viernes, septiembre 30, 2016

22/6/76, Rockefeller y la desinformación

Sabido es que los titulares periodísticos son tramposillos, y cada vez más. Un ejemplo de ello es el título con el que un corresponsal de ABC encabezó un desafortunado artículo el pasado 11 de septiembre sobre el erróneamente llamado “caso Gáldar”. El extravagante titular es: Rockefeller pagó un estudio sobre el ovni canariode Gáldar.

La denominación correcta de este suceso es 22/6/76, Canarias. No lo llamo así porque me dé la gana, sin más: ocurre que la información que permite catalogarlo de esta manera se halla en la prensa de la época, esa fuente de información básica cuando se trata de antiguos sucesos ufológicos maltratados a conciencia durante años por el periodismo de charanga y pandereta de los ovnis. Pero ¡qué pereza da a algunos visitar la hemeroteca y revisar a mano diarios amarillentos con el objetivo de averiguar qué dijo realmente fulanito, cuándo y en qué circunstancias! Eso es casi terreno prohibido para algunos cuando lo que funciona según criterios periodísticos del ramo del misterio es aligerar la carga, administrar píldoras y hacer cosquillas en la barriga al lector, salvaguardando aquello que los fantasmones del platillo volante vendieron décadas atrás y se consolidó como dogma. Dogma falso y torpe, pero da igual. Larga vida al misterio y al mediocre negocio del más allá de la galaxia entrando a la derecha por la puerta de la redacción de la revista mensual de basurillas ocultistas.

Pensé en principio guardarme el malestar que le produce a cualquier persona medianamente enterada de los hechos comprobar cómo escribe de oídas un periodista al respecto. Porque es completamente inútil intentar que ciertos medios, o algunos sectores de los mismos, informen adecuadamente. Lo es porque a pesar de que la información crítica y analítica está disponible siguen ignorándola. No está publicada en algún oscuro boletín de los años 80 editado en papel y guardado en los archivos de un veterano de esos a los que ciertos reporteros dicharacheros encandilan para que suelte el material que acumula, no; está en Internet, fácilmente localizable. Solo hay que buscar un poco y leerla. Pero les importa un pimiento: prefieren mantener la creencia absurda, la especulación disparatada y sugerir conexiones de categoría psicoactiva. Es ufología, amigos, ¿qué esperaban?

Conviene echarle un vistazo a las fechas de publicación de algunos artículos y comentarios de Internet antes de revisar el artículo de ABC. El artículo en cuestión apareció en el digital del periódico el día 11 de septiembre. Pero antes, el día 5 de este mes, pegué en mi blog un comentario en el que reproduje otro comentario también de mi autoría insertado el 23 de agosto en un portal de Internet titulado Open Minds (Mentes abiertas, desafortunado nombre eligieron), concretamente en esta entrada.

Ese artículo de Open Minds trata del caso 22/6/76, Canarias de manera incorrecta e incompleta, apoyándose en la versión coja, muy coja, que aparece del citado episodio en el informe Rockefeller firmado por Don Berliner et al. Como he dicho, la versión de Berliner, sin tener él la culpa, es la visión tradicional y petarda del suceso transmitida desde España por fuentes sin credibilidad. A Laurance y a Don le vendieron mercancía caducada, o se la tropezaron en la red y la cogieron sin más. Y, bueno, digo yo que así no se hacen las cosas si vas a presentarle al presidente useño, a su mujer o al Consejo Galáctico de los Ancianos fumadores de opio “the best available evidence”; porque, finalmente, los engañados engañan a otros, todos quedan engañados y la rueda de los platillos sigue girando.

El título del artículo es engañoso porque el potentado Rockefeller no pagó el estudio de Berliner para investigar el “caso Gáldar” sino para investigar una SELECCIÓN AMPLIA de casos de todo el mundo, entre ellos este de los falsos gigantes rojos en la inexistente nave esférica traslúcida, tal vez por no tener gente a mano con criterio que le dijera, “no, este no, don Don, este ya está explicado y no sirve para esta cosa que queremos hacer”. Y, además, no fue realizado en paralelo a la investigación de Ejército del Aire español, ya que esta investigación, por medio de Juez informador comandante Antonio Munaiz Ferro-Sastre, se realizó el mismo mes de junio de 1976, mientras que el estudio de Rockefeller se llevó a cabo en 1999. Era la mejor evidencia disponible… para Berliner y Rockefeller. O eso les hicieron creer.

El fenómeno observado por el médico Padrón no quemó ningún campo de cebollas, por supuesto, ya que se trató de un fenómeno artificial que se hallaba a más de 700 kilómetros al oeste de las Islas Canarias. Si R. L. P. se hubiese dado un salto al lugar donde estaba la plantación de cebollas que no se quemó por los efectos en la alta atmósfera del lanzamiento de un misil Poseidón norteamericano –el fenómeno que vieron desde todas las islas, incluido el médico (un “hombre de ciencias”, para el articulista) y falso “testigo-estrella”, habría notado desde un principio que los residentes de la zona se toman este asunto a cachondeo.



Imagen del fenómeno de 22/6/76 obtenida desde Maspalomas, en el sur de Gran Canaria. Sí, es la misma de siempre, no hay otra. Es para que vean a los dos seres de color rojo dentro de la esfera manejando los paneles (olvídense de los destellos laterales: son reflejos de la luz en el objetivo de la cámara)


No importa que Laurance Rockefeller remitiera copia del informe final a la Casa Blanca y al Congreso de Estados Unidos. Yo también puedo remitir un soneto escrito en una servilleta –u otro papel de fina textura- a los citados lugares, y por eso no soy un Garcilaso en la sombra. Y es que tampoco parece que la remisión de ese informe final a los lugares citados permitiera a Rockefeller probar que nos visiten alienígenas, porque ¿el resultado de ese envió fue…? El documento no está bajo control de nadie. Es de acceso público: véase este enlace.

