocurre: que pretenden arrimarse a científicos con credenciales para que la
parroquia que compra sus productos piense que está contribuyendo al avance
del conocimiento, y no a una campaña de imagen diseñada por un publicista
torpe. Porque, como le decía al atolondrado semi-troll de turno de la
entrada de La mentira está ahí fuera, Antonio Ribera no descubrió nada, ni
inventó nada. Fue divulgador de un mito, el de la venida de naves espaciales
a la Tierra. Escribió un clásico, El gran enigma de los platillos volantes (1966), que aunque crédulo, es interesante para ver cómo pensaba una persona
normal y cuyo norte no era exclusivamente la propaganda, el enredo, la
falsificación y la distribución de pseudociencia. Fue el gran introductor
del mito de los ovnis en España, con éxito comercial, antes incluso de que
Jiménez del Oso vendiera su género ocultista en Televisión Española. Lo que
vino después de Ribera en el sector comercial no llega ni a bosta de
vaca.
Alguien nombró luego el asunto UMMO, tema en el que Ribera se
empeñó siempre. Sin duda, fue la metida más gorda de pata del citado de su
vida (hasta donde yo sé). Ignoro si creyó en semejante mamonada de verdad o intentó figurar aprovechando su popularidad en la época (la del propio asunto UMMO y la del propio Ribera en la subcultura platillista en los años 70 y 80). Al margen de esto, es interesante leer a Ribera para conocer algunos de los dogmas de la iglesia del platillo volante. Pero para saber algo de ovnis y de ufología (inventos humanos) es suficiente con aprender un poco de psicología y sobre cómo percibe la ciencia la masa de creyentes en fenómenos "inexplicables" y demás jerga cuartomilenaria. Es una tecno-religión: ya puedes pedir pruebas, que el creyente silba y mira para arriba mientras detecta misterios hasta en los pelos que halla en la sopa.
A pesar de que en gran medida la ufología está muerta, y bien
muerta, es interesante encontrar algún crédulo que te cuenta las mismas
gilipolleces que hace veinte años. Es gente permanentemente "nueva", no
tuvieron el interés en ver si la propaganda que han leído durante años tiene
algo de cierto o no. Les gustó y se la tragaron, sin más. Ahora andan
hablando de posibilidades posiblemente posibles e igualan "pruebas" con
testimonios. Están en el mismo 'estado mental' que sus iguales de hace
cuarenta años: anclados en la creencia más sencilla e indemostrable. Han
hecho, en su pequeña comunidad de confabuladores creyentes, una virtud de su
ignorancia. Los mismos dogmas no demostrados que hace décadas siguen
funcionando en la actualidad, en menor escala, porque la platillología
perdió mucho del interés que despertaba en los años 70 e incluso en los 90.
Es en este sentido en el que digo que son nuevos: siempre lo son, son como
adolescentes sin pasado, no tienen historia: la ufología te cuenta siempre
las mismas chorradas como grandes novedades, no hay crítica ni evolución,
hay, al contrario, un estancamiento en la creencia.
En cierto
sentido, no son culpables de estar alegres en su visión salsarosista de la
realidad: en parte es culpa de los divulgadores del pensamiento crítico, que
no supieron llegar hasta esta gente potencialmente interesada en su momento;
ahora es tarde, y ya giran en torno a su núcleo de presuposiciones
infundadas (hay un "fenómeno", los testigos son las pruebas, es una falta de
respeto dudar de los pilotos) y otras majaderías que esgrimen ante la menor
crítica de ese dogma tan querido por ellos, ese potaje compuesto de
"periodismo de investigación", maravillas, intuiciones, magia, aventurismo
disfrazados de Indiana Jones, retórica simple y emotiva y conciencia de ser
unos adelantados.
Odio la fanfarronería, odio la impostura, odio la superstición, odio la mentira y odio toda clase de tipos miserables y embaucadores, que son muchísimos, como sabes. Luciano de Samósata (s. II)
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