Tampoco es necesario saber que Don Berliner fue representante de EE.UU para la UE y la OTAN de Donald Rumsfeld entre 2002 y 2007. No voy a comprobar si esto es cierto porque carece de importancia para el suceso observado desde Canarias. Es muy probable que Sofía, la reina emérita de España, echara un vistazo al expediente oficial de este suceso canario y a otros muchos, ya que es aficionada a las milongas del más allá, y tengo entendido que pidió, en alguna ocasión, consultar ese material. ¿Y qué?; pues nada, como si lo hubiese visto el vecino del quinto, para lo que aportaron al esclarecimiento del suceso…

Se nos dice a continuación que una testigo aseguró que, en el momento de ocurrir el fenómeno, su televisión “dejó de recibir señal y los perros comenzaron a ladrar”. ¿Y a los vecinos de la señora les pasó lo mismo? ¿No sería tal vez una casualidad? ¿Y si no fue una casualidad qué fue? ¿Podría hallarse el auténtico origen de la interferencia, la relación causa-efecto explicada y detallada? ¿Se sabe si a algún coche se le pinchó un neumático aquella noche en Gáldar? ¿Hubo también alguna relación? Parece normal, por otro lado, que unos perros ladraran ante aquella gigantesca aparición luminosa a las diez y media de la noche que en realidad reflejaba brillantemente la luz solar debido a la altura a la que se hallaba, con el sol bajo el horizonte para los habitantes de Canarias (como ha ocurrido en docenas de ocasiones en diversas partes del mundo).

“El acontecimiento de Gáldar, definido como "fenómeno aéreo no identificado”, se repitió meses después con otros testigos: autoridades militares que iban en un avión cerca de Canarias”. Cierto: el acontecimiento observado desde TODAS LAS ISLAS CANARIAS AL MISMO TIEMPO, no solo desde Gáldar, se repitió meses después, concretamente el 19 de noviembre de ese año. Fue otro de los lanzamientos de misiles Poseidón observados por aquellos años desde las islas (véase "19 noviembre 1976: Poseidón se paseó por Canarias". En: Cuadernos de Ufología, 32, 2007, pp. 26-40).

Que el “asunto ovni” llegara a la ONU por esa época no tiene ninguna relevancia para lo que cualquier persona –periodistas entre ellas- interesada en formarse una opinión adecuada sobre este asunto debería conocer, alejándose de fuentes que contaminaron la opinión pública desde un principio. ¿Hay realmente alguna relación directa entre el caso 22/6/76, Canarias y el pasatiempo de los ovnis en la ONU aquel año?

Más interesante, pero también secundario, es la relación de estas observaciones balísticas desde Canarias (recuerdo que fueron cinco: 22/11/74, 22/6/76, 19/11/76, 24/3/77 y 5/3/79) con la Guerra Fría. El artículo cita un “Acuerdo sobre medidas para reducir la riesgo de guerra nuclear”, firmado entre Nixon y Brezhnev, en el que se advierte si estos hechos –las apariciones de ovnis- “pudieran crear un riesgo de estallido de la guerra nuclear entre los dos países”.

Efectivamente, las experiencias balísticas aproximadamente en la latitud de Canarias pero a centenares de kilómetros al oeste de las islas ocurrieron durante la Guerra Fría. Es conocido por los historiadores la presencia de espías soviéticos en las islas capitalinas por aquellas fechas, de submarinos de las dos potencias en el Atlántico Norte, de la frecuente visita a los puertos canarios de buques científicos –más o menos- de uno y otro bando y de una estación hidrofónica montada por los norteamericanos en La Palma, seguramente no para escuchar el canto de las ballenas. Los cinco episodios de espectaculares luces observadas desde Canarias en los años 70 hay que situarlos en este escenario, y no en el de las visitas de naves extraterrestres al planeta que parecían quemar mal el combustible, a tenor de la apariencia de los llamativos fenómenos que multitud de personas observaron sin tener la menor idea de la auténtica naturaleza de lo que estaban contemplando, incluido el médico F. J. Padrón León.

Los historiadores de la ufología saben que los gobiernos de las grandes potencias, desde sus inicios, usaron la creencia en platillos volantes para crear cortinas de humo que distrajeran al público de actividades militares secretas, en particular de tipo aeronáutico y otros desarrollos tecnológicos. Véase el artículo CIA's Role in the Study of UFOs,1947-90, de Gerald K. Haines, y el libro Mirage Men de Mark Pilkington.

Por supuesto, los abiertos de mente seguirán pensando que una nave de Urano –el planeta de origen de los amigos de Francisco Padrón (el ufólogo contactado, no el médico) que en los años 70 veraneaban en La Tejita- se acercó a Gáldar en 1976 y que un médico los vio trajinando en su consola de control. No importa que desde Lanzarote y desde El Hierro, a la misma hora y en la misma dirección, se observara el mismo fenómeno, consistente en una gigantesca esfera con destellos rojizos y azulados en su interior, apariencia habitual de las etapas a gran altura de los lanzamientos de misiles desde submarinos en alta mar (y desde bases en tierra). Esto no tiene ninguna importancia para los open minds. Ya saben: la palabra de los testigos es sagrada, coño.

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